Recompensa
Carmesí
Charlene
Newcomb y Rich Handley
-¡Maldito seas, Kaj Nedmak! –gritó Carmesí,
empapada de sudor. Sus rizos rojos estaban apelmazados en su frente y las
lágrimas saltaban de sus ojos.
Un disparo pasó rozando su caza estelar. Carmesí
sujetó los mandos de la nave con ambas manos y se inclinó bruscamente a babor.
-¿Esto es lo que gano por ayudar a un amigo?
¡Supongo que nunca escarmentaré! –Inclinándose a estribor, gritó-: ¡Tú me has
metido en este lío! ¡Tú y tus deudas de juego... pagarle a Rass, traicionando a
Bwahl! Si aún sigues vivo... –hizo una pausa lo bastante larga para arrojar su
ala-Y en un barril picado, tratando desesperadamente de esquivar a su
perseguidor- ¡...te mataré yo misma!
Otro disparo sacudió su nave. Tras ella, el carguero
del cazarrecompensas imitaba cada uno de sus movimientos. El fuego láser
trazaba arcos por el negro vacío del espacio profundo, momentáneamente
invisible contra la silueta de Ord Simres antes de golpear su costado de
estribor.
-Nunca te perdonaré esto, Kaj –dijo en voz baja.
Guiando la nave en un giro de 180 grados, Carmesí bloqueó sus cañones láser en
disparo continuo. Estableció el ala-Y en un curso de impacto y se lanzó contra
su atacante. En cuestión de segundos, todo habría terminado.
Con la nave de su adversario llenando rápidamente
la pantalla, Carmesí susurró silenciosos adioses a cualquiera que en algún
momento hubiera significado algo para ella, mientras su visión se estrechaba y
su consciencia se desvanecía...
***
-¿Sabes, Roja? Tu problema es que tienes una visión
muy limitada.
Celia “Carmesí” Durasha se giró en su asiento de
copiloto, con los brazos cruzados a la defensiva, y el fuego de sus ojos
haciendo juego con el color rojo fuego de sus cabellos.
-¿Así que volvemos a eso? ¿No puedes pensar nada
mejor que decir, de modo que insultas mi visión? Qué típico, Kaj. Qué
malditamente típico. –Se frotó con cansancio las piernas entumecidas; arreglar
el colector de impulso dañado le había costado todo el día, y esta discusión,
que no era la primera que él y su socio corelliano habían tenido en los últimos
días, no aliviaba en absoluto su dolor muscular-. Bueno, pues mi visión
funciona perfectamente, gracias, y ahora mismo veo a un hombre que se está
metiendo de lleno en problemas. –Se volvió y le miró directamente a los ojos-.
Y no me llames “Roja”. Sabes que lo odio.
Kaj Nedmark mostró los dientes a su socia en una
media sonrisa, recostándose en el cuero de bantha con el que había
personalizado el asiento del piloto de su carguero YT-2400, el Tryan Kajme.
-¿Problemas? Ahh, no estoy preocupado por Bawhl. Es
sólo un cargamento. En algún momento podremos pagarle. ¡Ten algo de fe!
-“En algún momento”... Ves, ya empiezas de nuevo,
Kaj. Nunca te tomas nada en serio, y siempre soy yo quien acaba pagándolo.
Cuando Bwahl venga buscando su dinero, no le va a importar si yo tengo algo que
ver o no con tu pequeño plan; simplemente nos matará a ambos, se llevará la
nave, y acabará con ello. Eso es lo
que mi “visión” me dice.
-Bueno, entonces tal vez necesites gafas.
-Eso no tiene gracia, y estás evitando la cuestión.
Soltando un sonoro suspiro, Kaj se puso las manos
en las rodillas.
-Mira, Roja... –Al ver cómo ella entrecerraba los
ojos, suavizó su expresión. Le tomó la mano con suavidad-. Carmesí, no estoy
tratando de evitar ninguna cuestión, simplemente tiendo a ver las cosas de
forma más optimista que tú, eso es todo. Todo saldrá bien... confía en mí.
Carmesí soltó un bufido, pero parte de la ira
abandonó su voz. Se puso de pie y estiró las piernas.
-Confío en ti, Kaj. No habría permanecido siendo tu
socia durante dos años si no confiase en ti. Pero esto no es una cuestión de
confianza, y ya es hora de que afrontes los hechos. Estás corriendo un riesgo
muy elevado con nuestras dos vidas: cuando Bawhl descubra lo que ocurrió
realmente con ese cargamento de armas, va a ponerse tan furioso como un rancor
hambriento. No, lo retiro; sería más fácil enfrentarse a un rancor hambriento.
Lo estás subestimando si crees que va a tragarse nuestra historia de “piratas”
tan fácilmente. Necesitamos pensarlo mejor.
