miércoles, 2 de octubre de 2013

Operaciones Especiales: Puntos de recogida (I)

Operaciones especiales: Puntos de recogida
John Beyer y Kathy Burdette

Había comenzado a llover de nuevo. El coronel Stijhl lo sabía, aunque estuviera en su oficina, porque olía el ozono y el gas shvash que procedía del hangar, y se preguntó vagamente por qué estaban abiertas las puertas blindadas.
-Eh... ¿Coronel? Acaba de ocurrir algo malo.
Stijhl levantó la mirada de los manifiestos de carga y calendarios de envíos pulcramente ordenados sobre su escritorio. Kovings estaba de pie en la puerta, toquiteando nerviosamente su auricular.
-¿Qué ocurre, Kovings? –preguntó Stijhl, sin estar realmente interesado. Kovings, que realizaba la doble función de oficial de comunicaciones y de cubierta, era un muchacho agitado que se dejaba llevar por el pánico con cualquier cosa.
-Acabo de darle permiso de aterrizaje en el Listo-Uno a un carguero ligero –dijo Kovings.
-¿Y?
-Está registrado como El Creador. La señal de llamada pertenece a una tal comandante T’Charek...
Stijhl dejó caer su tableta de datos. Completó la frase de Kovings.
-Haathi.
-Exactamente.
Stijhl sintió que le latía la vena del cuello.
-¿Señor? –Kovings ya estaba blanco.
-Sí, Kovings. –El coronel estaba a punto de dejar caer la cabeza sobre el escritorio, pero con Kovings mirando, simplemente se recorrió con las manos el cabello, que ya empezaba a escasear y estaba cortado muy corto, y respiró profundamente.
-Debería haber respondido “no” a su solicitud, ¿verdad? –preguntó Kovings, retrocediendo con cautela hacia la puerta.
-No, está bien. No deberías haber dicho “no”.
Kovings sonrió como si le hubieran dado un ascenso de campaña.
-Deberías haber abierto fuego –dijo Stijhl.

***

A bordo de El Creador, Morgan trabajaba en una estrecha apertura de mantenimiento tratando de arreglar la matriz de energía. Apenas había el espacio suficiente para poder encajar todo su cuerpo en la sala; permanecía casi con la mitad del cuerpo fuera de la puerta, mirando los monitores, escuchando el sonido zumbante de alguna pieza de maquinaria que se había activado en alguna parte entre las cajas. Morgan lo encontró relajante y cerró los ojos.
Mientras Morgan permanecía atormentando su mente en su propia oscuridad, sus constantes vitales estaban siendo evaluadas. El asesino que se encontraba entre las cajas se preparaba para eliminarlas.

