lunes, 11 de mayo de 2009

Ascensión y caída de Darth Vader (XVIII)

Capítulo 15

Un orbe de 160 kilómetros de diámetro; la Estrella de la Muerte era del tamaño de una luna de clase IV y era la nave estelar más grande jamás construida. Su casco exterior de acero quadanio tenía dos características que llamaban la atención: una lente cóncava de concentración de superláser situada en su hemisferio superior, y una trinchera ecuatorial que contenía motores iónicos, hipermotores, y bahías de hangar. Aparte de su superláser, que todavía no estaba completamente operacional, el armamento de la Estrella de la Muerte incluía más de 10.000 baterías de turboláser, 2.500 cañones láser, y 2.500 cañones iónicos. Sus hangares contenían 7.000 cazas TIE de motores iónicos gemelos, y más de 20.000 naves militares y de transporte. La tripulación, las tropas y los pilotos de la estación de combate sumaban más de un millón de personas.
La Estrella de la Muerte no impresionaba en absoluto a Darth Vader.
Tras regresar del sistema Tatooine con la princesa Leia como prisionera, Vader y el gran moff Tarkin, de mejillas hundidas, entraron en una sala de conferencias de la Estrella de la Muerte donde ya estaba teniendo lugar una reunión. El almirante Motti, el comandante imperial superior al mando de las operaciones de la Estrella de la Muerte, el general Tagge del Ejército Imperial, y otros cinco oficiales imperiales de alto rango estaban sentados alrededor de una mesa y escucharon cómo Tarkin anunció que el Emperador había disuelto el Senado Imperial, y les aseguraba que el miedo a la Estrella de la Muerte mantendría a los sistemas locales bajo control.
Mientras que el general Tagge seguía preocupado por que los rebeldes pudieran usar en su beneficio los planos de la Estrella de la Muerte robados, el almirante Motti aseguró sarcásticamente que cualquier ataque contra la Estrella de la Muerte sería una acción inútil.
-Esta estación es la potencia definitiva del universo -dijo Motti-, y yo sugiero que la utilicemos.
-No se ofusque con este terror tecnológico que ha construido -previno Vader-. La posibilidad de destruir un planeta es algo insignificante comparado con el poder de la Fuerza.
-¿Pretende intimidarnos con sus cuentos de brujas, Lord Vader? -dijo Motti, con una mueca de desdén hacia el Señor del Sith-. Su funesto culto a esa antigua religión no le ha servido para evitar el robo de los datos grabados, ni le ha permitido encontrar la guarida secreta de los rebel...
Motti dejó de hablar y se llevó las manos a la garganta cuando Vader hizo un movimiento de agarre con su propia mano enguantada al otro lado de la sala de reuniones.
-Su carencia de fe resulta molesta -dijo Vader.
-¡Ya basta! -exclamó Tarkin-. ¡Vader, libérale!
Aunque Vader sólo respondía ante el Emperador, era por orden del Emperador que se encontraba sirviendo a Tarkin en la Estrella de la Muerte.
-Como quieras -dijo Vader mientras bajaba su mano, liberando la garganta de Motti de su agarre telequinético.
Boqueando para recuperar el aliento, Motti se apoyó sobre la mesa.
-Estas disputas no tienen sentido -dijo Tarkin-. Lord Vader nos facilitará el emplazamiento de la fortaleza rebelde para cuando esta estación pueda operar. ¡Entonces aplastaremos la Rebelión de un solo golpe!


