viernes, 3 de abril de 2009

Ascensión y caída de Darth Vader (XII)

Capítulo 10

Casi de un día para otro, la República Galáctica adquirió una inmensa fuerza militar que incluía naves de batalla interestelares, cazas armados hasta los dientes, y enormes vehículos terrestres- Mientras los senadores discutían su el Canciller Supremo Palpatine se había equivocado al reclutar y desplegar el Gran Ejército de la República, creado de forma tan apresurada, más mundos se apresuraron a unirse al movimiento separatista del conde Dooku, que se autodenominaba Confederación de Sistemas Independientes. Como el maestro Yoda había previsto, las Guerras Clon se extendieron como un virus explosivo a través de la galaxia.
Aunque Palpatine siempre se había presentado como un político cauto y que no gustaba de asumir riesgos, hizo saber a todos que haría lo que fuera necesario para preservar la República. A pesar de sus modestas protestas, el Senado pidió que permaneciera en el cargo mucho después de que su mandato hubo expirado. Pero con la escalada de las Guerras Clon, hasta sus consejeros de más confianza se sorprendieron por la cantidad de enmiendas que hizo a la Constitución de la República, que ampliaban sus propios poderes políticos al tiempo que limitaba la libertad de otros.
El Consejo Jedi aceptó a regañadientes que los Jedi sirvieran como generales para los soldados clon del Gran Ejército. En cualquier caso, no todos los Jedi estaba dispuestos a entrar en combate; algunos eligieron servir como sanadores, y otros abandonaron por completo la orden Jedi.
Obligado a luchar en defensa de la República, Obi-Wan Kenobi se convirtió en general, y Anakin, como muchos otros padawans, fue ascendido al rango de caballero antes de lo esperado para ajustarse a las necesidades del Gran Ejército. Aunque algunos miembros del Consejo Jedi observaban que Anakin seguía siendo propenso a la arrogancia y la impaciencia, nadie discutía el hecho de que continuaba siendo cada vez más fuerte con el poder de la Fuerza.
Los droides letales no eran los únicos adversarios de los Jedi, ya que el conde Dooku había reclutado a seres tan letales como la aspirante a Sith Asajj Ventress y el casi indestructible cazarrecompensas gen'dai, Durge, para luchar por su causa. El propio Dooku había entrenado a Ventress en el arte de la lucha con sable de luz, pero a menudo ridiculizaba su predilección por llevar dos sables de luz al mismo tiempo. Anakin casi vence a Ventress en la cuarta luna del gigante gaseoso Yavin. Uno de sus duelos, en el sector industrial de Coruscant, le dejó una profunda cicatriz en el lado derecho del rostro.
Tres años después de la Batalla de Geonosis, Ventress y Durge ya no suponían una amenaza, pero el lideraba la Confederación, y los Jedi seguían sin estar cerca de encontrar al misterioso Darth Sidious. Las Guerras Clon seguían con fuerza.
Tras destruir un laboratorio secreto de la Confederación en el planeta Nelvaan, en el Borde Exterior, Anakin y Obi-Wan estaban marchándose con R2-D2 en un destructor estelar de la República cuando recibieron un mensaje urgente. R2-D2 se conectó a una consola de comunicaciones y proyectó un holograma de Mace Windu.
-Kenobi, Skywalker -dijo-. Han asediado Coruscant, y el general Grievous a secuestrado al Canciller Supremo. Debéis regresar inmediatamente y rescatar a Palpatine.
-Grievous -gruñó Anakin cuando el mensaje holográfico terminó. El principal lugarteniente del conde Dooku, el general cyborg Grievous lideraba los ejércitos droides de la Confederación. Grievous había sido entrenado en el combate con sable de luz por el propio Dooku, y tenía debilidad por asesinar Jedi y coleccionar sus sables de luz. Aunque muchos Jedi se preguntaban cuánto empeño ponía Palpatine en acabar con la guerra, Anakin había llegado a considerar al líder de la República entre sus amigos de más confianza.
¡No voy a dejar que el Canciller muera!, se prometió Anakin a sí mismo.
