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-Intentemos robar una lanzadera de tripulación –dice Luke-. Este uniforme no engañará a nadie una vez que encuentren a ese último soldado de asalto. Erredós, ¿puedes conducirnos a cualquier cosa que parezca una bahía de lanzaderas con poco tráfico?
El droide emite un pitido afirmativo. Cuatro horas más tarde, Erredós les ha dirigido recorriendo un pasillo de 50 metros de largo hasta un conjunto de puertas. Un único soldado de asalto monta guardia.
Luke detiene el carro repulsor frente al soldado y desciende.
-¿Tienen una lanzadera preparada ahí dentro?
Apoya con aire casual su mano derecha sobre el sable de luz.
El soldado asiente.
-¿Tiene un código de autorización?
-¡Puedes estar seguro! –dice Luke, desenganchando el sable de su cinturón.
El soldado de asalto alza su bláster hacia Luke. Es lo peor que podía haber hecho; a corta distancia, el sable de luz de Luke es el doble de efectivo que cualquier rifle. Activa la hoja y raja al soldado desde el hombro hasta el esternón de un golpe limpio. El imperial está muerto antes de golpear el suelo.
Luke y sus compañeros cargan rápidamente el estropicio en el carro repulsor. Conduce hacia la intersección y bloquea el mecanismo de dirección, y luego abre gas a fondo. El carro sale disparado por el pasillo.
El grupo vuelve al pasillo y abre las puertas. Dentro, tres lanzaderas reposan en sus plataformas de lanzamiento. Un único oficial controla una pequeña estación de despachos que domina la bahía. Luke sube a la estación de despachos, con su sable de luz desactivado en la mano derecha.
El oficial abre sin atisbo de duda.
-¿Qué ocurre?
-Necesito una lanzadera.
-¿Cuál es su código de autorización?
-No me haga repetirlo todo de nuevo. Ya se lo he explicado al soldado.
-Como si se lo ha explicado al viejo en persona. Tengo mis órdenes.
Luke activa el sable de luz. La hoja zumbante atrae la mirada del oficial, pero no hace ningún movimiento para atacar a Luke.
-Tiene nuevas órdenes. Autorice el despegue de una lanzadera... y ni se le ocurra pensar en activar alarmas secretas. Usted viene con nosotros.
-Sí, señor –dice el oficial. Introduce un código, luego señala a la lanzadera más cercana-. Esa.
-Buen muchacho –dice Luke-. Vamos.
El imperial les precede para entrar en la lanzadera. Luke entrega el prisionero al cuidado de Gideon y se acomoda en el asiento del piloto. Aunque los controles no le son familiares, pronto se hace una idea de su funcionamiento. Pocos minitos después, la lanzadera asciende a la negra atmósfera de Tol Ado.
El camino de salida de la atmósfera del planeta es rudo y turbulento, pero transcurre sin incidentes. Diez minutos después, abandonan el pozo de gravedad del planeta.
-¿Y ahora a dónde? –pregunta Gideon.
-Estas lanzaderas sólo tienen combustible para llegar a una estación orbital –dice el oficial.
-¿Dónde podemos encontrar otra nave? –pregunta Luke.
Gideon sonríe malévolamente y golpea al oficial en la cabeza. El oficial cae con fuerza al suelo.
-¿Qué tal el centro del turistas? Podemos tomar prestado algo rápido y estar lejos para cuando vuelva en sí.
-Buena idea –dice Luke-. Pero será mejor dejar que se enfríen las cosas antes de tratar de recuperar tu nave.
-¡Maldita sea! –dice Gideon-. No vale la pena dejar que te maten por esa nave minera. La recogeré en cosa de una semana.
El resto del plan transcurre sin problemas. Luke encuentra su ala-X y regresa a salvo a la base rebelde. Mon Mothma en persona escucha su informe, prestando especial interés a su encuentro con Erling Tredway. Aunque elogia su valor, Luke siente un profundo sentimiento de decepción en su forma de hablarle. No hace falta esforzarse mucho ni ser muy listo para darse cuenta de que Erling Tredway es alguien muy importante para ella. ¿Pero por qué? ¿Y cómo podría Luke haberle convencido para que escapase?
Luke escapó con vida de esta aventura. Es más de lo que la mayoría de visitantes de Tol Ado puede decir. Vuelve a la sección uno para ver si puedes descubrir el secreto de cómo rescatar a Erling Tredway.
