Rass M’Guy era un individuo corpulento, plenamente
consciente de que su mole intimidaba a los demás. Sin embargo, a pesar de su tamaño,
no era un bruto. Estafador, usurero, ladrón, atracador, sí... era todas esas
cosas, y eso le había convertido en un elemento importante en el inframundo
criminal en los últimos años. Pero seguía siendo un hombre con estilo, y su
credo era que el trabajo y el placer debían combinarse siempre que fuera
posible.
Era por eso que, cuando Kaj Nedmak llamó para
arreglar el pago de su vieja deuda, Rass optó por reunirse con ellos en la
flanthería más elegante de Ord Mantell, el Hutt de Hierba.
Al entrar en el restaurante, dejando sus blásters y
chaquetas en la puerta, Carmesí y Kaj vieron a Rass en una mesa al fondo,
devorando ya un filete de flanth asado con giviots y verdura balka salteada.
Extrañamente, no estaba acompañado. Sin esperar a que les ofrecieran mesa, Kaj
caminó tranquilamente hacia la mesa de Rass, con una caja bajo el brazo.
Cautelosa, Carmesí le siguió.
-Ah, Nedmak, siéntate, por favor –dijo Rass, y
luego vio a Carmesí detrás de él y se puso en pie-. Y usted, querida, únase
también a nosotros, por favor. ‘Mak y yo tenemos algunos asuntos de los que
ocuparnos, pero creo que encontrará que la comida de aquí no tiene parangón.
–Le sonrió con una mirada evaluadora, y ella recordó con disgusto la mirada
lasciva de Bwahl.
-Gracias, pero no tengo hambre. –Ella y Kaj tomaron
asiento en la mesa.
-Muy bien. Pero discúlpeme por comer delante de
usted... no he comido en casi dos horas, y me muero de hambre. –Se llevó un
tenedor lleno de giviots a la boca; entonces advirtió la caja sobre la mesa y
soltó el tenedor, alcanzando su bláster con una velocidad asombrosa para
alguien de su tamaño-. ¿Qué es esto, ‘Mak? ¿Intentas algo en mi contra?
Sorprendida por el súbito cambio de Rass, Carmesí
se cuestionó en silencio si había sido inteligente dejar los blásters en la
puerta.
Con cautela, Kaj respondió:
-Nada de trucos. Sólo es una muestra.
Rass no bajó su arma.
-¿Una muestra de qué?
-Deja que te lo muestre –dijo Kaj, inclinándose
para abrir la caja. En el instante siguiente, tres chasquidos característicos
indicaron a los contrabandistas que Rass no estaba realmente solo. Volviéndose
lentamente, Kaj vio tres humanos fornidos que les apuntaban con sus blásters, a
los que habían quitado los seguros-. Eh, muchachos, tranquilos. Sólo estoy
pagando a vuestro jefe lo que le debo. –Con los blásters todavía apuntándole,
abrió lentamente la caja y la giró para que Rass pudiera ver su contenido.
Dentro de la caja había una pequeña muestra de las armas que habían sido
contratados para llevar a Tammuz-an.
Rass tomó de la caja el cañón de una pistola bláster,
examinó su manufactura, estimó su alcance; luego estudió un cortabrillos y un
paquete de energía BlasTech.
-No es mala calidad. No es mala en absoluto.
–Volvió a dejar los objetos en la mesa, miró a los contrabandistas por un
instante, y luego hizo un gesto a sus acompañantes, quienes enfundaron sus
armas y desaparecieron de la vista-. De acuerdo, ‘Mak, ¿qué es lo que tienes?
Kaj sonrió con esa irritante media sonrisa suya,
cruzó una pierna sobre la rodilla de la otra, y extendió las manos en un amplio
gesto.
-Bueno, Rass, resulta que me encuentro con una
bodega de carga repleta de esos soldaditos, todos ellos en excelente forma, y
ninguno de ellos rastreable hasta su fuente original. Considéralos tu pago.
-Considéralos tus intereses –le corrigió Rass,
metiéndose en la boca un pedazo tostado de flanth.
Kaj se incorporó de golpe.
-¿Intereses? ¿Estás loco? ¡He dicho que tengo toda
una bodega llena de esas cosas, justo ahí fuera!
-Y yo he dicho “intereses”. Me debes mucho dinero, ‘Mak,
y mis tasas de interés suben a diario. Podría matarte y estaría en mi derecho,
y si fueras cualquier otro, lo habría hecho hace tiempo. Sin embargo, me caes
bien, y voy a ofrecerte un trato. Las armas que me has traído cubrirán todos
los intereses desde hoy hasta dentro de dos semanas, que es el tiempo que
tienes para pagarme la deuda. Después de eso, bueno...
