Operaciones
especiales: Puntos de recogida
John Beyer y
Kathy Burdette
Había comenzado a llover de nuevo. El coronel
Stijhl lo sabía, aunque estuviera en su oficina, porque olía el ozono y el gas
shvash que procedía del hangar, y se preguntó vagamente por qué estaban
abiertas las puertas blindadas.
-Eh... ¿Coronel? Acaba de ocurrir algo malo.
Stijhl levantó la mirada de los manifiestos de
carga y calendarios de envíos pulcramente ordenados sobre su escritorio.
Kovings estaba de pie en la puerta, toquiteando nerviosamente su auricular.
-¿Qué ocurre, Kovings? –preguntó Stijhl, sin estar
realmente interesado. Kovings, que realizaba la doble función de oficial de
comunicaciones y de cubierta, era un muchacho agitado que se dejaba llevar por
el pánico con cualquier cosa.
-Acabo de darle permiso de aterrizaje en el
Listo-Uno a un carguero ligero –dijo Kovings.
-¿Y?
-Está registrado como El Creador. La señal de llamada pertenece a una tal comandante
T’Charek...
Stijhl dejó caer su tableta de datos. Completó la
frase de Kovings.
-Haathi.
-Exactamente.
Stijhl sintió que le latía la vena del cuello.
-¿Señor? –Kovings ya estaba blanco.
-Sí, Kovings. –El coronel estaba a punto de dejar
caer la cabeza sobre el escritorio, pero con Kovings mirando, simplemente se
recorrió con las manos el cabello, que ya empezaba a escasear y estaba cortado
muy corto, y respiró profundamente.
-Debería haber respondido “no” a su solicitud,
¿verdad? –preguntó Kovings, retrocediendo con cautela hacia la puerta.
-No, está bien. No deberías haber dicho “no”.
Kovings sonrió como si le hubieran dado un ascenso
de campaña.
-Deberías haber abierto fuego –dijo Stijhl.
***
A bordo de El
Creador, Morgan trabajaba en una estrecha apertura de mantenimiento
tratando de arreglar la matriz de energía. Apenas había el espacio suficiente
para poder encajar todo su cuerpo en la sala; permanecía casi con la mitad del
cuerpo fuera de la puerta, mirando los monitores, escuchando el sonido zumbante
de alguna pieza de maquinaria que se había activado en alguna parte entre las
cajas. Morgan lo encontró relajante y cerró los ojos.
Mientras Morgan permanecía atormentando su mente en
su propia oscuridad, sus constantes vitales estaban siendo evaluadas. El
asesino que se encontraba entre las cajas se preparaba para eliminarlas.
***
-¡Aten-ción!
–gritó Haathi.
A la orden de Haathi, Jayme adoptó una exagerada
posición de firmes. A Nord le entró el pánico y lo hizo en serio. Stijhl subió
la rampa y sintió vergüenza.
-Déjenlo ya –dijo.
Haathi le ofreció la mano al coronel.
-Comandante Haathi –dijo él, estrechándosela-.
Comandante T’Charek Haathi.
-Me alegro de volver a verle, coronel –dijo Haathi.
-Sí, ya. ¿A quién trae con usted?
-Este es mi oficial ejecutivo, capitán Ivhin Jayme.
Lo robé de los comandos urbanos.
Jayme, un hombre musculoso y de tez oscura, ofreció
al coronel un breve pero firme apretón de manos.
-Y ahí está el Señor Exaltado Dren Nord del Gran
Alto Mando de la Alianza –dijo Haathi.
-Capitán Nord –dijo Nord, avanzando frente a
Haathi-. Soy médico.
-¿Doctor Nord? –dijo Stijhl-. ¿No le vi en un
crucero Mon Cal cerca de Ryloth?
-¡Sí, señor! Entonces era jefe de cirugía.
-¿Y qué es usted ahora?
-Es mi médico de campo –dijo Haathi.
-¿Pasó usted de ser jefe de cirugía en una nave
capital a quitarles el polvo a estos bichos raros?
Nord palideció un poco.
-Siempre es bueno poner a prueba los propios
límites, señor.
