Tionne iba por bares de espaciopuertos, estaciones
de intercambio comercial y puestos avanzados en mundos perdidos, viviendo
gracias a su ingenio y sus habilidades. Obtenía trabajo en cantinas donde podía
usar el instrumento de cuerda que había obtenido de su abuela en Rindao. Podía
cantar baladas Jedi y diseminar su pasión por el drama de la historia; cuentos
populares sobre cómo Gav y Jori Daragon habían encendido la chispa de la Guerra
Hiperespacial, o los primeros entrenamientos de Vodo Siosk-Baas, o cómo el Jedi
twi’lek Tott Doneeta había sido horriblemente quemado cuando se enfrentaba él
solo a una tormenta de calor para defender una pequeña ciudad en un acantilado
de Ryloth.
Le pagaban pocos créditos, pero no le faltaba
comida ni alojamiento, así que podía continuar su búsqueda. Su objetivo
principal al quedarse en esos rudos establecimientos era hacer preguntas,
animando a que los comerciantes y contrabandistas le proporcionaran pistas
sobre la historia perdida de los Jedi.
Cuando había completado su repertorio de baladas
Jedi, Tionne preguntaba a los presentes si alguno conocía otras historias que
pudiera contarle. Muchas veces eso simplemente animaba a algunos de los
clientes masculinos borrachos a intentar atraerla a los aposentos privados de
sus naves estelares, pero Tionne podía sentir cuándo estaban diciendo la verdad
y cuándo tenía que avisar a los porteros del bar para que se los quitasen de
encima.
Una noche, después de su espectáculo en un
restaurante multi-especies cerca de uno de los muchos espaciopuertos de Ord
Mantell, recibió un mensaje de un alienígena con aspecto de roedor llamado
Fonterrat, un carroñero venido a menos.
Normalmente Tionne se habría mostrado suspicaz:
criaturas de toda especie trataban de aprovecharse de ella. Sin embargo, sintió
que Fonterrat simplemente deseaba hacer un trato, y al sentarse frente a él en la mesa,
advirtió que estaba comiendo lo más barato del menú y que no se ofreció a
invitarle a un trago.
-Esta información sobre los antiguos Caballeros
Jedi... –dijo Fonterrat con una voz aguda y chirriante. Tenía grandes orejas y
un rostro apuntado, y unos ojos negros como perlas negras, muy juntos, bajo una
frente peluda-. ¿Cuánto vale?
Tionne le observó con calma, mientras su pálida
piel se sonrojaba ligeramente.
-No lo sé. ¿Cuánto vale? –dijo-. Tengo algunos
créditos, pero no lo bastante para hacerte rico. –Con un gesto de sus manos
pálidas y delicadas, señaló al sórdido restaurante-. ¿Estaría trabajando aquí
si tuviera esa cantidad de dinero?
Fonterrat se retorció las manos, sus rápidos dedos
jugueteando con una servilleta. Soltó un bufido.
-Soy un carroñero –dijo-. Necesito obtener dinero
por las cosas que encuentro. Algún día, me encontraré con algo que me haga rico
y famoso... pero de momento simplemente trato de sobrevivir.
Tionne pudo sentir su sinceridad, pudo ver que no
estaba tratando de engañarla.
-Dime lo que has encontrado –dijo ella-. Seré
justa. Te pagaré lo que pueda.
-Es una antigua ciudad en el espacio –dijo él-. La
Estación Exis. Ha estado abandonada durante siglos.
-¡La Estación Exis! –Tionne se inclinó hacia
delante, abriendo sus ojos color madreperla con súbito interés-. ¡Ese fue el
lugar de una de mayores convocaciones de Jedi de la historia! La propia Nomi
Sunrider reunió a los Caballeros Jedi una década después de la Gran Guerra
Sith.
Fonterrat no parecía interesado en los detalles.
-Entonces... ¿esto vale algo para ti? Puedo decirte
su ubicación. Puedes buscar por ti misma entre las ruinas, pero ten en cuenta
que ha estado vacía durante mucho tiempo. Dañada por llamaradas solares.