Tras la reunión, Vader fue informado de que tenía un mensaje desde el sistema Tatooine. Ya le habían notificado que el escuadrón de tropas de asalto del comandante Praji había descubierto que la cápsula de escape perdida del Tantive IV había llevado dos droides a la superficie de Tatooine, y que los droides habían sido recogidos por un reptador de arena jawa. Vader caminó hasta una consola de comunicaciones, donde un holoproyector parpadeó y cobró vida, proyectando la imagen de dos soldados de arena imperiales completamente armados de pie junto a un hombre y una mujer de mediana edad vestidos con túnicas y arrodillados en el suelo. Cerca de las cuatro figuras, podía verse parcialmente una estructura que Vader reconoció como la cúpula de entrada a una vivienda del desierto.
Vader se dirigió al líder del escuadrón de tropas de arena.
-Informe por circuito cerrado.
-Lord Vader -dijo uno de los soldados de arena, ajustando un control en su casco para que sólo Vader pudiera escuchar su voz-. Los jawas vendieron un droide de protocolo y un astromecánico a estos granjeros de humedad, pero ambos droides han desaparecido.
¿Granjeros de humedad? Intrigado, Vader examinó los hologramas de la pareja arrodillada.
-¿Los nombres de los granjeros? -dijo.
-Owen y Beru Lars, señor -respondió el soldado de arena-. Dicen que no saben dónde están los droides, pero parece como si faltase un deslizador terrestre de su garaje.
Owen y Beru, recordó Vader. La resolución de sus hologramas era lo bastante clara para poder apreciar sus rasgos desgastados y curtidos. Ninguno de ellos parecía cómodo al tener rifles bláster apuntándoles a la espalda. Los años no han sido clementes, pensó Vader, recordando su aspecto el día que Anakin Skywalker los conoció. Ya es hora de que paguen por sus repetidas debilidades.
-¿Sus órdenes, señor? -dijo el soldado de arena.
-Diga al Sr. y la Sra. Lars que parece que tienen problemas para mantener a los droides de protocolo en sus propiedad.
-¿Señor? -dijo el soldado de arena, no del todo convencido de haber escuchado correctamente.
-Luego haga extensiva hacia ellos toda la cortesía que mostraron con los jawas antes de continuar su búsqueda. Establezcan controles para detener cualquier droide que entre a los espaciopuertos de Mos Espa o Mos Eisley. Y una cosa más.
-¿Sí, señor?
-No deje de transmitir hasta que yo corte la conexión.
-Entendido -dijo el soldado de arena.
Vader observó a los soldados de arena ejecutar sus órdenes sobre sus víctimas indefensas. Encontró que la visión de las llamas alzándose -incluso siendo hologramas de llamas que ardían a millones de años luz de distancia- era muy satisfactoria.
Cuando el hogar de la familia Lars quedó transformado en un infierno, Vader desactivó el holo-proyector. Se dirigió al tubo de ascensor más cercano, y fue rápidamente transportado al subnivel cinco de la zona de detención AA-23, que estaba reservada para prisioneros políticos.
Hora de hablar con la princesa.


