-¿Saahir?
Ross alzó la cabeza de la almohada, aspirando el
perfume de Saahir. Tenía la espalda pegada a la pared del casco, dejando
suficiente espacio para otro cuerpo a su lado; pero la twi’lek no estaba allí y
las sábanas estaban frías. Se había ido hace un buen rato.
-¿Saahir? –volvió a decir. Pensando que su ausencia
podría deberse a un trasnochado juego del escondite, se agarró del soporte de
la litera superior y se puso en pie, agarrándose el costado herido.
Ross encontró un par de pantalones y una camisa,
planchados y doblados sobre el respaldo de la silla de su camarote. Rígido por
las secuelas de su herida y la prolongada estancia en cama, el corelliano se
vistió, introduciendo con cuidado los pies y los tobillos en sus botas.
Abrochándose la parte superior de cuero, se alisó los mechones rubios y miró el
pasillo oscuro. La fragancia de su perfume estaba por todas partes, en su piel,
en sus ropas, incluso en el pasillo, haciendo difícil precisar si había estado
ahí recientemente. Sin embargo, había cierta atmósfera mustia en el aroma que sugería
que la cantante se había marchado hace tiempo de esa zona de la nave.
Cruzando la estrecha puerta a la cabina de vuelo,
Ross echó un rápido vistazo en busca de una señal cierta de la twi’lek. No
encontró ninguna. A su lado, acurrucado bajo su chaqueta de vuelo y una manta,
Trep Winterrs estaba profundamente dormido en la estación del navegante, ajeno
a su presencia. Ross sonrió, dejando dormir al exhausto contrabandista, y
avanzó a la consola de mando principal.
-Kierra, ¿ha salido Saahir de la nave? –Encendió as
pantallas de los monitores, escaneando varios informes sobre el estado
funcional actual de su carguero-. Kierra –dijo levantando la voz-. ¿Saahir
todavía está a bordo con nosotros?
-Sí y no –fue la lacónica respuesta.
Picado por la inesperada acritud en la voz de la
inteligencia droide, Ross se recostó en la silla de aceleración, mirando
fijamente a uno de sus orbes ópticos.
-¿A qué te refieres con sí y no?
-Has hecho dos preguntas. Te he dado dos respuestas
–dijo Kierra con suficiencia-. Sí, ha salido de la nave. No, no está a bordo.
Aunque Kierra tenía cierta tendencia a ser
combativa y difícil, Ross sabía que había un preciado lazo de unión entre
ellos. Sorprendido por la peculiar conducta de la inteligencia droide,
lentamente filtró el tono cáustico de su voz y detecto los celos que estaban
detrás. Al recordar los eventos de la noche anterior, dejó caer la cabeza
mientras un cálido azoramiento recorría sus mejillas y su nuca.
-Kierra, con respecto a la noche pasada –comenzó a
decir pensativamente, dándose cuenta de que la inteligencia droide había visto
y escuchado todo el asunto-. No era mi intención que vieras... Quiero decir...
–Lanzó las manos al cielo, exasperado por una necesidad de explicarse-. No
estaba pensando con claridad. Nunca te haría daño intencionadamente... –Ross se
detuvo, luchando por encontrar una justificación para sus actos-. ¿Kierra?
-Ha sido duro, ¿sabes? –dijo Kierra finalmente, sus
altavoces apenas audibles en el silencio de la cabina-. No nos conocemos
demasiado bien, y sospecho que harán falta muchos ajustes más, para ambos.
–Sonó un suspiro sobre la estática del receptor-. Lo entiendo, Thadd, realmente
lo entiendo. No he sido exactamente la mejor compañera para ti, especialmente
en los últimos meses. –El suspiro se convirtió en un ligero lloriqueo,
resonando por el canal de comunicaciones-. Y además están mis cambios de humor,
mis estallidos emocionales, mis hinchazones hidráulicas, mi ganancia de peso...
Todo eso pasa factura, Thadd, de modos que no puedes ni empezar a imaginar. Y,
por supuesto, no puedo ofrecerte esa satisfacción físi...
-¡Déjalo ya! –saltó Ross, viendo a través del
dramatismo de la inteligencia droide. Al escuchar un bufido y una risita a su
espalda, Ross se volvió hacia Winterrs-. Y eso también va por ti. Siempre
siguiéndole la corriente.
Cambiando de postura perezosamente en la silla
aceleradora, Trep sonrió socarronamente.
-Eh, no la pagues conmigo, Rosco. Eres tú quien
hace que los contrabandistas tengan fama de engreídos.1
–Puso los ojos en blanco con fingida indignación-. Cortejando a dos hermosas
damas al mismo tiempo. Ya sabes el viejo dicho, colega. Si tiene un buen par de
caderas o de servomotores, va a causarte problemas. –Winterrs arrojó una
tableta de datos al irritado contrabandista.
-¿Qué es esto?
-Esa pista que estabas buscando. Saahir me lo dio
antes de salir disparada. Coordenadas, contactos, contraseñas, toda la pesca.
Ross examinó brevemente la información conforme iba
apareciendo en pantalla.
-El sistema Aurea. No está demasiado lejos.
-A sólo media hora por el hiperespacio. –Trep se
puso en pie y se desperezó, haciendo crujir y saltar sus articulaciones por
toda la longitud de su delgado cuerpo-. Tomamos tierra en el Cruce de Merich,
en el lado más alejado de la tercera luna de Aurea. Allí es donde recogemos la
mercancía.
-Bueno –dijo Ross con una media sonrisa. Comenzó a
pulsar botones e interruptores, activando los motores iónicos del Kierra-. No podemos hacer esperar a la
dama. Kierra, contacta con Control de Tráfico y solicita permiso de despegue.
1 En
el original, realiza un juego de palabras con smug (engreído, petulante) y smuggler
(contrabandista). (N. del T.)
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