martes, 15 de octubre de 2013

Tormenta de fuego (II)

Tionne iba por bares de espaciopuertos, estaciones de intercambio comercial y puestos avanzados en mundos perdidos, viviendo gracias a su ingenio y sus habilidades. Obtenía trabajo en cantinas donde podía usar el instrumento de cuerda que había obtenido de su abuela en Rindao. Podía cantar baladas Jedi y diseminar su pasión por el drama de la historia; cuentos populares sobre cómo Gav y Jori Daragon habían encendido la chispa de la Guerra Hiperespacial, o los primeros entrenamientos de Vodo Siosk-Baas, o cómo el Jedi twi’lek Tott Doneeta había sido horriblemente quemado cuando se enfrentaba él solo a una tormenta de calor para defender una pequeña ciudad en un acantilado de Ryloth.

Le pagaban pocos créditos, pero no le faltaba comida ni alojamiento, así que podía continuar su búsqueda. Su objetivo principal al quedarse en esos rudos establecimientos era hacer preguntas, animando a que los comerciantes y contrabandistas le proporcionaran pistas sobre la historia perdida de los Jedi.

Cuando había completado su repertorio de baladas Jedi, Tionne preguntaba a los presentes si alguno conocía otras historias que pudiera contarle. Muchas veces eso simplemente animaba a algunos de los clientes masculinos borrachos a intentar atraerla a los aposentos privados de sus naves estelares, pero Tionne podía sentir cuándo estaban diciendo la verdad y cuándo tenía que avisar a los porteros del bar para que se los quitasen de encima.

Una noche, después de su espectáculo en un restaurante multi-especies cerca de uno de los muchos espaciopuertos de Ord Mantell, recibió un mensaje de un alienígena con aspecto de roedor llamado Fonterrat, un carroñero venido a menos.

Normalmente Tionne se habría mostrado suspicaz: criaturas de toda especie trataban de aprovecharse de ella. Sin embargo, sintió que Fonterrat simplemente deseaba hacer un trato,  y al sentarse frente a él en la mesa, advirtió que estaba comiendo lo más barato del menú y que no se ofreció a invitarle a un trago.

-Esta información sobre los antiguos Caballeros Jedi... –dijo Fonterrat con una voz aguda y chirriante. Tenía grandes orejas y un rostro apuntado, y unos ojos negros como perlas negras, muy juntos, bajo una frente peluda-. ¿Cuánto vale?

Tionne le observó con calma, mientras su pálida piel se sonrojaba ligeramente.

-No lo sé. ¿Cuánto vale? –dijo-. Tengo algunos créditos, pero no lo bastante para hacerte rico. –Con un gesto de sus manos pálidas y delicadas, señaló al sórdido restaurante-. ¿Estaría trabajando aquí si tuviera esa cantidad de dinero?

Fonterrat se retorció las manos, sus rápidos dedos jugueteando con una servilleta. Soltó un bufido.

-Soy un carroñero –dijo-. Necesito obtener dinero por las cosas que encuentro. Algún día, me encontraré con algo que me haga rico y famoso... pero de momento simplemente trato de sobrevivir.

Tionne pudo sentir su sinceridad, pudo ver que no estaba tratando de engañarla.

-Dime lo que has encontrado –dijo ella-. Seré justa. Te pagaré lo que pueda.

-Es una antigua ciudad en el espacio –dijo él-. La Estación Exis. Ha estado abandonada durante siglos.

-¡La Estación Exis! –Tionne se inclinó hacia delante, abriendo sus ojos color madreperla con súbito interés-. ¡Ese fue el lugar de una de mayores convocaciones de Jedi de la historia! La propia Nomi Sunrider reunió a los Caballeros Jedi una década después de la Gran Guerra Sith.

Fonterrat no parecía interesado en los detalles.

-Entonces... ¿esto vale algo para ti? Puedo decirte su ubicación. Puedes buscar por ti misma entre las ruinas, pero ten en cuenta que ha estado vacía durante mucho tiempo. Dañada por llamaradas solares.

