-Escuchadme –exclamó Haathi sobre los sonidos de
los gemidos y la cháchara-. ¿Alguien tiene un listado de personal o algo?
¿Sabemos quién está aquí?
-Creo que está todo el mundo, comandante –dijo uno
de los mozos de carga.
Casi todo el
mundo.
-¿Quién tiene experiencia de pilotaje? –preguntó.
Uno de los de uniforme verde la tenía. Haathi le
envió a la cabina y le dijo que despegase en cuanto los motores estuvieran en
marcha. Luego se abrió camino entre los cuerpos sudorosos y ensangrentados que
estaban tumbados en el suelo, abarrotando los pasillos, y permaneció en la
entrada abierta. En ese momento odiaba ser un oficial de mando.
El almacén estaba cubierto por una arremolinada
nube de humo negro y llamas con extraños tintes químicos. El olor le quemaba a
Haathi en la garganta y hacía que los ojos le escocieran, pero no se movió.
Vamos...
Una gran silueta salió cojeando del humo. No, dos
figuras, una colgada del hombro de la otra. Haathi descendió un poco de la
rampa y ayudó a Nord a subir al coronel a la nave.
-¿Morgan? ¿Jayme? –preguntó a Nord.
-No les he visto –dijo él.
La nave se escoró cuando sus repulsoelevadores
cobraron vida. Haathi permaneció firme.
Entonces aparecieron, cubiertos de hollín y
sangre: tres personas tratando
desesperadamente de ayudarse entre sí a correr, pero logrando tan solo unos
renqueantes pasos colectivos. Haathi se lanzó hacia el extremo de la rampa,
tratando de rechazar los humos tóxicos y las lágrimas, levantó a Morgan de
encima de Jayme y Maglenna y la subió a la rampa. Alguien con uniforme color
canela se encontró con ella a mitad de camino y se llevó a Morgan al interior.
El Creador
se alzó un metro del suelo. Haathi cayó sobre la rampa que se cerraba. Se
agarró de un puntal y escuchó los sonidos esforzados de Maglenna y Jayme.
Cuando recobró el equilibrio, vio a Jayme tendido al final de la rampa,
respirando con dificultad. Una de sus piernas estaba empapada de sangre; su
rostro no mostraba dolor, pero su cuerpo estaba casi doblado en posición fetal
y parecía como si no fuera capaz de hacer un solo movimiento más.
Sin embargo, fue capaz de girar sobre sí mismo y
tender una mano a Maglenna, que seguía en tierra. Haathi se arrojó al suelo
junto al borde y agarró la otra mano de Maglenna.
La rampa se cerró. Los tres estaban dentro,
tosiendo, con las ropas húmedas y apestando a humo químico. El Creador chocó contra las puertas del
hangar con un sonido metálico y chirriante tan horrible que la visión de Haathi
se oscureció, y creyó ver cómo las paredes de su nave se doblaban y retorcían.
Antes de poder enfocar la visión, El
Creador se agitó con violencia cuando el droide asesino estalló, enviándose
a sí mismo y al almacén a un olvido al rojo vivo.
***
Cuando Stijhl se decidió finalmente a enfrentarse al
equipo de Haathi, hizo que se reunieran alrededor de una mesa en una de las
grandes salas blancas de usos múltiples de la fragata médica.
Habló en tonos comedidos.
-Comandante, realmente me encantaría escuchar su
explicación de por qué acabamos de perder todo un almacén lleno de equipo.
-Un caso de confusión de identidad –dijo Haathi con
calma.
-¿Qué?
-Díselo, Morg.
Raventhorn se enderezó en su silla y puso las manos
sobre la mesa, como si estuviera a punto de trazar la estrategia de una
importante batalla-. Bien, señor, primero tiene que imaginarse una cosa. ¿Está
preparado para imaginar?
-Continúe.
-Imagínenos a todos en Zelos II, robando El Creador.
-Espera –dijo Haathi-. ¿Qué llevo puesto?
-Comandante... –dijo Stijhl.