-Ah, se lo creerá. Bwahl el hutt no es ningún
tonto; no querrá perder la oportunidad de recuperar su dinero con intereses. En
el fondo, es un hombre de negocios.
-Un hombre de negocios con la reputación de matar a
cualquiera que trate de engañarle...
-¿Quién le está engañando?
-...A quien ya conseguiste hacer enfadar, no hace
demasiado tiempo...
-Todo eso es agua pasada, Carmesí. ¡Estoy seguro de
que Bwahl ya ha olvidado todo el asunto del Alcance Gordiano!
-...Que es demasiado listo como para no darse
cuenta de que le estás mintiendo.
-Con el tiempo, obtendrá su dinero. Cuando todo
esto haya acabado, él cobrará, Rass cobrará, tú vivirás, yo viviré, ¡todos
felices, nadie sale herido!
Ella lo atravesó con una mirada punzante.
-¿Y qué pasa si él
no lo ve de ese modo?
-Bueno, entonces simplemente tendremos que
atravesar ese campo de asteroides cuando lleguemos a él, ¿no?
-Sí, bueno, no quiero terminar como escombros en
ese campo, Kaj, así que más vale que cuando lleguemos a Yefowr superes tu
record de escapar de aprietos a base de labia.
***
El espaciopuerto de Taskeed bullía de tráfico,
aunque de algún modo parecía tan oscuro y ominoso como las arenas negras de las
Llanuras Desoladas que lo bordeaban. Las sombras envolvían las calles donde los
incautos podrían encontrarse sorpresas letales. Yefowr, similar a otros puertos
de contrabandistas como Mos Eisley, Soco-Jarel, o Nar Shaddaa, no era un lugar
seguro para visitar a menos que uno supiera en lo que se metía.
Pagando al jefe de muelle una larga serie de
tarifas que apenas tenían créditos suficientes para cubrir, Kaj y Carmesí
caminaron a una cantina de aspecto medianamente respetable, el Diente del
Sable. Se sentaron en un reservado al fondo, donde tenían instrucciones de
esperar. Un fuerte aroma a tabaco carababba flotaba en la sala, mezclado con el
olor rancio de numerosas sustancias intoxicantes. Carmesí advirtió que había en
marcha varios juegos de azar: sabacc, locura de Nierer, dos manos, e incluso
dootch. Sin embargo, ninguno de esos juegos era especialmente de su agrado; de
algún modo, los juegos de cartas y dados nunca mantenían su interés por mucho
tiempo, para disgusto de Kaj como ávido jugador de sabacc. Los juegos de
tablero holográficos eran otra cosa... ¡oh,
estar de vuelta en Vorzyd 5 para una partida de Oportunidad Cósmica!
Ahora no era el mejor momento para estar pensando
en juegos, se recordó Carmesí cuando Kaj le golpeó el pie y señaló con la
cabeza, casi imperceptiblemente, hacia la puerta trasera. Pocos habrían visto
siquiera su gesto, pero ambos se habían acostumbrado bastante al lenguaje
corporal del otro –tal vez un poco más acostumbrados de lo que cualquiera de
ellos estaría dispuesto a admitir- y supo inmediatamente lo que significaba:
permanece alerta... empieza la diversión.
A través de las sombras de la ancha puerta entraron
dos elomin y un weequay que miraron en silencio a los contrabandistas que
permanecían sentados. A simple vista, ninguno de ellos estaba armado, pero Carmesí
no tenía la menor duda de que todos ellos podrían mostrar cualquier cantidad de
armas letales en cuestión de un instante. Un minuto después entró deslizándose
en la sala un gran aerotrineo, sobre el cual descansaba la repugnante y
nauseabunda masa que respondía al nombre de Bwahl el hutt. Repugnante incluso para los estándares hutt,
a Bwahl le faltaba un ojo y su viscosa piel tenía una enfermiza palidez
grisácea que le daba la apariencia de estar hecho de arcilla.
Bwahl y sus tres guardaespaldas se acercaron a la
mesa. Carmesí, siguiendo el ejemplo de Kaj, se levantó lentamente. El hutt los
miró detenidamente a ambos, evaluando las curvas de Carmesí mientras su lengua
se meneaba lujuriosa. Ella sintió nauseas, pero se obligó a dejarlas a un lado.
Kaj frunció el ceño, cambiando su postura y
colocándose protectoramente entre Carmesí y la babosa gigante. Capaz de hablar
huttés con cierta fluidez, saludó a Bwahl en su lengua nativa.
-Kaj! Mal shoda,
mi buki! –La voz grave y áspera del hutt resonó por toda la sala.
Kaj pasó al básico para que Carmesí pudiera seguir
el contexto de la conversación.
-Y yo a ti, Bwahl. Hemos venido a recoger el...
eh... cargamento, como nos solicitaron.