-Sí, te pagaré. –Escaneó sus propias cuentas, determinando cuánto podía darle a ese hombre y poder comprar todavía suficiente combustible para llegar con el Buscador de Sabiduría a la Estación Exis. La cifra resultante era preocupantemente baja.

-Pero sería mejor que no vayas allí –dijo Fonterrat, arrugando su nariz.

Ella se incorporó, alarmada.

-¿Me das la ubicación, y ahora me dices que no vaya? ¿Por qué?

-Porque la Estación Exis está junto a una estrella inestable –dijo-. Teedio. Ha entrado en una fase activa, con llamaradas crecientes. Durante siglos, la atracción del viento solar ha acercado más y más la ciudad hacia las llamas. Desde hace algún tiempo los niveles de radiación son letales. Arriesgarías tu propia vida si vas allí. Toda la Estación Exis va a precipitarse sobre el sol a no mucho tardar.

-No me importa –dijo ella-. Iré de todas formas.

Alcanzó su tableta de crédito y tecleó un número.

-Esto es todo lo que tengo –dijo-. Dame la ubicación.

Fonterrat lo miró decepcionado, pero él tampoco parecía tener otra elección.

-De acuerdo... Necesito los créditos, aunque sean tan pocos como esos. –Le entregó un chip con coordenadas de ordenador de navegación en su interior-. Buena suerte. Pensaba que la información valdría más que esto. –Se puso en pie, cabizbajo.

-Espera –dijo Tionne-. Si vas al gobierno de la Nueva República y le das esta información a Luke Skywalker, él también podría estar interesado. Te pagará mucho más de lo que yo he podido. Está tratando de fundar una nueva orden de Caballeros Jedi.

-¡La Nueva República! –graznó Fonterrat-. Soy un contrabandista. Tengo un millar de órdenes de arresto en diferentes sistemas. No me atrevo a poner un pie cerca de la ley.

Tionne cruzó sus delgados brazos sobre su pecho.

-Eres un carroñero y un contrabandista; debes tener algún contacto que puedas usar para hacerle llegar esta información. Confía en mí, Luke Skywalker se asegurará de que se te pague. Por lo que he escuchado de sus hazañas, es un hombre de palabra.

Fonterrat gruñó, pero ella ya podía ver sus pequeños ojos oscuros oscilar de un lado a otro, recorriendo mentalmente las posibilidades de cómo podría usar sus conocimientos de contrabandista para enviar secretamente el mensaje a Skywalker.

Él se marchó. Tionne recogió rápidamente sus pertenencias y salió corriendo a su nave. Si Fonterrat estaba en lo cierto, y la tormenta de llamaradas solares empeoraba cada día, no tenía mucho tiempo para registrar la Estación Exis.


***


La hoguera del claro ya se había consumido, dejando sólo una amplia franja de cenizas frente al Gran Templo. Resultaba un área de aterrizaje apropiada, y el Halcón Milenario se posó con un siseo de cohetes repulsores y una nube de carbón aplastado.

Luke salió rápidamente de la antigua pirámide con Streen y Gantoris a su lado. Han Solo extendió la rampa de aterrizaje de su carguero ligero modificado, y Chewbacca rugió sonoramente al andar por el claro ennegrecido. Han dio unos pasos sobre las negras cenizas y les dio una fuerte patada con su bota.

-¡Me alegro de verte, Han! –saludó Luke-. Necesitamos algunos músculos extra para nuestro trabajo aquí.

Chewie gruñó y se miró sus propios brazos peludos. Han soltó una carcajada y negó con la cabeza, alisándose su chaleco oscuro.

-Yo no, amiguito. Sólo os he traído algunos suministros. Tu hermana quiere que me asegure de que tenéis todo el equipo que necesitáis. –Han miró a su alrededor y olisqueó el aire quemado-. Esto es como una excursión por tierras salvajes.

Luke se encogió de hombros.