Haathi ya había descubierto los de Nord. Su primera
misión con el equipo había sido adquirir El
Creador, y casi consiguió que mataran a todo el mundo. Pero no mencionó eso
a Stijhl; la principal razón por la que había ido allí era para presumir de su
ascenso y de su nueva nave. Aunque estaba un poco decepcionada al descubrir que
el propio Stijhl ya no era comandante.
-Señor –dijo Nord-, ¿permiso para desembarcar?
-Oh, concedido, supongo –dijo el coronel. Nord
desfiló delante de los otros y descendió con paso inestable por la rampa de
entrada.
Stijhl comenzó a pasearse lentamente frente a
Haathi y Jayme.
-Bueno –dijo-. Así que, ¿dándose una vuelta
casualmente por el vecindario?
Jayme soltó una leve risita. Stijhl alzó la mirada.
-¿Algo gracioso, capitán?
-Asma –dijo Haathi, clavando su codo en las
costillas de Jayme.
Stijhl se detuvo delante de Haathi y la miró
fijamente, frente a frente.
-Dígame por qué han venido aquí.
-¡Oh, señor –dijo Haathi, uniendo las manos en
actitud suplicante-, la sonda mental no!
-¡Lo sabía! ¡Ha venido sólo para enfurecerme!
-¡No, necesitamos suministros! Acabamos de volver
de una misión de adquisición.
Stijhl dejó escapar un ligero suspiro. Luego
extrajo un comunicador de su cinturón.
-Pendower, ¿puedes subir aquí?
Un par de instantes después, una mujer de cabello
oscuro con un vestido verde y una tableta de datos en la mano subió con largos
pasos la rampa de entrada. No era mucho más alta que Haathi o Jayme, pero con
su postura erguida, casi regia, se alzaba muy por encima del permanentemente
encorvado Stijhl.
-Muéstrame el inventario, Pendower –le dijo.
-Desde luego. –Pendower tecleó rápidamente en la
tableta de datos.
-Esto son la comandante Haathi y el capitán Jayme,
por cierto. Operaciones especiales.
-Uuun momentito –dijo Pendower, levantando un dedo
mientras seguía tecleando con tres-. Muy bien, ¿y qué es lo que necesita,
comandante?
-Necesitamos, eh... unas cuantas varas de luz –dijo
Haathi.
-Medipacs –dijo Jayme al mismo tiempo.
Pendower levantó la mirada. Sus ojos eran grises,
parecidos a la nubosa atmósfera de Gelgelar, pero más oscuros, y un punto
afilados.
-¿En qué quedamos? –preguntó.
-Medipacs –dijo Jayme con su voz profunda y
ahumada, mientras se sentaba en el sofá de la sala y ponía las botas encima.
-¿Y cuántas personas son?
-Cuatro –dijo Haathi.
-¿Cuatro? –preguntó Stijhl-. Sólo he conocido a
tres de ustedes.
-Nuestra técnica está trabajando en una matriz de
potencia defectuosa. Dijo que le dijera “hola”.
-¿Dónde está su médico de campo? –preguntó
Pendower.
-¿No te cruzaste con él en tu camino a la nave? Si
entornas los ojos, se parece a Mon Mothma en pantalones.
Justo entonces, la áspera voz de Morgan se escuchó
por el intercomunicador de la nave.
-¡Eh, capi!
-Morg, por billonésima vez, soy comandante.
-¿Estás lista para esto? Agarraos fuerte.
-Vale, de acuerdo, Morg, nos hemos agarrado.
-Bien, porque creo que...
Hubo un brusco estallido de estática por el
intercomunicador y toda la nave se quedó a oscuras. Dos segundos más tarde, la
iluminación roja de emergencia se activó.
-¡Morgan! –exclamó Haathi-. ¿Qué acaba de pasar?
El intercomunicador estaba muerto. Haathi y Jayme
intercambiaron miradas por un largo segundo de parálisis; Pendower los apartó a
todos a un lado y corrió por el pasillo hacia la bahía de mantenimiento
trasera.
Jayme se quedó mirando el pasillo detrás de
Pendower.
-Ve –le dijo Haathi-. Yo iré a buscar a Nord.
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