-Teníamos tiempo limitado –dijo Morgan-, así que lo
único que comprobamos realmente era el historial de la nave y a quién
pertenecía: Sythluss Leethe. No miramos realmente el historial de Leethe. Así
que lo he hecho algunas comprobaciones aquí, ¿y sabe cómo se gana la vida?
-Me temo que...
-¡Exacto; es fabricante de droides! Proporcionando
a los bajos fondos mercancía de calidad durante más de veinte años. De modo que
cuando despegamos con su nave, también nos estábamos llevando su último
proyecto, diseñado para acabar con algún cazarrecompensas o con un hutt o algo
gordo por el estilo.
”En todo caso, el droide seguramente tendría algún
tipo de temporizador y se activó poco después de que aterrizáramos. Con toda
probabilidad, su propósito básico era barrer una zona segura y eliminar las
constantes vitales de aquellos con los que entrase en contacto, como yo, así
como de cualquiera que tratara de interferir con sus planes, como Jayme. Cuando
su gente abrió fuego sobre él, supongo que se declaró abierta la temporada de
caza contra cualquier cosa que se moviera. Y al final, aunque Jayme le
derrotase, completó los parámetros de su misión de todas formas.
Haathi habló:
-Pese a todo, hemos tenido bastante suerte.
Stijhl fingió limpiarse los oídos.
-¿Qué? ¿Qué es lo que he oído? Tal vez debería
escuchar el informe de daños. –Se inclinó hacia la puerta-. ¡Pendower, ven
aquí!
Maglenna entró y le tendió una tableta de datos.
Stijhl comenzó a leer.
-Seis generadores de potencia de nivel industrial,
600 medipacs de campo, 82 sensores de perímetro, ocho droides de trabajo B-1,
200 paquetes bláster... ¿es necesario que continúe?
-Un almacén –añadió Haathi.
-Siga así, Haathi, eso no la salvará de lo que le
espera.
-¿Y qué es lo que me espera?
-Van a realizar un viaje de adquisición para mí.
-¿Para adquirir qué?
-Seis generadores de potencia de nivel industrial,
600 medipacs de campo, 82 sensores de perímetro, ocho droides de trabajo B-1,
200 paquetes bláster... ¿es necesario que continúe?
Haathi estudió al coronel.
-Necesito algunos suministros.
-¿Como qué?
-Un médico.
-Ya tiene un médico.
-Más bien no.
-¡Eh! –dijo Nord.
-Venga, Nord, te gusta el coronel, ¿verdad? –Se
volvió hacia Stijhl-. Él le salvó la vida, ¿verdad? Incluso purgó todos los
archivos de datos de su oficina después de que usted fuera derribado.
-¿A dónde quiere llegar con eso?
-Usted se queda con Nord y nosotros con Maglenna.
Stijhl miró a Nord, que se encogió de hombros.
-Cualquier cosa sería una mejora, señor.
-¿Pendower? –dijo Stijhl-. ¿Es esto lo que quieres?
-Sí, señor –dijo Pendower-. Lo he hablado con el
equipo de Haathi.
-Está cualificada –dijo Jayme-. Obviamente.
Stijhl suspiró pesadamente. El papeleo para
transferirla a Operaciones Especiales iba a ser criminal. De algún modo, no era
nada comparado con permanecer frente a Haathi en esa sala un solo momento más.
-¿Eso es todo? –preguntó.
-No, señor –dijo Pendower-. También necesitaremos
esos medipacs que la comandante Haathi pidió antes.
-Llevaos uno. Llevaos cincuenta. Iros. Marchaos.
Retírense.
Haathi tomó la mano del coronel y la estrechó.
-Ha sido un placer, como siempre, señor –dijo, y
luego se volvió a su tripulación-. Chicas y chicos, vayámonos.
Se marcharon, con Nord caminando lentamente tras
ellos. Stijhl apoyó la cabeza en el escritorio y miró fijamente al suelo.
Alguien entró en la sala.
-¿Señor?
-¿Qué pasa, Kovings? –preguntó Stijhl sin levantar
la cabeza.
-Aún no es demasiado tarde para dispararles.
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