Apartándose de R2-D2 y Obi-Wan, Anakin se dirigió a los soldados clon vestidos con armaduras que se encontraban en el hangar del destructor estelar.
-Grupos de combate, a sus naves. Preparados para saltar al hiperespacio. ¡Vamos!


Los destructores estelares de la República y los acorazados de la Confederación estaban completamente inmersos en una explosiva batalla sobre los cielos de Coruscant cuando Anakin y Obi-Wan regresaron del Borde Exterior. Fuego anticaza destellaba en brillantes ráfagas cerca de todas las naves, y las que resultaban dañadas caían de la órbita chocando contra los rascacielos de la ciudad que recubría todo el planeta.
Flanqueados por un escuadrón de veteranos pilotos clon y como R2-D2 actuando como copiloto de Anakin, los dos Jedi abandonaron su propio destructor estelar en un par de cazas estelares y se apresuraron a entrar en batalla. Destruyendo naves droide mientras eludían misiles, Anakin y Obi-Wan se abrieron paso valientemente a través del letal flujo de naves enemigas hasta que se infiltraron en la nave insignia de la Confederación, la Mano Invisible, en la que el Canciller Supremo Palpatine era mantenido como rehén por el General Grievous.
Para aumentar la velocidad y la maniobrabilidad, los cazas estelares Jedi estaban diseñados sin generadores de escudo. Aunque esto conducía a algunos oponentes a pensar que estos cazas estelares eran más vulnerables al ataque, la mayoría de los pilotos Jedi estaban habituados a usar la Fuerza para anticipar, eludir y atacar a sus enemigos. Anakin estaba considerado como uno de los mejores pilotos de la orden Jedi, pero al contrario que otros Jedi, él no dudaba en apoyarse en la tecnología para ayudarse a conseguir sus objetivos. Tal y como Anakin veía las cosas, la Fuerza no había sido suficiente para salvar su propio brazo derecho o para detener a Dooku en Geonosis, y también dudaba de que la guerra pudiera ganarse sólo mediante la Fuerza.
Los Jedi avanzaron sigilosamente por la nave hasta que alcanzaron el módulo principal de comunicaciones y sensores de la Mano Invisible, una cámara elevada con inmensos ventanales que proporcionaban una visión de 180 grados de la batalla espacial que les rodeaba. Fue en esta cámara donde encontraron al Canciller Supremo Palpatine, quien estaba sentado en un sillón de respaldo alto, con las muñecas sujetas con esposas de energía a los brazos del sillón. El rostro de Palpatine estaba pálido, y no parecía aliviado por ver a los Jedi.
-¿Está usted bien? -preguntó Anakin mientras él y Obi-Wan se acercaban a la silueta sentada del Canciller.
Palpatine miró nerviosamente más allá de los dos Jedi.
-Conde Dooku -dijo.
Anakin y Obi-Wan se giraron y miraron hacia arriba para ver al impecablemente vestido Dooku y dos super droides de batalla caminar hasta un balcón elevado adosado al muro posterior de la cámara. Aunque Dooku había cumplido nueve décadas, se movía con la elegancia de un depredador selvático. La mente de Anakin volvió en un destello a su enfrentamiento con Dooku en Geonosis, cuando cometió el error de atacar a Dooku sin Obi-Wan justo a su lado.
-Esta vez lo haremos juntos -dijo Obi-Wan, dirigiéndose a Anakin mientras mantenía la mirada fija en Dooku.
-Me lo has quitado de la boca -dijo Anakin.
Dooku se separo de sus droides, saltó sobre la barandilla del balcón, y ejecutó una limpia voltereta antes de aterrizar a poca distancia de los Jedi. Llegó junto a ellos y extrajo su sable de luz.
-Pidan ayuda -dijo urgentemente Palpatine desde su asiento-. No podrán con él. Es un Lord Sith.
Obi-Wan ofreció una sonrisa tranquilizadora.
-Canciller Palpatine, los Lores Sith son nuestra especialidad. -Obi-Wan y Anakin se desprendieron de sus túnicas Jedi, dejándolas caer al suelo mientras extraían sus propios sables de luz.
-Entréguenme las espadas -ordenó Dooku mientras caminaba hacia los Jedi-. No estaría bien que el Canciller presenciara una masacre.
