martes, 1 de octubre de 2013

Asesinato en el deshielo (y IV)


Rog y Gundruk huyeron del Hogar Bolgoink al día siguiente, en lugar de enfrentarse al desafío de Kufbrug para combatir en venganza del asesinato de su marido. Tras haber visto pelear a Kufbrug, Callista no les culpaba lo más mínimo por hacerlo. Ya que el desafío era legal, la pareja también abandonó sus posesiones de Nudskutch, que fueron tomadas por otra de las hijas de Kufbrug.
-Y supongo –dijo Callista a Jos y Sebastin, quienes habían sido invitados al banquete de bodas de Guth y Kufbrug- que tendrán que abandonar el planeta por completo en cuando comience de nuevo el comercio.
-Es una lástima que la rivalidad les haya llevado a esos extremos –dijo Jos.
Había sido encadenado al Alto Abrevadero –una posición de honor, para un esclavo- entre los otros dos extranjeros, pero Callista había hecho un duplicado de la llave y le soltó en cuanto pensó que Ugmush y sus maridos estaban demasiado borrachos para darse cuenta, lo que ocurrió en un plazo bastante breve. Guth, Ugmush y Kufbrug se estaban abrazando alegremente y embadurnándose unos a otros con hongos de pared especiados y crema de moho del Alto Abrevadero –un comportamiento perfectamente apropiado, y todos los demás del gigantesco comedor estaban haciendo más o menos lo mismo-, y cantando. Los gamorreanos son igual de vehementes en sus celebraciones de felicidad y amistad como lo son para la agresión.
Sebastin tomó un bol de moho del abrevadero. Él Callista y Jos estaban lo bastante habituados a los modales en la mesa de los gamorreanos como para traer boles. Y también toallas.
-¿Pero qué esperaban ganar Rog y Gundruk?
-Gundruk –dijo Callista-. Rog era sólo su peón. Dudo que él supiera siquiera por qué ella le había enviado a recoger esa nota que hiciste, y a comprar el kheilwar. Sospeché de ella desde el principio; muy pocos jabalís habrían tenido el cerebro para tramar un asesinato. Todo lo que tuvo que hacer era asegurarse de que la carta le fuera entregada a Vrokk por la noche, ya que la luz del sol daña los órganos sensoriales de los kheilwars. Como hija de Kufbrug, tenía muchas probabilidades de ascender a la posición de matriarca de clan.
-¿Matriarca de clan? –preguntó Sebastin, confuso-. Pero...
En el otro extremo del Alto Abrevadero, Kufbrug había metido a Guth dentro del abrevadero con ella para un desordenado forcejeo, ante la alborotada aprobación de los demás invitados.
-La gente no cree que los gamorreanos sean dados a la depresión –dijo en voz baja-. Pero es bastante común, especialmente en el deshielo. Y la mayoría de la gente no cree que los gamorreanos sean capaces de amor apasionado; la clase de amor que casi no puede sobrevivir si el amado desaparece.
El rostro de Luke Skywalker regresó a su mente, y apartó la imagen a un lado, como se había obligado a aprender a hacerlo.
-Pero Gundruk lo sabía –continuó en voz baja-. Gundruk sabía que Kufbrug es depresiva, y Gundruk sabía que aunque casi con toda seguridad Vrokk mataría a Guth, había una posibilidad de que optase por cancelar el combate en el último minuto y simplemente permanecer en el hogar como verraco. Pero si Guth no tuviera opciones de supervivencia, si fuera acusado de asesinato, sería fácil hacer pasar por suicidio la subsiguiente muerte de Kufbrug. Y no estaría Vrokk para entorpecer el ascenso de Rog y Gundruk al poder de clan.
Abajo, en la parte principal del comedor, había estallado una batalla de comida entre los guardias de Lugh y varios de los yernos de Kufbrug. Gruñendo con deleite, los veteranos y los niños se unieron, y en cuestión de instantes todo el lugar fue una feliz y aullante pelea.
-Creo que es el momento de un paseo para bajar la cena –dijo Sebastin, esquivando medio brognig asado.
-Creo que tienes razón.
Jos, Sebastin y Callista se abrieron camino con cuidado por el borde exterior de la sala y subieron los escalones que conducían a la puerta entre un torbellino de puños, pan, cuerpos empujados y pringue lanzado por el aire. Desde la puerta, Callista volvió la vista para ver a Ugmush y su tripulación saltar alegremente al fragor de la lucha. Arriba, en el Alto Abrevadero, ajenos a todo ello, Kufbrug y Guth estaban enlazados en un poderoso abrazo.
Es bonito, pensó Callista, olvidar por un instante que eres gweek, que eres la madre fuente y origen de fortaleza. Encontrar a alguien que te ayude a pasar el deshielo. Alguien a quien amar.
Reconfortaba también darse cuenta de que aunque a veces el lado oscuro de la Fuerza parecía impregnar el propio tejido del universo, incluso entre sujetos tan poco atractivos como los porcinos gamorreanos podía encontrarse cariño, y amor, y luz.
Un proyectil de moho empapado de crema pasó a escasos centímetros de su cabeza y se espachurró en la pared. Untó el índice en él y lo probó. Estaba sorprendentemente bueno.

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