-Sí, te pagaré. –Escaneó sus propias cuentas, determinando
cuánto podía darle a ese hombre y poder comprar todavía suficiente combustible
para llegar con el Buscador de Sabiduría
a la Estación Exis. La cifra resultante era preocupantemente baja.
-Pero sería mejor que no vayas allí –dijo Fonterrat,
arrugando su nariz.
Ella se incorporó, alarmada.
-¿Me das la ubicación, y ahora me dices que no
vaya? ¿Por qué?
-Porque la Estación Exis está junto a una estrella
inestable –dijo-. Teedio. Ha entrado en una fase activa, con llamaradas
crecientes. Durante siglos, la atracción del viento solar ha acercado más y más
la ciudad hacia las llamas. Desde hace algún tiempo los niveles de radiación
son letales. Arriesgarías tu propia vida si vas allí. Toda la Estación Exis va
a precipitarse sobre el sol a no mucho tardar.
-No me importa –dijo ella-. Iré de todas formas.
Alcanzó su tableta de crédito y tecleó un número.
-Esto es todo lo que tengo –dijo-. Dame la
ubicación.
Fonterrat lo miró decepcionado, pero él tampoco
parecía tener otra elección.
-De acuerdo... Necesito los créditos, aunque sean
tan pocos como esos. –Le entregó un chip con coordenadas de ordenador de
navegación en su interior-. Buena suerte. Pensaba que la información valdría
más que esto. –Se puso en pie, cabizbajo.
-Espera –dijo Tionne-. Si vas al gobierno de la
Nueva República y le das esta información a Luke Skywalker, él también podría
estar interesado. Te pagará mucho más de lo que yo he podido. Está tratando de
fundar una nueva orden de Caballeros Jedi.
-¡La Nueva República! –graznó Fonterrat-. Soy un
contrabandista. Tengo un millar de órdenes de arresto en diferentes sistemas.
No me atrevo a poner un pie cerca de la ley.
Tionne cruzó sus delgados brazos sobre su pecho.
-Eres un carroñero y un contrabandista; debes tener
algún contacto que puedas usar para
hacerle llegar esta información. Confía en mí, Luke Skywalker se asegurará de
que se te pague. Por lo que he escuchado de sus hazañas, es un hombre de
palabra.
Fonterrat gruñó, pero ella ya podía ver sus
pequeños ojos oscuros oscilar de un lado a otro, recorriendo mentalmente las
posibilidades de cómo podría usar sus conocimientos de contrabandista para
enviar secretamente el mensaje a Skywalker.
Él se marchó. Tionne recogió rápidamente sus
pertenencias y salió corriendo a su nave. Si Fonterrat estaba en lo cierto, y
la tormenta de llamaradas solares empeoraba cada día, no tenía mucho tiempo
para registrar la Estación Exis.
***
La hoguera del claro ya se había consumido, dejando
sólo una amplia franja de cenizas frente al Gran Templo. Resultaba un área de
aterrizaje apropiada, y el Halcón
Milenario se posó con un siseo de cohetes repulsores y una nube de carbón
aplastado.
Luke salió rápidamente de la antigua pirámide con
Streen y Gantoris a su lado. Han Solo extendió la rampa de aterrizaje de su
carguero ligero modificado, y Chewbacca rugió sonoramente al andar por el claro
ennegrecido. Han dio unos pasos sobre las negras cenizas y les dio una fuerte
patada con su bota.
-¡Me alegro de verte, Han! –saludó Luke-.
Necesitamos algunos músculos extra para nuestro trabajo aquí.
Chewie gruñó y se miró sus propios brazos peludos.
Han soltó una carcajada y negó con la cabeza, alisándose su chaleco oscuro.
-Yo no, amiguito. Sólo os he traído algunos
suministros. Tu hermana quiere que me asegure de que tenéis todo el equipo que
necesitáis. –Han miró a su alrededor y olisqueó el aire quemado-. Esto es como
una excursión por tierras salvajes.
Luke se encogió de hombros.
-Un Caballero Jedi sabe cómo salir adelante. –Erredós
llegó rodando a su lado y silbó.