-Ba naska po
feda tos numa wenghi!
-Ah, los permisos no serán un problema; ya me he
encargado de eso.
-Nerota
datcha Tammuz-an.
-¿Tammuz-an? Bueno, no sé por qué podría
interesarte una bola de barro como Tammuz-an, pero, oye, tú decides. Puedo
llevarlo hasta allí en dos días, tres como máximo.
-Wanani no
dutche Torqua-na!
La mandíbula de Kaj se tensó.
-¡Eh, eso
no fue culpa mía! ¿Quién iba a saber que el Imperio iba a decidir montar un
bloqueo en el Alcance Gordiano? No había forma de llegar a Torque. Deberías
haberme dicho...
-Bal forta
meecha koj?
Carmesí contuvo el aliento, dándose cuenta del
error de Kaj. Por suerte, Kaj también se dio cuenta.
-Eh, no... no, por supuesto que no; fue todo
completamente culpa mía. Debería haber comprobado mis permisos antes de llegar,
tienes razón. Esta vez no pasará lo mismo, no te preocupes.
-Kal navu
boska! Trory na.
Conforme Bwahl se volvía para marcharse, una
carcajada hutt llenó la sala, acompañada de risitas de sus secuaces. El weequay
les indicó que les siguieran, cosa que hicieron.
-¿Qué ha sido eso último que ha dicho? –susurró
Carmesí.
Kaj tenía los ojos clavados en el aerotrineo del
hutt que se dirigía hacia el muelle.
-Ha dicho: “No soy yo quien debería preocuparse,
sino vosotros”.
-Te dije que esto era un error, Kaj.
Por una vez, Kaj Nedmak no tenía una respuesta
ingeniosa para ella.
***
Una hora más tarde, el Tryan Kajme despegaba de Taskeed, con la bodega llena con un
surtido de piezas de bláster, paquetes de energía de repuesto, cortabrillos,
vibrohojas, y otras armas.
Desde su asiento del copiloto, Carmesí se volvió a
Kaj.
-Bueno, ¿y ahora qué?
-Ahora ponemos rumbo a Tammuz-an. Estoy seguro de
que Bwahl nos está rastreando, y de este modo pensará que vamos a entregar las
armas allí, como está previsto.
Carmesí frunció los labios, meneando nerviosamente
la cabeza.
-Te das cuenta de que esto nos va a apartar
demasiado del camino, Kaj... Tammuz-an está muy lejos de Ord Mantell.
Esperando poder aplacar sus temores, Kaj colocó
suavemente la mano sobre la de ella.
-No vamos a recorrer todo el camino hasta
Tammuz-an; sólo lo bastante lejos para engañar a los sensores de seguimiento de
Bwahl. Una vez fuera del alcance, haré girar la nave hacia Ord Mantell para que
podamos llegar a la cita con nuestro viejo amigo Rass.
Cuando ella no respondió, se volvió al ordenador de
navegación y tecleó las coordenadas necesarias.
Carmesí miró con aire escéptico a su socio,
negándose a conceder que puede que su plan funcionase.
-Algún día, Kaj, uno de estos planes tuyos te va a
salir por la culata, y cuando ocurra, espero no estar ahí para verlo. –Una pizca de diversión asomó en un
extremo de sus labios.
Él le devolvió la sonrisa.
-Bueno, entonces ya somos dos.
***
Al llegar a Ord Mantell una hora antes de su cita
con Rass, los contrabandistas visitaron la Taberna de Nadie en busca de un poco
de raava fresco. La mayoría de las mesas tenían juegos de tablero integrados,
bien holográficos o manuales. Notando el interés de Carmesí en los juegos, Kaj se
rio.
-No sé qué es lo que tienes con los juegos de
tablero, Carmesí. Si quieres mi opinión, necesitas jugar a un auténtico juego
de contrabandista.
-¿Como el sabacc? Si no recuerdo mal, fue tu
obsesión con este juego auténtico en
particular lo que nos metió en este lío, para empezar.
-Eh, tuve una mala noche, ¿de acuerdo? A veces
pasa. Tenía un posible Arreglo de Idiota a punto de salir hasta que un pastor
de nerfs con un intercambiador sacó un Tres de Cálices y me limpió. No pude
demostrar que el tipo estaba haciendo trampa, y Rass cubrió mis apuestas. No es
que eso pase habitualmente.
-No, en absoluto. Habitualmente, ni siquiera llegas
a estar cerca de ganar.
Kaj dejó caer las manos en señal de derrota.
Carmesí se descubrió observándole con el rabillo del ojo, advirtiendo las
claras diferencias entre él y Adion Lang. Eran diferentes, y pese a todo había
algo en el valor y la chulería de Kaj que le recordaba al hombre al que había
amado. Tal vez cuando todo este lío esté
solucionado, se dijo a sí misma.
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