Kaj no dijo nada, y Carmesí simplemente meneó la
cabeza, sin disfrutar en absoluto al ver cómo los cuidadosamente trazados
planes de su socio se convertían en poodoo.
Sonriendo, Rass llamó a un camarero gamorreano.
-Miradlo de este modo, amigos: es mucho más
civilizado que un baño de carbonita, y un buen trato mucho más agradable para
vosotros, diría yo. Ah, camarero, traiga a estas dos personas un plato de este
excelente flanth para cada uno, por favor. Gracias. –Se volvió hacia sus
compañeros de mesa, que le miraban inexpresivos-. Realmente lo disfrutaréis, os
lo prometo; la comida de aquí es simplemente exquisita. –Mirando fijamente a
Kaj a los ojos, apuñaló una verdura balka y dijo-: Consideradlo un regalo.
***
Carmesí miró de soslayo a su socio mientras el Tryan Kajme se alzaba en los cielos
estrellados sobre el espaciopuerto de Ord Mantell. Kaj no había dicho nada
desde su encuentro con Rass. Mientras los esbirros de Rass descargaban su “pago
de intereses” en la bahía de atraque, había permanecido inusualmente pensativo,
evitando su mirada durante todo el rato. Ella no estaba segura de si debía
estar enfadada o asustada.
Finalmente, Kaj dejó escapar un largo y lento
suspiro.
-Pon rumbo a Yefowr.
Carmesí abrió los ojos como platos.
-¿Yefowr? ¿Estás loco? No podemos volver allí. Ya
puestos, también podríamos meternos en el pozo de un sarlacc. Vayamos a Nar
Shaddaa. Allí podemos conseguir algunos transportes de especia, obtener los
créditos que necesitamos tanto para Bwahl como para Rass...
Negando con la cabeza, Kaj puso suavemente su mano
sobre el hombro de Carmesí y respondió con una calma cautivadora.
-Van a hacer falta más que unos cuantos transportes
de espacia para pagarles a ambos.
-¿Tienes una idea mejor?
Kaj se volvió para mirarla, mostrando en sus ojos
oscuros una inusual vulnerabilidad. Inclinándose sobre el reposabrazos de su
asiento de piloto, se acercó lo suficiente para que ella pudiera sentir su
cálido aliento sobre su rostro. El corazón de Carmesí se aceleró. Quería
apartarse, pero se encontró atraída hacia él. ¿Qué daño podría hacer olvidar
–por un pequeño instante- los apuros en los que se encontraban?
Cerró los ojos mientras sus labios se rozaban
suavemente. Él se apartó despacio, acariciándole la mejilla con los dedos.
Carmesí sonrió y abrió los ojos. Advirtió la mirada intensa en el rostro de
Kaj. Pero su siguiente pregunta no fue lo que ella se esperaba:
-¿Qué dirías si te dijera que quiero empezar a
traficar armas para la Alianza Rebelde?
La sonrisa de Carmesí desapareció abruptamente. Un
peso plomizo cayó sobre su corazón. Negando lentamente con la cabeza, susurró:
-No.
Kaj volvió a inclinarse hacia ella, levantándole
ligeramente la barbilla para poder ver su rostro.
-¿Qué ocurre?
Carmesí tragó saliva con un nudo en la garganta.
-Mi mejor amigo en toda la galaxia fue descubierto
traficando con bienes e información para la Alianza. –Una única lágrima se
deslizó por su mejilla-. Traté de ayudarle y yo misma terminé en la lista de
los más buscados del Imperio.
Kaj apartó suavemente la mejilla y luego le tomó la
mano.
-De modo que así terminaste en el Oasis –dijo,
recordando donde se habían conocido por primera vez-. ¿Qué pasó con tu amigo?
-Está muerto –dijo Carmesí, con voz triste pero
llena de rabia-. Kaileel trató de venderme su “buena causa”, su rebelión, y
casi me dejo convencer. ¿Pero qué le ofreció a él? Murió y a nadie le importó.
–Apartándose de Kaj, miró por la ventanilla con la mirada perdida-. ¿Cómo puede
ser buena cualquier causa si acabas
arriesgando tu vida? ¿O perdiendo a la gente que más quieres?
-¿Qué gente? –preguntó Kaj.