Con una risa, Han dio a Luke una palmada en el
hombro.
-Claro, chico. Pero si quieres intentar que los
nuevos reclutas que se queden aquí, deberías recibirles con una alfombra roja,
no advertirles de lo mucho que van a
tener que sufrir.
-Encontraré nuevos reclutas, de algún modo –dijo Luke.
Han frunció los labios.
-¿Sabes? Deberías hacerle una prueba a ese chico,
Kyp Durron... el que rescaté de las minas de especia de Kessel. Tiene tanto
talento que seguro que está usando la Fuerza de algún modo, aunque él no lo
sepa.
Luke se rio.
-Claro, Han. Le haré una prueba en cuanto quieras
traerlo hasta aquí. Necesito nuevos candidatos. De hecho, también tengo que
volver a Dathomir donde puedo hablar con Teneniel Djo y algunas de las otras
brujas usuarias de la Fuerza de allí. Puede que alguna esté dispuesta a venir
aquí... con o sin alfombra roja.
Han abrió las bahías de carga del Halcón. Él y Chewie trabajaron con Luke,
Gantoris y Streen para retirar nuevos generadores de potencia, sistemas de
circulación de aire, y unidades de procesado de alimentos.
-Leia no lo sabe, pero las he programado para hacer
unas buenas y grasientas salchichas corellianas –dijo Han, abriendo una caja para
mostrar el panel de control de una unidad de procesado de alimentos-. Pero si
prefieres algo más suave, puedes programarle muchos otros platos usando
materias primas de las junglas de por aquí.
Luke sonrió con calma.
-Nos las apañaremos, Han.
Han se pasó la mano por la frente para retirar su
transpiración.
-¿Ya no sudas nunca, chico?
-No a menos que deba hacerlo.
Cuando terminaron de descargar y colocar en su
sitio todo, Chewie fue a comprobar los sistemas pre-vuelo del Halcón, mientras Erredós se descargaba
un resumen de todos los informes de la Holored que había archivado desde su
llegada allí.
-El deber me llama –dijo Han-. De vuelta a
Coruscant.
Pero en lugar de dirigirse de vuelta a su nave, Han
Solo se aposentó junto a Luke en el segundo nivel de la pirámide massassi.
Encontró un lugar razonablemente cómodo en uno de los bloques de piedra
cubiertos de musgo y dejó que sus botas quedasen colgando de un costado,
golpeando con los talones contra la piedra alisada por el tiempo.
-Recibí un extraño mensaje de otro contrabandista –dijo-.
Un carroñero llamado Fonterrat. De bastante poca monta, cree que tiene más
problemas de los que realmente tiene y mantiene un perfil bajo para no llamar
la atención. Pero me ha pasado un mensaje acerca de que podrías estar
interesado en cierta información que posee. Una antigua ciudad espacial llamada
Estación Exis. Dice que allí tuvo lugar una gran convención Jedi o algo
parecido.
-Una convocación –dijo Luke-. Sí. La Estación Exis.
He oído hablar de ella, pero no conozco mucho sobre el lugar.
-Bueno, él me ha dado las coordenadas, y advirtió
que la propia estación estaba en peligro. Tiene entendido que eres un hombre
justo y espera que le pagues por la información. –Han arqueó las cejas-.
Personalmente, creo que es un timo.
Luke negó con la cabeza.
-No, es real, si las coordenadas son correctas.
Págale lo que se merece. Tómalo de mis cuentas de crédito.
Han parecía alarmado.
-Luke, no puedes ir confiando así en la gente. Hay
más artistas del engaño y...
-Págale –dijo Luke-. Si realmente es la Estación
Exis, necesito ir allí. Tal vez pueda serme de ayuda con mi búsqueda.
-Si tú lo dices, chico –dijo Han, incrédulo. Chewie
llamó por el comunicador e indicó con un rugido que el Halcón ya estaba listo para el despegue. Han descendió del bloque
musgoso y bajó las ruinosas escaleras hacia el Halcón.
-Si necesitas cualquier cosa, no tienes más que
llamarme –dijo Han.
