jueves, 24 de octubre de 2013

Risas al caer la noche (III)

 
Ross esperó hasta que la fuga de vapor hidráulico presurizado se disipara antes de colocarse bajo la junta del puntal para volver a conectar la manguera. Agachándose bajo la válvula defectuosa, se quemó la punta de los dedos intentando volver a sellar el conducto. Soltó un vehemente juramento corelliano y se puso rápidamente los guantes, consiguiendo asegurar la unidad dañada. El puntal de apoyo bajó del casco y aseguró su pie de atraque sobre el suelo del muelle. Con la suspicacia activada por su instinto de contrabandista, soltó cautelosamente el seguro de su pistolera, sujetado el bláster pesado contra su costado. Entonces, con fingido interés en el puntal, observó desde un lado cómo el comisario del puerto y un equipo de siete hombres se acercaba a él desde la terminal del puerto.

-¿Es usted Ross? –preguntó el jefe del equipo. Era un hombre corpulento, vestido con el mono de trabajo naranja y gris de la terminal de carga, sujeto con un cinturón de herramientas que apenas lograba rodear la mole de su amplio estómago.

-Tal vez. –Ross se apoyó en una barra de integridad estructural, inclinando ligeramente la cadera para mostrar el bláster desenfundado-. ¿Quién quiere saberlo?

El hombre de más edad sonrió con sorna.

-Eso no es necesario, capitán Ross. Me llamo Hante. –Mirando por encima de su hombro, hizo un gesto a uno de los trabajadores que estaba tras él. El joven larguirucho avanzó hacia el carguero-. La torre nos dio instrucciones de traerle la carga tan pronto como llegase.

Las contraseñas necesarias fueron suficientes para tranquilizar las sospechas de Ross, pero antes de poder avisar a Winterrs, uno de los hombres del equipo estaba subiendo la rampa hacia la nave.

-Mala idea –escuchó decir a Trep en el pasillo-. No te he escuchado pedirlo educadamente.

Un momento después, el trabajador reapareció en la rampa con el bláster de Trep apuntándole directamente a la nariz. Ross dejó caer la cabeza y se rio en silencio.

-Sigue avanzando –gruñó Trep, presionando el cañón contra la nariz del aterrorizado estibador. En la parte inferior de la rampa, se detuvo para activar la escotilla, cerrando y asegurando la entrada de la nave.

Ross activó su comunicador con una sonrisa.

-¿194?

-Te recibo, Ross.

-Kierra, ¿está asegurado el pasillo interior de la bodega?

-Tal y como querías.

-Abre las puertas de la bodega de carga para los caballeros.

Hante hizo una señal a su equipo y observó cómo acercaban una carretilla repulsoelevadora hasta las puertas de carga del carguero, que comenzaban a abrirse. Mientras sus hombres se reunían al borde del transporte, devolvió su atención a Ross, tendiendo su mano al contrabandista.

-Me dijeron que le diera esto tan pronto como llegase al planeta.

Ross tomó los pequeños papeles plateados y alargados, observando la inscripción y los sellos.

-¿Entradas?

-Lady Saahir está dando una actuación en el Cruce de Merich. No quedan asientos libres, según creo. –Hante se detuvo para acusar recibo de la señal que le hacía con la mano uno de sus hombres-. Si se da prisa, puede que alcance a ver los últimos minutos del espectáculo.

-Puede que lo haga. –Ross sintió que la sombra de Trep caía sobre sus hombros y comenzó a avanzar hacia las puertas del hangar.

Una tormenta a última hora de la tarde había dejado la ciudad de Ifeoma sumida en nieblas y rocíos nocturnos. En las calles desiertas, la música de la Taberna del Cruce de Merich causaba una ligera vibración en la multitud de charcos que quedaron tras la tormenta. Ross sonrió, ansioso por reunirse con Saahir.

-Al menos uno de nosotros tiene algo por lo que sonreír –se quejó Trep. Con las manos metidas profundamente en los bolsillos de su chaqueta, observaba las calles como si esperase problemas.

-¿Qué te reconcome?

-Algo apesta en este trato, Ross. ¿Viste cómo se alinearon esos tipos en la rampa de carga? Esa formación la usan equipos de carga de estilo militar, unidades de carga militares altamente entrenadas. No me gusta.

-Así que están usando una técnica militar. Muchos espaciopuertos han optado por usar esa clase de eficiencia.

-No lo entiendes. Puedo oler a un rebelde a medio kilómetro de distancia, y este lugar apesta, Ross, te lo digo yo. Creo que Saahir está intentando uno de sus trucos.

Ross se encogió de hombros restando importancia a las preocupaciones de su socio, ignorando, sus propias persistentes sospechas. Cruzó las puertas dobles de la taberna y fue engullido por un latido resonante de música y ruido de fondo. Por la densidad de cuerpos y humo en la sala principal, se dio cuenta de que Hante no estaba exagerando acerca de la cantidad de gente, y se encontró abriéndose camino a codazos entre la abarrotada audiencia.