-Olvídalo –respondió cortante, deseando poder
apartar para siempre los dolorosos recuerdos. Pero en el fondo de su mente
sabía que eso nunca ocurriría. ¿Cómo podría olvidar al hermano que murió en
Ralltiir, al padre con el que no había hablado en años, al amante que servía al
Imperio y que mató a su mejor amigo?
-Siento lo de tu amigo, Carmesí. En serio, lo
siento. Pero no planeo morirme todavía. Y las “buenas causas” no tienen nada
que ver con esto. Tal vez no sea correcto no tener unos ideales tan elevados y
poderosos, pero, ya sabes... Nosotros, los comerciantes libres... trabajamos
donde están los créditos.
-¿Créditos? ¿Los rebeldes tienen créditos?
–preguntó sarcásticamente-. Eso sí que es nuevo.
-Bueno, puede que ahora no muchos. Pero tengo la
corazonada de que el Imperio se dirige hacia una supernova, si sabes lo que
quiero decir. Cuando todo haya acabado, quiero estar en el lado correcto. Y
para mí el lado correcto es el lado que paga.
De pronto, el Kajme
se sacudió con violencia.
-¡Maldición! –gritó Kaj. Sus ojos y manos
recorrieron rápidamente los controles de la nave.
-Tres Cazadores de Cabezas acercándose por
cero-nueve-cero –informó Carmesí cuando otro disparo impactó en la nave. Alzó
la mirada-. Es Bwahl.
-No puede ser.
-¿Quién va a ser si no? –preguntó Carmesí-. ¿Tienes
alguna otra vieja deuda que hayas olvidado mencionarme?
-No -dijo Kaj a la defensiva-, ninguna otra deuda.
-Bwahl nos ha hecho seguir –dijo Carmesí constatando
lo obvio mientras molestas luces rojas parpadeaban en su panel de navegación.
Una alarma comenzó a aullar y se volvió a apagarla mientras la nave recibía un
tercer impacto-. Hay también una cuarta nave ahí fuera, acercándose tras esos
cazas estelares. Un ala-Y. Oh, y ese último impacto acaba de inutilizar
nuestros escudos de estribor.
Lanzando al Tryan
Kajme en un cerrado viraje a babor, Kaj dirigió el carguero hacia el
espacio abierto.
-No puede ser Bwahl. No puede ser –repitió,
enfocando su concentración en una lectura del ordenador de navegación-. A la
espera. Cinco segundos para el hiperespacio.
Kaj empujó las palancas del hipermotor, pero las
familiares líneas del salto al hiperespacio no aparecieron. Carmesí meneó la
cabeza mientras Kaj maldecía. Ardía fuego en sus ojos.
-Nadie va a añadir mi nombre a los libros de
historia. Aún no –dijo con calma mientras la nave recibía otro impacto-.
Potencia adicional a los deflectores delanteros.
-¿Qué?
-¡Hazlo! –dijo, maniobrando la nave en un rizo
cerrado que los dejó cara a cara con sus atacantes.
-Tenemos potencia en el extremo delantero
–respondió Carmesí mientras Kaj abría fuego. Los disparos láser del Tryan Kajme rasgaron la oscuridad. Un
Z-95 recibió un impacto y estalló en una bola de llamas.
-¡Uno menos! –exclamó Kaj.
-Eh, Kaj, tenemos una fuga en... –Otra fuerte
explosión casi arranca a Carmesí del asiento del copiloto.
-¡Aguanta! ¡Vamos a bajar! –gritó Kaj.
-¿Bajar? ¿Bajar adónde?
-De vuelta a Ord Mantell...
-Este cascarón va a romperse antes de que lleguemos
al espaciopuerto, Kaj –gritó Carmesí por encima de las alarmas mientras más
disparos pasaban por delante del parabrisas.
-Podemos llegar a la meseta.
-¿La vieja estación de energía estelar?
-Exactamente.
-¡No hay nada ahí, Kaj! –gritó Carmesí mientras su
socio inclinaba fuertemente la nave a babor.
-¡Claro que sí! –insistió Kaj-. Podemos encontrar
materiales que podamos aprovechar para reparar la nave.
-Sí, claro –respondió Carmesí-. Si es que queda
algo que reparar. –Estudió la docena de luces que parpadeaban ante ella-. Los
deflectores traseros no van a aguantar mucho más, Kaj. Será mejor que bajemos a
tierra, rápido.
-Agárrate, Carmesí. Esto no va a tener buena pinta.