***

-¡Aten-ción! –gritó Haathi.
A la orden de Haathi, Jayme adoptó una exagerada posición de firmes. A Nord le entró el pánico y lo hizo en serio. Stijhl subió la rampa y sintió vergüenza.
-Déjenlo ya –dijo.
Haathi le ofreció la mano al coronel.
-Comandante Haathi –dijo él, estrechándosela-. Comandante T’Charek Haathi.
-Me alegro de volver a verle, coronel –dijo Haathi.
-Sí, ya. ¿A quién trae con usted?
-Este es mi oficial ejecutivo, capitán Ivhin Jayme. Lo robé de los comandos urbanos.
Jayme, un hombre musculoso y de tez oscura, ofreció al coronel un breve pero firme apretón de manos.
-Y ahí está el Señor Exaltado Dren Nord del Gran Alto Mando de la Alianza –dijo Haathi.
-Capitán Nord –dijo Nord, avanzando frente a Haathi-. Soy médico.
-¿Doctor Nord? –dijo Stijhl-. ¿No le vi en un crucero Mon Cal cerca de Ryloth?
-¡Sí, señor! Entonces era jefe de cirugía.
-¿Y qué es usted ahora?
-Es mi médico de campo –dijo Haathi.
-¿Pasó usted de ser jefe de cirugía en una nave capital a quitarles el polvo a estos bichos raros?
Nord palideció un poco.
-Siempre es bueno poner a prueba los propios límites, señor.
Haathi ya había descubierto los de Nord. Su primera misión con el equipo había sido adquirir El Creador, y casi consiguió que mataran a todo el mundo. Pero no mencionó eso a Stijhl; la principal razón por la que había ido allí era para presumir de su ascenso y de su nueva nave. Aunque estaba un poco decepcionada al descubrir que el propio Stijhl ya no era comandante.
-Señor –dijo Nord-, ¿permiso para desembarcar?
-Oh, concedido, supongo –dijo el coronel. Nord desfiló delante de los otros y descendió con paso inestable por la rampa de entrada.
Stijhl comenzó a pasearse lentamente frente a Haathi y Jayme.
-Bueno –dijo-. Así que, ¿dándose una vuelta casualmente por el vecindario?
Jayme soltó una leve risita. Stijhl alzó la mirada.
-¿Algo gracioso, capitán?
-Asma –dijo Haathi, clavando su codo en las costillas de Jayme.
Stijhl se detuvo delante de Haathi y la miró fijamente, frente a frente.
-Dígame por qué han venido aquí.
-¡Oh, señor –dijo Haathi, uniendo las manos en actitud suplicante-, la sonda mental no!
-¡Lo sabía! ¡Ha venido sólo para enfurecerme!
-¡No, necesitamos suministros! Acabamos de volver de una misión de adquisición.
Stijhl dejó escapar un ligero suspiro. Luego extrajo un comunicador de su cinturón.
-Pendower, ¿puedes subir aquí?
Un par de instantes después, una mujer de cabello oscuro con un vestido verde y una tableta de datos en la mano subió con largos pasos la rampa de entrada. No era mucho más alta que Haathi o Jayme, pero con su postura erguida, casi regia, se alzaba muy por encima del permanentemente encorvado Stijhl.
-Muéstrame el inventario, Pendower –le dijo.
-Desde luego. –Pendower tecleó rápidamente en la tableta de datos.
-Esto son la comandante Haathi y el capitán Jayme, por cierto. Operaciones especiales.
-Uuun momentito –dijo Pendower, levantando un dedo mientras seguía tecleando con tres-. Muy bien, ¿y qué es lo que necesita, comandante?
-Necesitamos, eh... unas cuantas varas de luz –dijo Haathi.
-Medipacs –dijo Jayme al mismo tiempo.
Pendower levantó la mirada. Sus ojos eran grises, parecidos a la nubosa atmósfera de Gelgelar, pero más oscuros, y un punto afilados.
-¿En qué quedamos? –preguntó.
-Medipacs –dijo Jayme con su voz profunda y ahumada, mientras se sentaba en el sofá de la sala y ponía las botas encima.
-¿Y cuántas personas son?
-Cuatro –dijo Haathi.
-¿Cuatro? –preguntó Stijhl-. Sólo he conocido a tres de ustedes.
-Nuestra técnica está trabajando en una matriz de potencia defectuosa. Dijo que le dijera “hola”.
-¿Dónde está su médico de campo? –preguntó Pendower.
-¿No te cruzaste con él en tu camino a la nave? Si entornas los ojos, se parece a Mon Mothma en pantalones.
Justo entonces, la áspera voz de Morgan se escuchó por el intercomunicador de la nave.
-¡Eh, capi!
-Morg, por billonésima vez, soy comandante.
-¿Estás lista para esto? Agarraos fuerte.
-Vale, de acuerdo, Morg, nos hemos agarrado.
-Bien, porque creo que...
Hubo un brusco estallido de estática por el intercomunicador y toda la nave se quedó a oscuras. Dos segundos más tarde, la iluminación roja de emergencia se activó.
-¡Morgan! –exclamó Haathi-. ¿Qué acaba de pasar?
El intercomunicador estaba muerto. Haathi y Jayme intercambiaron miradas por un largo segundo de parálisis; Pendower los apartó a todos a un lado y corrió por el pasillo hacia la bahía de mantenimiento trasera.
Jayme se quedó mirando el pasillo detrás de Pendower.
-Ve –le dijo Haathi-. Yo iré a buscar a Nord.

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