Rodeando un grupo de ithorianos fascinados, Ross echó un rápido vistazo al escenario central. Sonrió al ver brillar el vestido de Saahir bajo el bombardeo de los focos. Conforme su voz se desvanecía al mismo tiempo que la música, se volvió hacia un hombre humano de cabello muy corto y elegantemente vestido que se encontraba de pie junto al escenario, y le lanzó un beso. Ross se detuvo, luchando contra una súbita oleada de celos. Ignorando a Trep, que le tiraba juguetonamente de la manga, permaneció inmóvil, observando cómo el hombre caminaba al escenario y entregaba a Saahir un gran ramo de alguna clase de flores exóticas. Aunque de entrada la acción no parecía fuera de lugar, la reacción de Saahir lanzó escalofríos por todo el cuerpo de Ross.

Ante la horrorizada mirada de Ross, la radiante twi’lek rodeó al extraño con sus esbeltos brazos y le besó. No era un beso juguetón y coqueto como el que había usado para enamorarle en una actuación similar, mucho tiempo atrás. No era el beso de unos amigos que acababan de conocerse, ni de unos viejos y queridos amigos que se reencontraban. Era un alarde de pasión, como solía besarle a él, como solía abrazarle durante su relación de tres años. Era el modo en que le había abrazado y besado la noche anterior, lo que sugería su intimidad con ese extraño.

Un extraño nudo se formó en su garganta. Su mano voló hacia su bláster mientras avanzaba entre la multitud.

-No, no hagas eso –gruñó Trep, agarrando a Ross de la manga y tirando de él-. Déjalo. –Señaló a tres jawas que estaban sentados en un reservado hacia el centro de la sala. Las diminutas criaturas se levantaron y se deslizaron entre la multitud-. Parece que te vendría bien un trago. –Trep sentó a Ross en una de las sillas e hizo un gesto llamando a la camarera.

-No tengo sed. –Ross permitió que la cruda emoción le invadiera, insuflando vida a su rabia. Lanzó una furiosa mirada a Saahir, deseando que la Twi’lek le mirase. Un momento después, lo hizo, pero la mirada fue fugaz. Al reconocerle en la sala principal, se volvió al humano que estaba a su lado y le dio un golpecito en el hombro, señalando hacia donde Ross y Trep estaban sentados. Él hizo un gesto con la cabeza a un compañero cercano y luego la siguió fuera del escenario.

-¡Lo lograste! –dijo Saahir efusivamente. Con los brazos rodeando la cintura del humano, permaneció dubitativa al borde de la mesa, encogiéndose ligeramente bajo la feroz mirada de Ross. Echando la cabeza atrás en un gesto desafiante, la twi’lek tomó aire ensanchando los agujeros de la nariz, como retando al contrabandista a cuestionar su relación con el humano que estaba a su lado-. Juri, estos son el capitán Thaddeus Ross y su socio, Trep Winterrs-. Mirando fijamente a Ross, se inclinó hacia la pareja y susurró, apenas audible sobre los ruidos de la multitud-: Chicos, este es Juri Marbra, mi prometido.

Trep gimió, posando previsoramente la mano sobre el bláster de Ross para evitar lo impensable.

Saahir se sentó en la silla que Marbra le ofreció.

-¡Deja de mirarme de ese modo! –siseó, manteniendo un volumen bajo en su voz para no atraer atención indeseada.

-¿Y cómo debería mirarte? –gruñó Ross-. ¡Después de tres años juntos, nunca –dijo, dando un puñetazo al tablero de la mesa-, jamás me habría figurado que eras una simpatizante rebelde!

-No trates de negar la evidencia, guapito –dijo Trep con tono imparcial-. Lo tienes escrito por toda la cara.

-¿No se lo dijiste? –susurró Marbra al oído de Saahir.

-Decidí no hacerlo –respondió Saahir, sin ser tan discreta-. Como puedes ver, eso hubiera complicado las cosas.

-No puedo creer que me involucraras en esto, sabiendo lo que pienso de las causas perdidas.

-¿Y qué es lo que usted considera una causa perdida, capitán Ross? –preguntó Marbra, con la voz brusca de quien está acostumbrado a dar órdenes.

Ross lanzó una furiosa mirada a Saahir, respondiendo a la pregunta sin necesidad de palabras. Fue recompensado con el brillo de unas lágrimas que asomaron a los ojos de la twi’lek.

-Antes o después, todos nos vemos involucrados –comentó Marbra-. Hoy en día ya no existen espectadores desinteresados.

-¿Ah, no?

-La mayoría están muertos. –Marbra parecía incómodo mientras su mirada pasaba de Ross a Saahir y luego de nuevo a Ross. Luego, la ensayada expresión neutral de un militar regresó a su rostro-. ¿Comprobamos nuestra carga?

Cuando las primeras lágrimas rodaron por sus mejillas, Saahir se levantó.

-Tengo que cambiarme –susurró, secándose diestramente los ojos. Después de dar un beso a Marbra en la frente, se volvió para mirar fijamente a Ross, y luego se retiró a la seguridad de las sombras.