Gruesos cúmulos de nubes negras cubrían las
escabrosas tierras de Ord Mantell. Relámpagos restallaban en las nubes como
látigos; los estallidos se sucedían uno tras otro como en un staccato,
iluminando el Tryan Kajme con un
fantasmal brillo blanco. Atrapado en violentas corrientes de viento, la nave se
agitaba mientras caía a plomo por el cielo.
El sudor manaba del rostro de Kaj mientras luchaba
por mantener el control.
-Bueno, ¿dónde está? –preguntó Carmesí.
-Si los sensores aún funcionan, deberíamos estar
prácticamente encima –respondió Kaj-. Inicia el ciclo de aterrizaje.
Carmesí, sorprendida de que sus manos no temblasen,
las desplazó diestramente por una media docena de botones.
-¡Maldición! –exclamó-. ¡Una de las patas de
aterrizaje está atascada!
-¡Demasiado tarde! ¡Allá vamos!
Kaj agarró con firmeza los controles mientras el
carguero tocaba tierra, rebotaba un par de veces en la pista de aterrizaje
llena de baches, y luego inclinaba el morro hacia el suelo antes de deslizarse
hasta detenerse. Un Cazador de Cabezas pasó zumbando sobre ellos, ametrallando
la nave mientras Kaj y Carmesí abrían la escotilla y corrían buscando cobertura
en el interior de la estación de energía abandonada. Tras ellos, aterrizaron el
segundo Cazador de Cabezas y el ala-Y.
-¡Separémonos! –gritó Kaj cuando el fuego de
bláster cortó el aire entre ellos.
Carmesí corrió por un pasillo oscuro y escuchó los
pasos de Kaj desvanecerse en dirección opuesta. En la distancia resonaban los
disparos. Carmesí se detuvo, apretándose contra un muro mientras sacaba su
DL-44 de su funda. Preparada para recibir al enemigo, escuchó atentamente a la
espera de signos de persecución, obligándose a tomar varias respiraciones
largas y profundas. El corazón le latía desbocado.
Hubo voces amortiguadas en la distancia, sonidos de
lucha, voces gritando, y más disparos de bláster. Luego, de pronto, un silencio
mortal llenó la noche.
Carmesí tragó saliva con un nudo en la garganta. ¡Kaj!
-¿Qué hay de la chica? –escuchó que decía alguien.
La respuesta fue ininteligible. No hubo sonido de
pasos acercándose en dirección a Carmesí. Y en cuestión de segundos se escuchó
el inconfundible sonido de dos naves despegando. Sin convencerse del todo de
que se hubieran ido sin ella, Carmesí permaneció inmóvil en su sitio durante
casi una hora. Finalmente, decidió que sus atacantes se habían marchado y se
aventuró a salir con cautela para averiguar qué había ocurrido con Kaj.
Examinó su entorno. La tormenta se había detenido.
Las ruinas de una gran fábrica de acero y plastipiedra se erguían ante ella,
decrépitas y cubiertas de musgo y líquenes. En silencio salvo por el lejano
ulular y los chillos de algunos animales, el lugar parecía desprovisto de vida.
Los restos de una grúa de carga se extendían de un costado del edificio,
terminando abruptamente sobre un escarpado acantilado, cerca del cual yacían el
humeante y desvencijado carguero que había compartido con Kaj.
Caminó hacia la nave, y luego se detuvo y respiró
profundamente. Más allá de la grúa destrozada, a no más de seis metros del
lugar de descanso final del igualmente destrozado carguero, el acantilado caía
hacia un profundo abismo montañoso.
No podía ver el fondo.
Un escalofrío recorrió su sistema nervioso al darse
cuenta de lo cerca que el aterrizaje a ciegas de Kaj había estado de
convertirles en parte permanente del hermoso terreno rocoso.
Temblando, Carmesí se abrió paso por los restos de
la nave, pero tanto el sistema de comunicaciones como los sensores estaban
muertos. Es asombroso que nosotros
sigamos con vida… pensó con un escalofrío ...suponiendo que Kaj aún esté vivo. Advirtió una grieta dentada
que corría a lo largo del casco exterior del carguero. Recuperar este pedazo de
chatarra estaba probablemente fuera de su alcance.
Bueno, Tryan
Kajme... parece que finalmente llegó tu
hora.1
Al escuchar el sonido de botas sobre metal, se dio
la vuelta instintivamente, bláster en mano. Una mujer alta, delgada pero
musculosa, con cabello rubio cortado casi al cero, estaba de pie a la entrada
de la estación. No era atractiva en el sentido convencional, pero tenía el
físico tonificado de una atleta, de alguien acostumbrado al trabajo duro. Pero
era su bláster –enfundado en una fina pistolera de soldado- lo que ponía
nerviosa a Carmesí.
