Encuentros
alienígenas: Un invitado extinto
Trevor J. Wilson y Craig Robert
Carey
Había sido una semana ocupada para el profesor Tem
Eliss. La Universidad de Sanbra estaba completamente alborotada por el reciente
despido por orden imperial del instructor Callow Batta del Departamento de
Historia... y las continuas presiones de los oficiales imperiales sobre el
trabajo de Eliss entorpecían aún más su progreso. Tenía muchos proyectos que
evaluar y muchas conferencias programadas, y el Departamento de Estudios
Racionales esperaba recibir el primer volumen de su Guía de la Vida Inteligente de la Universidad de Sanbra en algún
momento antes de que terminase el curso.
Tem se hundió en su vieja aguasilla, asegurándose
en ella rodeando los brazos del asiento con sus numerosos tentáculos. Durante
los últimos días había leído fragmentos del Catálogo
de Vida Inteligente en la Galaxia de Rin, y esa enfermiza obra pro-imperial
sólo le animaba aún más a completar su propio proyecto. Por desgracia para
Eliss, sin embargo, lo que un iyra podía hacer en un día de 27 horas estaba
bastante limitado. Apagó su terminal y tomó un sorbo de un tazón de salada
infusión de salmuera.
Sonó el timbre de la puerta y el profesor Eliss se
incorporó.
-Adelante –exclamó. Echó un vistazo al crono de la
pared; las citas con los estudiantes no comenzaban hasta dentro de una hora
aproximadamente. Durante un momento, esperaba que el moff del sector entrase
con una escolta de soldados de asalto, dispuestos a llevarle a algún centro de
interrogación. En lugar de eso, un ser reptiliano de escasa estatura esperaba
en el pasillo escasamente iluminado.
El alienígena medía menos de metro y medio de
altura, y arrastraba tras él una cola bífida tan gruesa como su cuerpo.
-¿Profesor Eliss? –preguntó en voz baja el
visitante, inclinando la cabeza en la entrada.
-Sí –respondió Eliss-. ¿Puedo ayudarle?
El menudo reptil miró con suspicacia el interior de
la habitación.
-¿Estamos solos?
Eliss echó un vistazo a su oficina, no muy seguro
del todo de qué esperar. Posó su tazón de infusión de salmuera.
-Lo estamos –respondió vacilante el profesor-. Tome
asiento –dijo, señalando un gravisofá situado enfrente de donde él estaba
sentado.
-Gracias –dijo el alienígena, y se deslizó en el
sofá.
-Entonces, ¿en qué puedo ayudarle? –preguntó el
profesor Eliss a la delgada criatura.
No hubo pausa alguna; el solicitante ya había
llegado con su discurso preparado.
-Le pido que escriba la verdad sobre mi pueblo.
Entonces el profesor Eliss se dio cuenta de que ni
siquiera había reconocido de qué especie
era su inesperado invitado. Alcanzó su tableta de datos.
-¿Y cuál es
su especie? –preguntó.
-Soy un abinyshi –respondió secamente el reptil.
El profesor Eliss dejó su tableta de datos sobre
uno de los brazos de su silla.
-Los abinyshi llevan décadas extintos –dijo Eliss
lentamente.
-Hemos estado bajo la servidumbre del Imperio –dijo
el reptil-. Hemos sido prácticamente aniquilados. Pero unos pocos de nosotros
sobrevivimos, a pesar de la propaganda imperial que proclama que nos destruimos
a nosotros mismos en alguna absurda guerra civil.
-Ya veo. –El sencientólogo pisaba ahora terreno
peligroso, y de pronto deseó que el COMPNOR no hubiera instalado en su oficina
ninguna clase de dispositivo de vigilancia.
Todos los corazones de Eliss se detuvieron por un
instante.
-De acuerdo –dijo-. Hábleme de su pueblo y me
aseguraré de que se cuente la verdad. –Eliss echó un vistazo al campus a través
de los barrotes de su ventana-. Probablemente no me quede aquí mucho más
tiempo, así que conviene que deje hecha la mayor cantidad de trabajo posible.
–Se volvió para mirar a su invitado.
-Me llamo S’itl Thirr –comenzó a decir el ser...
No hay comentarios:
Publicar un comentario