La puerta de la celda de detención 3187 se deslizó hacia el techo y Darth Vader se agachó cruzando la puerta, seguido por dos soldados imperiales con uniformes negros. En el interior de la celda, la princesa Leia estaba sentada en un desnudo lecho metálico que sobresalía de la pared.
-Ahora, alteza, vamos a hablar del lugar donde se encuentra esa base rebelde oculta -dijo Vader, cerniéndose amenazante sobre la prisionera.
Se escuchó un zumbido eléctrico detrás de Vader, y entonces un droide interrogador negro y esférico entró flotando lentamente a la celda. La sección media del droide estaba rodeada por un sistema de elevadores de repulsión, y su exterior estaba cubierto con dispositivos que incluían un sistema de electroshock, dispositivos de tortura sónica, jeringuilla de químicos, y detector de mentiras.
Los ojos de Leia se abrieron como platos al ver el droide, y Vader prácticamente podía saborear su terror.
-¡Aleja eso de mí! -dijo ella
Vader agarró a su prisionera, sujetándole los brazos a los costados mientras el droide interrogador se acercaba. El brazo inyector del droide silbó brevemente y entonces Leia gritó y cayó de espaldas, golpeando el muro de la celda con un ruido seco.
-No puedes... -dijo-. No pue...
-Alteza -dijo Vader con su voz más suave-. Escuche mi voz.
Los ojos de Leia giraban en sus cuencas, incapaces de enfocarse en nada.
-V-voz... tartamudeó.
-Eso es. Escuche... Yo soy su amigo.
-¿Qu...? ¿Amigo? -dijo Leia, y luego se estremeció-. No...
-¡Sí! -insistió Vader, viendo cómo ella caía más profundamente en un estado hipnótico-. Confía en mí, puede confiar en mí. Todos sus secretos están a salvo conmigo.
-¿Mmmm? -Leia se lamió los labios-. ¿A salvo?
-Eso es, a salvo. Usted está a salvo aquí. Está entre amigos. Puede confiar en mí. Yo soy un miembro de la Alianza Rebelde, como usted.
El rostro de Leia mostró una ráfaga de alivio.
-¿Rebelde? -murmuró.
-¿Qué hizo con los planos de la Estrella de la Muerte? ¿Dónde están? ¡Los rebeldes necesitan saberlo! ¡Ayúdenos, Leia!
-No -gimió ella, cerrando los ojos-. ¡No puedo!
-Es su deber -instó Vader-. Su deber con la Alianza. Su obligación con Alderaan y con su padre. ¡Es su deber decirnos dónde están esas grabaciones!
-¿Padre? -dijo Leia, con los ojos todavía cerrados.
-Sí -dijo Vader-. ¡Su padre ordena que nos lo diga!
-Padre... no lo haría.
Cada vez más impaciente, Vader usó sus propios poderes psíquicos para hacer creer a Leia que estaba sufriendo un dolor atroz,pero después de varios minutos, terminó con la investigación. Sintió que ella tenía un poder innato que no sólo era formidable de por sí, sino que había sido aumentado con ciertas disciplinas físicas y mentales. No se le vencería fácilmente.
Abandonando la celda de detención, fue a informar al gran moff Tarkin a la sala de control de la Estrella de la Muerte.
-Su resistencia a la prueba mental es considerable -dijo Vader-. Costará bastante tiempo arrancarle cualquier información.
Justo entonces, el almirante Motti se acercó a Tarkin y le informó de que la Estrella de la Muerte por fin estaba plenamente operativa. Tarkin miró a Vader.
-Quizá acabará cediendo ante una nueva forma de persuasión -dijo.
-¿Qué quieres decir? -preguntó Vader.
-Creo que ya es hora de demostrar el poder total de esta estación -dijo Tarkin-. Ponga rumbo a Alderaan -ordenó, volviéndose haca Motti.
-Será un placer -respondió Motti con una sonrisa malvada.
Al darse cuenta de lo que pretendía Tarkin, Vader observó al hombre con un nuevo respeto. El Señor Oscuro había hecho muchas cosas horrendas e imperdonables, pero parecía que Tarkin -al menos en este caso- era incluso más diabólicamente inventivo. En cualquier caso, Vader tenía una preocupación con respecto al esquema de Tarkin.
-Alderaan es uno de los sistemas interiores más importantes -dijo Vader-. El Emperador debería ser consultado.
-¡No desafíes mis órdenes! -exclamó Tarkin-. ¡Ahora no estás tratando con Tagge o Motti! El emperador me ha puesto al mando de este asunto con carta blanca, ¡y la decisión es mía! Y así obtendrás tu información mucho antes.
Vader había sospechado durante mucho tiempo que el gran moff Tarkin estaba loco, pero no fue hasta ese momento, en el que Tarkin se dirigió a él de ese modo, sin pizca de miedo, cuando a Vader ya no le cupo la menor duda.
-Si su plan sirve a nuestro propósito -dijo Vader-, se justificará a sí mismo.
-La estabilidad del Imperio está en juego -dijo Tarkin-. Un planeta es un precio pequeño que pagar.


Liberada de su celda y llevada ante el gran moff Tarkin en la sala de control de la Estrella de la Muerte, la princesa Leia estaba de pie contra el pecho de Vader con sus ojos fijos en una ancha pantalla que mostraba el planeta Alderaan. Después de que Tarkin amenazase con destruir su planeta natal a menos que revelase la ubicación de la base rebelde, ella les dijo que los rebeldes estaban en Dantooine. De todas formas, Tarkin estaba determinado a probar que el Imperio estaba preparado para usar la Estrella de la Muerte sin la mínima provocación.
Había miles de millones de personas en Alderaan, incluyendo a Bail Organa, y todos estaban a punto de morir. Mientras el superláser de la estación de combate se cargaba, Vader sintió que la princesa se estremecía de miedo.
Tú te lo has buscado, pensó.
El rayo verde del superláser se disparó contra Alderaan, enviando el planeta entero al olvido.

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