La otra levantó las manos respetuosamente.
-Eh, tranquila, no voy a hacerte daño –dijo con voz
tranquila y controlada-. No soy el enemigo.
Insegura, Carmesí mantuvo su bláster levantado. La
mujer no hizo el menor intento de alcanzar su propia arma.
-¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? –preguntó Carmesí-.
Esta estación lleva años abandonada.
-Thune –respondió la mujer-. ¿Y tú eres...?
-Soy yo quien está haciendo las preguntas, y hasta
ahora sólo has respondido una de ellas.
Thune la examinó en silencio.
-Muy bien. Estaba buscando en las ruinas. Cuando
escuché todo el ruido, pensé que alguien me había visto y vine a comprobarlo.
¿Una carroñera? Carmesí entrecerró los ojos. La
mayor parte de los carroñeros que había conocido tenían un aura de
desesperación a su alrededor, nacido de los duros tiempos que les habían
conducido a convertirse en carroñeros. Thune parecía demasiado limpia,
demasiado segura de sí misma, para ese papel. Carmesí no dijo nada, pero
mantuvo el bláster levantado.
Lentamente, la mujer bajó las manos pero no trató
de agarrar su bláster.
-¿Te importaría guardar el arma?
-¿Para qué, para que puedas dispararme?
-No, porque no me gusta que me apunten con un
bláster. Un pequeño tic nervioso, y estoy viviendo con los Jedi. –Sintiendo la
incertidumbre de Carmesí, añadió-: Mira, ya ves que estoy armada; si te
quisiera muerta, te habría disparado por la espalda antes de que supieras
siquiera que estaba aquí.
La verdad en las palabras de Thune desconcertó a
Carmesí. Tenía razón. ¿Pero valía la pena correr el riesgo? Ahora mismo,
Carmesí era la única esperanza de supervivencia para Kaj. Y parecía que esta
carroñera podría ser su único modo de abandonar la meseta. Decidió confiar en
la mujer. Por ahora. Thune sonrió cuando bajó el bláster.
-Gracias. –Miró más allá de Carmesí-. Bonita nave.
Lástima que tuvieras que estrellarla. Ya no irá a ninguna parte.
Dejando escapar un suspiro con la respiración que
llevaba demasiado rato conteniendo, Carmesí se apoyó contra el carguero muerto.
-Sí, bueno, parece que yo tampoco.
-¿Qué ha pasado ahí fuera?
Insegura de su compañera, Carmesí decidió no
abundar en detalles.
-Piratas. Abrieron fuego sobre nosotros cuando nos
acercábamos a la velocidad de escape. Nos pillaron desprevenidos. Le dieron a
nuestro estabilizador.
-¿Nuestro? –Thune señaló el carguero-. ¿Hay alguien
más ahí dentro? ¿Están heridos?
Carmesí hizo una mueca ante su desliz.
-Sólo yo y la nave. Tiendo a pensar en ella como en
una socia.
Thune asintió.
-Lo entiendo. El Facetado y yo hemos estado juntos muchos años, y si alguna vez lo
perdiera sería como perder a un amigo.
-¿Dónde está tu nave?
-Oculta.
-Escucha, llevo doscientos créditos conmigo. Es
todo lo que tengo. Son tuyos si me llevas de vuelta al espaciopuerto.
-Doscientos... no es mucho por un viaje hoy en día,
¿sabes?
-Bueno, como he dicho, es todo lo que tengo. ¿Hay
trato?
Thune lo pensó, y luego asintió y comenzó a caminar
rodeando el edificio.
-Trato hecho. Sígueme. –Se detuvo en seco y se
giró-. Una cosa, antes...
Carmesí se puso tensa.
-¿...Cómo te llamas?
Carmesí pensó en mentirle, pero decidió no
molestarse.
-Carmesí.
-Encantada de conocerte. Especialmente ahora que no
tienes un bláster apuntándome. Vamos; mi nave está a la vuelta de la esquina.
1 En el original, “parece que finalmente te han atrapado”, realizando un juego de palabras con el nombre de la nave. En inglés, Tryan Kajme suena muy parecido a Try and catch me, que vendría a significar algo así como “Atrápame si puedes”. Antes de rebautizar la nave tratando de hacer algo similar en castellano (“Akeno Mepiyas” o algo por el estilo, que suena francamente mal), prefiero mantener el nombre original, que además incluye en su interior el nombre del propietario de la nave (Kaj). (N. del T.)
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