-Un Caballero Jedi sabe cómo salir adelante. –Erredós llegó rodando a su lado y silbó.

Con una risa, Han dio a Luke una palmada en el hombro.

-Claro, chico. Pero si quieres intentar que los nuevos reclutas que se queden aquí, deberías recibirles con una alfombra roja, no advertirles de lo mucho que van a  tener que sufrir.

-Encontraré nuevos reclutas, de algún modo –dijo Luke.

Han frunció los labios.

-¿Sabes? Deberías hacerle una prueba a ese chico, Kyp Durron... el que rescaté de las minas de especia de Kessel. Tiene tanto talento que seguro que está usando la Fuerza de algún modo, aunque él no lo sepa.

Luke se rio.

-Claro, Han. Le haré una prueba en cuanto quieras traerlo hasta aquí. Necesito nuevos candidatos. De hecho, también tengo que volver a Dathomir donde puedo hablar con Teneniel Djo y algunas de las otras brujas usuarias de la Fuerza de allí. Puede que alguna esté dispuesta a venir aquí... con o sin alfombra roja.

Han abrió las bahías de carga del Halcón. Él y Chewie trabajaron con Luke, Gantoris y Streen para retirar nuevos generadores de potencia, sistemas de circulación de aire, y unidades de procesado de alimentos.

-Leia no lo sabe, pero las he programado para hacer unas buenas y grasientas salchichas corellianas –dijo Han, abriendo una caja para mostrar el panel de control de una unidad de procesado de alimentos-. Pero si prefieres algo más suave, puedes programarle muchos otros platos usando materias primas de las junglas de por aquí.

Luke sonrió con calma.

-Nos las apañaremos, Han.

Han se pasó la mano por la frente para retirar su transpiración.

-¿Ya no sudas nunca, chico?

-No a menos que deba hacerlo.

Cuando terminaron de descargar y colocar en su sitio todo, Chewie fue a comprobar los sistemas pre-vuelo del Halcón, mientras Erredós se descargaba un resumen de todos los informes de la Holored que había archivado desde su llegada allí.

-El deber me llama –dijo Han-. De vuelta a Coruscant.

Pero en lugar de dirigirse de vuelta a su nave, Han Solo se aposentó junto a Luke en el segundo nivel de la pirámide massassi. Encontró un lugar razonablemente cómodo en uno de los bloques de piedra cubiertos de musgo y dejó que sus botas quedasen colgando de un costado, golpeando con los talones contra la piedra alisada por el tiempo.

-Recibí un extraño mensaje de otro contrabandista –dijo-. Un carroñero llamado Fonterrat. De bastante poca monta, cree que tiene más problemas de los que realmente tiene y mantiene un perfil bajo para no llamar la atención. Pero me ha pasado un mensaje acerca de que podrías estar interesado en cierta información que posee. Una antigua ciudad espacial llamada Estación Exis. Dice que allí tuvo lugar una gran convención Jedi o algo parecido.

-Una convocación –dijo Luke-. Sí. La Estación Exis. He oído hablar de ella, pero no conozco mucho sobre el lugar.

-Bueno, él me ha dado las coordenadas, y advirtió que la propia estación estaba en peligro. Tiene entendido que eres un hombre justo y espera que le pagues por la información. –Han arqueó las cejas-. Personalmente, creo que es un timo.

Luke negó con la cabeza.

-No, es real, si las coordenadas son correctas. Págale lo que se merece. Tómalo de mis cuentas de crédito.

Han parecía alarmado.

-Luke, no puedes ir confiando así en la gente. Hay más artistas del engaño y...

-Págale –dijo Luke-. Si realmente es la Estación Exis, necesito ir allí. Tal vez pueda serme de ayuda con mi búsqueda.

-Si tú lo dices, chico –dijo Han, incrédulo. Chewie llamó por el comunicador e indicó con un rugido que el Halcón ya estaba listo para el despegue. Han descendió del bloque musgoso y bajó las ruinosas escaleras hacia el Halcón.