-Intentemos robar una lanzadera de tripulación –dice Luke-. Este uniforme no engañará a nadie una vez que encuentren a ese último soldado de asalto. Erredós, ¿puedes conducirnos a cualquier cosa que parezca una bahía de lanzaderas con poco tráfico?
El droide emite un pitido afirmativo. Cuatro horas más tarde, Erredós les ha dirigido recorriendo un pasillo de 50 metros de largo hasta un conjunto de puertas. Un único soldado de asalto monta guardia.
Luke detiene el carro repulsor frente al soldado y desciende.
-¿Tienen una lanzadera preparada ahí dentro?
Apoya con aire casual su mano derecha sobre el sable de luz.
El soldado asiente.
-¿Tiene un código de autorización?
-¡Puedes estar seguro! –dice Luke, desenganchando el sable de su cinturón.
El soldado de asalto alza su bláster hacia Luke. Es lo peor que podía haber hecho; a corta distancia, el sable de luz de Luke es el doble de efectivo que cualquier rifle. Activa la hoja y raja al soldado desde el hombro hasta el esternón de un golpe limpio. El imperial está muerto antes de golpear el suelo.
Luke y sus compañeros cargan rápidamente el estropicio en el carro repulsor. Conduce hacia la intersección y bloquea el mecanismo de dirección, y luego abre gas a fondo. El carro sale disparado por el pasillo.
El grupo vuelve al pasillo y abre las puertas. Dentro, tres lanzaderas reposan en sus plataformas de lanzamiento. Un único oficial controla una pequeña estación de despachos que domina la bahía. Luke sube a la estación de despachos, con su sable de luz desactivado en la mano derecha.
El oficial abre sin atisbo de duda.
-¿Qué ocurre?
-Necesito una lanzadera.
-¿Cuál es su código de autorización?
-No me haga repetirlo todo de nuevo. Ya se lo he explicado al soldado.
-Como si se lo ha explicado al viejo en persona. Tengo mis órdenes.
Luke activa el sable de luz. La hoja zumbante atrae la mirada del oficial, pero no hace ningún movimiento para atacar a Luke.
-Tiene nuevas órdenes. Autorice el despegue de una lanzadera... y ni se le ocurra pensar en activar alarmas secretas. Usted viene con nosotros.
-Sí, señor –dice el oficial. Introduce un código, luego señala a la lanzadera más cercana-. Esa.
-Buen muchacho –dice Luke-. Vamos.
El imperial les precede para entrar en la lanzadera. Luke entrega el prisionero al cuidado de Gideon y se acomoda en el asiento del piloto. Aunque los controles no le son familiares, pronto se hace una idea de su funcionamiento. Pocos minitos después, la lanzadera asciende a la negra atmósfera de Tol Ado.
El camino de salida de la atmósfera del planeta es rudo y turbulento, pero transcurre sin incidentes. Diez minutos después, abandonan el pozo de gravedad del planeta.
-¿Y ahora a dónde? –pregunta Gideon.
-Estas lanzaderas sólo tienen combustible para llegar a una estación orbital –dice el oficial.
-¿Dónde podemos encontrar otra nave? –pregunta Luke.
Gideon sonríe malévolamente y golpea al oficial en la cabeza. El oficial cae con fuerza al suelo.
-¿Qué tal el centro del turistas? Podemos tomar prestado algo rápido y estar lejos para cuando vuelva en sí.
-Buena idea –dice Luke-. Pero será mejor dejar que se enfríen las cosas antes de tratar de recuperar tu nave.
-¡Maldita sea! –dice Gideon-. No vale la pena dejar que te maten por esa nave minera. La recogeré en cosa de una semana.
El resto del plan transcurre sin problemas. Luke encuentra su ala-X y regresa a salvo a la base rebelde. Mon Mothma en persona escucha su informe, prestando especial interés a su encuentro con Erling Tredway. Aunque elogia su valor, Luke siente un profundo sentimiento de decepción en su forma de hablarle. No hace falta esforzarse mucho ni ser muy listo para darse cuenta de que Erling Tredway es alguien muy importante para ella. ¿Pero por qué? ¿Y cómo podría Luke haberle convencido para que escapase?
Luke escapó con vida de esta aventura. Es más de lo que la mayoría de visitantes de Tol Ado puede decir. Vuelve a la sección uno para ver si puedes descubrir el secreto de cómo rescatar a Erling Tredway.
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