Dejando que Trep le guardase las espaldas, Ross salió rápidamente del bar, avanzando delante de ellos con largas y furiosas zancadas. El nudo de su garganta estaba expandiéndose, dejando paso a emociones que preferiría haber evitado. Ross rodeó con la mano la fría culata de su bláster, preparándose para un enfrentamiento cuando entraron en la zona principal del hangar a través de las puertas del espaciopuerto. Furioso por la traición de Saahir y por ser un peón involuntario de la Alianza Rebelde, estaba preparado para llevarse por delante a cualquiera que se enfrentara a él.

Fingiendo desinterés, un trío de guardias de seguridad armados vigilaba desde unos cuantos muelles de distancia del Kierra. Como grupos separados –el equipo de carga, los guardias, los oficiales de aduanas-, los rebeldes podrían engañar incluso al oficial imperial más suspicaz; pero vistos en conjunto, no podían engañarle a él. Ross se dio cuenta de que todos estaban cortados con el mismo patrón militar y profesional, y mostraban la misma actitud de equipo de precisión, asegurando a su sentido de contrabandista que todos formaban parte de un mismo elaborado esquema. El hecho de que ellos supieran más que él sólo servía para enojarle aún más.

En un intento de agitar su actitud tranquila, Ross caminó directamente a la parte trasera de su carguero y entró en la bodega de carga, donde se habían cargado varias pilas de cajas. Mirando el documento de escaneo de algunas de las cajas, no reconoció la codificación y parpadeó horrorizado cuando el documento de escaneo cambió de repente, mudando y degradándose ante sus ojos.

-¿Puedes entender esto?

-No necesitas leer el documento para saber lo que hay en la caja, Rosco –dijo Trep con un bufido. Arrodillándose junto a la caja, señaló el sello imperial estampado-. Esta es la marca imperial del jefe de municiones del sector.

-¿Armas? ¿Municiones?

-Armas, municiones, y más cosas de acuerdo con la etiqueta -dijo Trep con una media sonrisa, apoyándose en la caja-. Todo el material que hace divertida la guerra.

-Ojalá pudiera compartir tu punto de vista –dijo Marbra con voz uniforme, mirando a Trep. Luego apuntó a Ross con su mirada crítica e hizo un gesto a sus hombres, indicándoles que salieran del lugar-. ¿Sabe, capitán? –su voz resonó en el espacioso compartimento-, ha sido bastante duro con Saahir. No era necesario.

Ross se enderezó de golpe, cerrando con fuerza los puños. Trep se interpuso entre él y el rebelde, preparado para mantener una apariencia de paz.

-¿Y usted dónde cree que pasó ella la noche pasada? Mientras usted reunía su carga...

-Estaba con usted. –Marbra sonreía con placer inesperado, divertido por la sorpresa del corelliano-. Saahir es una mujer, capitán Ross, una mujer de métodos mundanos. Pero, ya ve, la amo, y porque la amo, no espero que cambie de la noche a la mañana. Le hicieron falta años para aprender a sobrevivir en este promiscuo estilo de vida, y le costará años superarlo y olvidarlo. Y estoy preparado para esperar y ayudarle de cualquier modo posible. Además, usted la necesitaba y ella le necesitaba a usted para nuestro cargamento. Sólo hizo lo que hizo para asegurarse su cooperación. Pero si todavía quiere un pago en metálico –Marbra extrajo un vale de crédito del bolsillo de su pecho-, puedo complacerle.

-¡Es hombre muerto! –gritó Ross, tratando de liberarse del agarre de Trep.

-¡Ross! –gritó Trep-. No sé lo que estabas esperando, colega. La misma Saahir de siempre, haciendo trucos para las masas de clase alta. Cálmate. –Mientras mantenía al corelliano a raya, echó un vistazo al vale-. Son 10.000 créditos. –Se lo enseñó a Ross, esperando que la visión de las riquezas hiciera que el contrabandista se comportase.

Ross ignoró el dinero, luchando con el frenético impulso de desenfundar su bláster y disparar al líder rebelde.

-¿Cuál es el trato?

-Estamos entre el bláster y la pared, capitán Ross –comenzó a decir Marbra-. La gente para la que hemos obtenido estas armas está en problemas. Necesitaremos un piloto experimentado y hábil con las armas para llegar hasta ellos. Saahir me asegura que sólo podemos confiar en sus habilidades. –Sonrió a Trep-. Pero un renegado del ejército imperial será más que bienvenido, si es de ayuda.

Trep se alisó la chaqueta de vuelo, alzando una ceja a Marbra.

-Con el dinero extra, son 2.500 para cada uno por nuestra ayuda.

-¿Y si dijera que no es suficiente?

-¿Qué? –jadeó Trep-. Ross, es tres veces...

Marbra sacó una ficha más de su bolsillo.

-¿Podrían 5.000 créditos adicionales asegurar sus servicios?

Ross asintió y Trep recogió la ficha. Luego dio la espalda a Marbra y cruzó la puerta que daba al pasillo.

-Vamos, acabemos con esto.
 

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