-Si necesitas cualquier cosa, no tienes más que llamarme –dijo Han.

-Lo haré, Han.

Luke vio la silueta con forma de disco del Halcón Milenario despegar del claro de aterrizaje quemado, y luego desaparecer en el cielo. Tras un momento de concentración, entró apresuradamente en sus recién establecidos aposentos en el interior de la húmeda pirámide. Allí, entre sus pertenencias personales, guardaba el cubo blanco nacarado del Holocrón Jedi, un artefacto lleno de conocimiento inexplorado de los antiguos Caballeros Jedi.

Tomó el antiguo objeto y lo sostuvo ante él, acariciando sus caras. Anteriormente había pertenecido al Emperador Palpatine, pero Luke lo había recuperado después de salvar a Leia.

En su enfrentamiento final con el Emperador resucitado, Luke casi se había rendido al lado oscuro. Pero esa terrible experiencia le había sometido a tanta angustia y fuego mental que había servido para templarle, enseñándole a ascender más allá de un simple Caballero Jedi hasta el punto donde otros podían llamarle Maestro.

Sin embargo, Luke aún se sentía tan pequeño, tan desentrenado... Incluso allí, solo en los antiguos templos massassi, se sentía intimidado ante la tarea que él mismo se había asignado de devolver a la vida los Caballeros Jedi. ¿Quién era él para hacer tal cosa? Sólo empezar a aprender cómo enseñar a otros, le costaría toda una vida, pero sabía que debía hacerse.

Como joven piloto rebelde, ya había estado antes en esos templos vacíos. Aquella vez apenas había sido tocado por Obi-Wan Kenobi, sólo había empezado su camino por la Fuerza. Entonces sabía poco, no entendía nada sobre cómo la Fuerza afecta a todas las cosas. El joven granjero Luke no había sentido nada entonces... pero ahora que tenía más años de práctica, más entrenamiento, y más dolor, sentía las antiguas ruinas massassi como algo opresivo y misterioso. Parecían albergar secretos, una presencia oscura enterrada profundamente en los núcleos de las piedras. Un frío que no podía explicar.

Pero no huiría de ello. Yavin 4 era un lugar que albergaría el renacimiento de los Jedi.

Luke bajó la mirada al holocrón, tocó un costado, e invocó al guardián holográfico. La imagen de Bodo Baas, un pequeño alienígena encogido, se alzó ante él, tenue y temblorosa.

-Muéstrame la Estación Exis –dijo Luke-. Dime lo que necesito saber.

El holocrón brilló con más fuerza y la imagen de una ciudad gigante en el espacio llenó el aire ante él. Luke miró maravillado la gran metrópolis abandonada, sus módulos y torretas que sobresalían aquí y allá, sus puertos estelares, sus cúpulas, sus bodegas de carga.

Y supo que tenía que ir allí.


***


Cuando Tionne llegó a la Estación Exis, la vista la dejó sin aliento.

Arrió parcialmente las velas solares de su Buscador de Sabiduría y se acercó a la ciudad que se extendía en el espacio, siguiendo una órbita alta y mirando a la superficie del asentamiento de muros metálicos. La estación había sido en otro tiempo una metrópolis, un ajetreado espaciopuerto, un punto de encuentro para comerciantes, diplomáticos y Caballeros Jedi.

Conforme Teedio, el sol del sistema, se fue haciendo inestable, la Estación Exis se aprovechó de lo podría haber sido visto como un desastre: mineros iónicos y filtradores de llamaradas solares operaron en una ciudad que prosperó rápidamente durante el tiempo en el que Teedio proporcionó rápidos recursos que los más ambiciosos y arriesgados empresarios de la Antigua República pudieron explotar. Pero cuando las condiciones se hicieron demasiado peligrosas, toda la ciudad fue abandonada... dejando que flotase vacía en el espacio durante siglos.

Pero Tionne esperaba que no estuviera totalmente vacía.