-Lo haré, Han.
Luke vio la silueta con forma de disco del Halcón Milenario despegar del claro de
aterrizaje quemado, y luego desaparecer en el cielo. Tras un momento de
concentración, entró apresuradamente en sus recién establecidos aposentos en el
interior de la húmeda pirámide. Allí, entre sus pertenencias personales,
guardaba el cubo blanco nacarado del Holocrón Jedi, un artefacto lleno de
conocimiento inexplorado de los antiguos Caballeros Jedi.
Tomó el antiguo objeto y lo sostuvo ante él,
acariciando sus caras. Anteriormente había pertenecido al Emperador Palpatine,
pero Luke lo había recuperado después de salvar a Leia.
En su enfrentamiento final con el Emperador
resucitado, Luke casi se había rendido al lado oscuro. Pero esa terrible
experiencia le había sometido a tanta angustia y fuego mental que había servido
para templarle, enseñándole a ascender más allá de un simple Caballero Jedi
hasta el punto donde otros podían llamarle Maestro.
Sin embargo, Luke aún se sentía tan pequeño, tan
desentrenado... Incluso allí, solo en los antiguos templos massassi, se sentía
intimidado ante la tarea que él mismo se había asignado de devolver a la vida
los Caballeros Jedi. ¿Quién era él
para hacer tal cosa? Sólo empezar a aprender cómo enseñar a otros, le costaría
toda una vida, pero sabía que debía hacerse.
Como joven piloto rebelde, ya había estado antes en
esos templos vacíos. Aquella vez apenas había sido tocado por Obi-Wan Kenobi,
sólo había empezado su camino por la Fuerza. Entonces sabía poco, no entendía
nada sobre cómo la Fuerza afecta a todas las cosas. El joven granjero Luke no
había sentido nada entonces... pero ahora que tenía más años de práctica, más
entrenamiento, y más dolor, sentía las antiguas ruinas massassi como algo
opresivo y misterioso. Parecían albergar secretos, una presencia oscura
enterrada profundamente en los núcleos de las piedras. Un frío que no podía
explicar.
Pero no huiría de ello. Yavin 4 era un lugar que albergaría
el renacimiento de los Jedi.
Luke bajó la mirada al holocrón, tocó un costado, e
invocó al guardián holográfico. La imagen de Bodo Baas, un pequeño alienígena
encogido, se alzó ante él, tenue y temblorosa.
-Muéstrame la Estación Exis –dijo Luke-. Dime lo
que necesito saber.
El holocrón brilló con más fuerza y la imagen de
una ciudad gigante en el espacio llenó el aire ante él. Luke miró maravillado
la gran metrópolis abandonada, sus módulos y torretas que sobresalían aquí y
allá, sus puertos estelares, sus cúpulas, sus bodegas de carga.
Y supo que tenía que ir allí.
***
Cuando Tionne llegó a la Estación Exis, la vista la
dejó sin aliento.
Arrió parcialmente las velas solares de su Buscador de Sabiduría y se acercó a la
ciudad que se extendía en el espacio, siguiendo una órbita alta y mirando a la superficie
del asentamiento de muros metálicos. La estación había sido en otro tiempo una
metrópolis, un ajetreado espaciopuerto, un punto de encuentro para comerciantes,
diplomáticos y Caballeros Jedi.
Conforme Teedio, el sol del sistema, se fue
haciendo inestable, la Estación Exis se aprovechó de lo podría haber sido visto
como un desastre: mineros iónicos y filtradores de llamaradas solares operaron
en una ciudad que prosperó rápidamente durante el tiempo en el que Teedio
proporcionó rápidos recursos que los más ambiciosos y arriesgados empresarios
de la Antigua República pudieron explotar. Pero cuando las condiciones se
hicieron demasiado peligrosas, toda la ciudad fue abandonada... dejando que
flotase vacía en el espacio durante siglos.
Pero Tionne esperaba que no estuviera totalmente
vacía.