Mientras realizaba un giro sobre el polo norte del plano nexo central, estudió el resto de los numerosos módulos y cápsulas que se extendían como los radios de una rueda. Los módulos eran de varios tamaños y formas, agregados conforme la estación crecía de forma asimétrica. La estructura tenía una especie de hermoso caos, con tamaños y formas y materiales extendidos en un brillante conjunto.

Pero la Estación Exis colgaba inclinada sobre su eje, apartada de su alineación correcta por siglos de ser golpeada por ardientes llamaradas. Los cambios de temperatura desiguales habían causado gradualmente daño a la estación.

El propio sol parecía un furioso ojo rojo, con su superficie ondulante y burbujeante. Las llamaradas saltaban como maremotos, las protuberancias manaban hacia lo alto como géiseres de plasma. Manchas solares destacaban como heridas abiertas en la superficie estelar. La fuerte radiación de Teedio bañaba la Estación Exis, golpeando en sus escudos, creando ampollas en las placas de su casco. Obviamente, el lugar no aguantaría mucho más tiempo.

Tendría que apresurarse a realizar su labor.

Durante la evacuación de Ossus, los Jedi fueron alertados de la onda de choque de la supernova con suficiente antelación para poder llevar consigo algunos de los objetos más importantes, de los más preciados textos históricos. Fueron trasladados a la Estación Exis para crear una biblioteca temporal, un lugar donde estarían a salvo. También fue allí donde Nomi Sunrider declaró su legendaria convocación, donde los Jedi supervivientes de la Guerra Sith discutieron la reconstrucción de la República.

Tionne no podía ignorar el potencial de semejante lugar. Tenía que verlo, tenía que poner sus pies a bordo y caminar por los pasillos que antaño fueron una preciada biblioteca Jedi... antes de que las llamaradas solares engulleran la ciudad en el espacio y la enviasen para siempre al olvido.

En el Buscador de Sabiduría, transmitió una señal, con la esperanza de que los sistemas automatizados a bordo de la estación no hubieran sido cortocircuitados por la potente radiación o los efectos del tiempo. Quedó complacida al recibir una arcaica señal de confirmación que operaba uno de los principales puertos de atraque que se encontraba actualmente en el lado sombrío de la estación rotatoria.

Tionne arrió completamente varias de sus velas solares para evitar que resultasen dañadas por la furiosa fuerza del viento solar generado por la cercana estrella. Hizo que la nave flotase lentamente rodeando la sombra de la estación. Las puertas de la bahía de atraque se abrieron automáticamente con un chasquido, como si se alegraran de recibir a uno de sus primeros visitantes en un millar de años.

Por supuesto, se dio cuenta Tionne, el carroñero Fonterrat estuvo aquí, pero esperaba que no hubiera sabido qué buscar. Era la información lo que ella valoraba, no las joyas o los tesoros mundanos.

El Buscador de Sabiduría entró a la Estación Exis y se posó mientras las puertas se sellaban tras él. Como precaución, ingirió una dosis de droga protectora contra radiación y se puso ropa blindada. Eso le daría un pequeño tiempo extra para explorar.

Descendiendo de un salto de su nave, Tionne se adentró corriendo en la estructura. A la Estación Exis le quedaba muy poco tiempo.


***


Con Erredós-Dedós cargado en su puerto del ala-X, Luke Skywalker despegó de la luna boscosa de Yavin 4, rozando las copas de los árboles y dejando atrás las duras ruinas del templo. Maniobró para alejarse del gigante gaseoso naranja hacia el espacio interplanetario, dirigiéndose a su punto de inserción al hiperespacio. Tenía un lugar importante que ver.

-Establece rumbo al sistema Teedio, Erredós –dijo Luke-. Vamos a la Estación Exis.

Más tarde, cuando emergieron de un vuelo aturdidoramente largo por el hiperespacio, Luke entrecerró los ojos para echar un vistazo por las ventanas de la cabina cuando el sistema estelar apareció a su alrededor.