Mientras realizaba un giro sobre el polo norte del
plano nexo central, estudió el resto de los numerosos módulos y cápsulas que se
extendían como los radios de una rueda. Los módulos eran de varios tamaños y
formas, agregados conforme la estación crecía de forma asimétrica. La
estructura tenía una especie de hermoso caos, con tamaños y formas y materiales
extendidos en un brillante conjunto.
Pero la Estación Exis colgaba inclinada sobre su
eje, apartada de su alineación correcta por siglos de ser golpeada por ardientes
llamaradas. Los cambios de temperatura desiguales habían causado gradualmente
daño a la estación.
El propio sol parecía un furioso ojo rojo, con su
superficie ondulante y burbujeante. Las llamaradas saltaban como maremotos, las
protuberancias manaban hacia lo alto como géiseres de plasma. Manchas solares
destacaban como heridas abiertas en la superficie estelar. La fuerte radiación
de Teedio bañaba la Estación Exis, golpeando en sus escudos, creando ampollas
en las placas de su casco. Obviamente, el lugar no aguantaría mucho más tiempo.
Tendría que apresurarse a realizar su labor.
Durante la evacuación de Ossus, los Jedi fueron
alertados de la onda de choque de la supernova con suficiente antelación para
poder llevar consigo algunos de los objetos más importantes, de los más
preciados textos históricos. Fueron trasladados a la Estación Exis para crear
una biblioteca temporal, un lugar donde estarían a salvo. También fue allí
donde Nomi Sunrider declaró su legendaria convocación, donde los Jedi
supervivientes de la Guerra Sith discutieron la reconstrucción de la República.
Tionne no podía ignorar el potencial de semejante
lugar. Tenía que verlo, tenía que poner sus pies a bordo y caminar por los
pasillos que antaño fueron una preciada biblioteca Jedi... antes de que las
llamaradas solares engulleran la ciudad en el espacio y la enviasen para
siempre al olvido.
En el Buscador
de Sabiduría, transmitió una señal, con la esperanza de que los sistemas
automatizados a bordo de la estación no hubieran sido cortocircuitados por la
potente radiación o los efectos del tiempo. Quedó complacida al recibir una
arcaica señal de confirmación que operaba uno de los principales puertos de
atraque que se encontraba actualmente en el lado sombrío de la estación
rotatoria.
Tionne arrió completamente varias de sus velas
solares para evitar que resultasen dañadas por la furiosa fuerza del viento
solar generado por la cercana estrella. Hizo que la nave flotase lentamente
rodeando la sombra de la estación. Las puertas de la bahía de atraque se
abrieron automáticamente con un chasquido, como si se alegraran de recibir a
uno de sus primeros visitantes en un millar de años.
Por supuesto, se dio cuenta Tionne, el carroñero
Fonterrat estuvo aquí, pero esperaba que no hubiera sabido qué buscar. Era la información
lo que ella valoraba, no las joyas o los tesoros mundanos.
El Buscador
de Sabiduría entró a la Estación Exis y se posó mientras las puertas se
sellaban tras él. Como precaución, ingirió una dosis de droga protectora contra
radiación y se puso ropa blindada. Eso le daría un pequeño tiempo extra para
explorar.
Descendiendo de un salto de su nave, Tionne se
adentró corriendo en la estructura. A la Estación Exis le quedaba muy poco
tiempo.
***
Con Erredós-Dedós cargado en su puerto del ala-X,
Luke Skywalker despegó de la luna boscosa de Yavin 4, rozando las copas de los
árboles y dejando atrás las duras ruinas del templo. Maniobró para alejarse del
gigante gaseoso naranja hacia el espacio interplanetario, dirigiéndose a su
punto de inserción al hiperespacio. Tenía un lugar importante que ver.
-Establece rumbo al sistema Teedio, Erredós –dijo Luke-.
Vamos a la Estación Exis.
Más tarde, cuando emergieron de un vuelo
aturdidoramente largo por el hiperespacio, Luke entrecerró los ojos para echar
un vistazo por las ventanas de la cabina cuando el sistema estelar apareció a
su alrededor.
A gran velocidad, se dirigían directos a un río de
fuego estelar.