A gran velocidad, se dirigían directos a un río de fuego estelar.

Incluso mientras Luke reaccionaba con reflejos de Jedi, Erredós gritó una estridente alarma electrónica. Luke dio bandazos y realizó giros para enviar al ala-X rugiendo lejos de la llamarada solar gigante que cruzaba su camino meneándose como la pegajosa lengua de un dragón krayt. Las fuerzas gravitatorias le aplastaron contra el costado derecho de la cabina, pero no cejó en su esfuerzo hasta que el ala-X hubo trazado una cerrada curva hiperbólica hasta quedar a salvo.

Luke tuvo una extraña sensación, como algo si se retorciera de agonía en su garganta, cuando otra explosión tuvo lugar en las profundidades del inestable sol, y un llameante eructo de gases ionizados salió disparado de la cromosfera.

La Fuerza está en todas las cosas, había dicho Obi-Wan, y Luke podía sentir el dolor, la angustia, de esta estrella que se moría de forma prematura.

-No es la mejor forma de empezar nuestra visita –dijo. Erredós trinó mostrando su acuerdo-. Recalibra los instrumentos y continuaremos con un poco más de precaución.

La Estación Exis era enorme, brillando bajo el hirviente baño de la radiación solar. El ruinoso puerto estelar rotaba, tratando de mantener alguna similitud de su gravedad artificial original, aunque estaba torcido y mal equilibrado. Su giro, como el de una peonza, era suficiente para enviar erráticamente la estación cada vez más cerca del infierno estelar.

Luke examinó la estación desde lejos, observando cada detalle.

-Encuéntranos un puerto de atraque, Erredós –dijo mientras aceleraba hacia la estación asediada-. Este lugar está en auténticos problemas.

Erredós transmitió a los antiguos sistemas de la Estación Exis y recibió una advertencia como respuesta.

-No me importa si la última bahía de atraque operativa está a punto de rotar a la luz del sol –dijo Luke-. Aterricemos allí y busquemos protección antes de que la bahía se caliente.

El ala-X rodeó la estación en una cerrada maniobra, como si Luke estuviera de nuevo luchando contra naves imperiales. En su aproximación advirtió puertos de motores punteando el anillo de la Estación Exis; cohetes de ajuste orbital e impulsores multiaxiales usados en épocas antiguas para estabilizar la ciudad espacial. Sin embargo, una vez que el peligro se volvió demasiado grave, no quedó nadie para mantener Exis a una distancia segura.
Las bahías de atraque se abrieron renqueantes, y Luke deslizó fácilmente su ala-X entre ellas, ansioso de acceder al interior. La implacable franja de luz solar crepitaba como una llama por el casco exterior de la Estación Exis, pero Luke consiguió aterrizar su ala-X y cerrar las rechinantes puertas del hangar antes de que la luz directa golpease ese sector del puerto estelar abandonado.

Cuando los niveles de seguridad llegaron a valores nominales, Luke saltó de la cabina, agachándose bajo la carlinga abierta del ala-X. Mientras giraba, usó la Fuerza para sacar levitando a Erredós de su puerto. Luke vio otra nave estacionada más dentro de la bahía de carga: una nave antigua con una configuración exótica que usaba hipermotores, cohetes intra-sistema, así como velas solares reflectoras triangulares para viajar lentamente dentro de un sistema. Al principio pensó que era antigua, abandonada junto a la Estación Exis. Pero sintió que la nave estaba caliente, había aterrizado recientemente... otro visitante.

-Hay alguien más aquí, Erredós.

El pequeño droide emitió un pitido de confirmación, aunque no pudo proporcionar información acerca del fabricante o el propietario de la extraña nave.

-Sea quien sea, esperemos que tenga planeado salir pronto de aquí –dijo Luke-. Vamos, demos una rápida vuelta y veamos que podemos recuperar antes de que sea demasiado tarde.

Erredós rodó tras él conforme Luke de adentraba en las oscuras y sofocantes cámaras de la estación abandonada.

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