Incluso mientras Luke reaccionaba con reflejos de
Jedi, Erredós gritó una estridente alarma electrónica. Luke dio bandazos y
realizó giros para enviar al ala-X rugiendo lejos de la llamarada solar gigante
que cruzaba su camino meneándose como la pegajosa lengua de un dragón krayt.
Las fuerzas gravitatorias le aplastaron contra el costado derecho de la cabina,
pero no cejó en su esfuerzo hasta que el ala-X hubo trazado una cerrada curva
hiperbólica hasta quedar a salvo.
Luke tuvo una extraña sensación, como algo si se
retorciera de agonía en su garganta, cuando otra explosión tuvo lugar en las
profundidades del inestable sol, y un llameante eructo de gases ionizados salió
disparado de la cromosfera.
La Fuerza está en todas las cosas, había dicho
Obi-Wan, y Luke podía sentir el dolor, la angustia, de esta estrella que se
moría de forma prematura.
-No es la mejor forma de empezar nuestra visita –dijo.
Erredós trinó mostrando su acuerdo-. Recalibra los instrumentos y continuaremos
con un poco más de precaución.
La Estación Exis era enorme, brillando bajo el hirviente
baño de la radiación solar. El ruinoso puerto estelar rotaba, tratando de
mantener alguna similitud de su gravedad artificial original, aunque estaba
torcido y mal equilibrado. Su giro, como el de una peonza, era suficiente para
enviar erráticamente la estación cada vez más cerca del infierno estelar.
Luke examinó la estación desde lejos, observando
cada detalle.
-Encuéntranos un puerto de atraque, Erredós –dijo mientras
aceleraba hacia la estación asediada-. Este lugar está en auténticos problemas.
Erredós transmitió a los antiguos sistemas de la
Estación Exis y recibió una advertencia como respuesta.
-No me importa si la última bahía de atraque
operativa está a punto de rotar a la
luz del sol –dijo Luke-. Aterricemos allí y busquemos protección antes de que
la bahía se caliente.
El ala-X rodeó la estación en una cerrada maniobra,
como si Luke estuviera de nuevo luchando contra naves imperiales. En su
aproximación advirtió puertos de motores punteando el anillo de la Estación
Exis; cohetes de ajuste orbital e impulsores multiaxiales usados en épocas
antiguas para estabilizar la ciudad espacial. Sin embargo, una vez que el
peligro se volvió demasiado grave, no quedó nadie para mantener Exis a una
distancia segura.
Las bahías de atraque se abrieron renqueantes, y
Luke deslizó fácilmente su ala-X entre ellas, ansioso de acceder al interior. La
implacable franja de luz solar crepitaba como una llama por el casco exterior
de la Estación Exis, pero Luke consiguió aterrizar su ala-X y cerrar las
rechinantes puertas del hangar antes de que la luz directa golpease ese sector
del puerto estelar abandonado.
Cuando los niveles de seguridad llegaron a valores
nominales, Luke saltó de la cabina, agachándose bajo la carlinga abierta del
ala-X. Mientras giraba, usó la Fuerza para sacar levitando a Erredós de su
puerto. Luke vio otra nave estacionada más dentro de la bahía de carga: una
nave antigua con una configuración exótica que usaba hipermotores, cohetes
intra-sistema, así como velas solares reflectoras triangulares para viajar lentamente
dentro de un sistema. Al principio pensó que era antigua, abandonada junto a la
Estación Exis. Pero sintió que la nave estaba caliente, había aterrizado
recientemente... otro visitante.
-Hay alguien más aquí, Erredós.
El pequeño droide emitió un pitido de confirmación,
aunque no pudo proporcionar información acerca del fabricante o el propietario
de la extraña nave.
-Sea quien sea, esperemos que tenga planeado salir
pronto de aquí –dijo Luke-. Vamos, demos una rápida vuelta y veamos que podemos
recuperar antes de que sea demasiado tarde.
Erredós rodó tras él conforme Luke de adentraba en
las oscuras y sofocantes cámaras de la estación abandonada.
Me encanta entrar en tu blog: siempre hay sorpresas.
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