-Esta vez no escaparás, Dooku -dijo Obi-Wan. Él y Anakin encendieron sus sables de luz de hoja azul y avanzaron hacia Dooku, quien encendió su propia arma de hoja roja. Los rayos de sus sables de luz zumbaban y chasqueaban mientras se movían por la cámara. Dooku se defendía sin esfuerzo.
En el nivel superior, los dos droides no se movían, sino que observaban silenciosamente cómo las figuras hacían una momentánea pausa. Mientras los tres sables de luz continuaban destellando, Dooku sonrió burlonamente a sus oponentes.
-Cómo esperaba este instante.
-Mis poderes se han duplicado desde la última vez que nos vimos, Conde -dijo Anakin, sin dejarse intimidar por el anciano espadachín.
-Bine -dijo Dooku-. Si el orgullo es doble, doble es la caída.
Los Jedi atacaron de nuevo. Dooku retrocedió mientras bloqueaba sus ataques, y luego usó la Fuerza para lanzar a Obi-Wan contra el suelo. Mientras Anakin continuaba su asalto contra Dooku, obligándole a retroceder subiendo los escalones hacia el nivel superior, Obi-Wan se recuperó y saltó para volver a la lucha.
Los dos droides dispararon a Obi-Wan, pero devolvió sus descargas de energía hacia ellos y los cortó en pedazos mientras avanzaba rápidamente hacia Dooku. Desgraciadamente, Dooku se movió más rápido, extendiendo su mano izquierda hacia Obi-Wan mientras usaba la Fuerza para alzar al Jedi en el aire al mismo tiempo que le presionaba la garganta. Mientras Obi-Wan jadeaba, Anakin atacó a Dooku desde atrás, pero Dooku le dio a Anakin una patada en el estómago con su pie izquierdo, estrellando al joven Jedi contra un muro cercano.
Obi-Wan seguía suspendido en el aire cuando Dooku hizo un nuevo gesto con su mano para enviar a su asfixiada víctima volando a otro extremo de la cámara. Obi-Wan chocó contra la barandilla de una balconada que sobresalía, y luego cayó como un muñeco roto al suelo. Con otro gesto, Dooku usó la Fuerza para separar una sección de la balconada de sus soportes e inmovilizar al cuerpo inconsciente de Obi-Wan en el suelo. ¡Maestro!
Anakin se lanzó contra Dooku, haciéndole caer del balcón al suelo. Saltando abajo tras su presa, Anakin golpeó una y otra vez a Dooku hasta que las hojas de las armas de ambos estuvieron prácticamente enganchadas entre sí.
- Skywalker, percibo en ti un gran miedo -dijo Dooku-. Tienes odio. Tienes ira. Pero no los utilizas.
Anakin hizo una mueca, más enfadado que nunca, las hojas se desengancharon, y el duelo continuó. Intercambiando golpes por toda la cámara, se detuvieron cerca del cautivo Palpatine. Dooku estaba usando ambas manos para sostener su sable de luz, poniendo cada vez más de su fuerza en cada estocada mortal, cuando Anakin alcanzó rápidamente con su mano izquierda a agarrar las muñecas de Dooku. En el momento en el que Dooku estuvo temporalmente inmovilizado, Anakin retorció rápidamente su mano derecha para blandir su sable de luz entre él y el asombrado Dooku.
El sable de luz de Dooku se desactivó automáticamente mientras salía volando con sus manos amputadas, que cayeron al suelo con un desagradable sonido. Sus rodillas temblaron, y cayó, arrodillándose junto a sus manos. Anakin agarró al vuelo el sable de luz de Dooku, luego activó la hoja roja y la cruzó con la hoja de su propia arma, colocando las hojas a cada lado de la cabeza de su oponente. Dooku se quedó boquiabierto y con los ojos como platos mirando los mutilados muñones de sus muñecas. Debido a que los sables de luz cauterizan tan rápido como atraviesan la carne, había soprendentemente poca sangre.
Te tengo, pensó Anakin, manteniendo las hojas de los sables de luz cerca del cuello de Dooku.
-Bien, Anakin -dijo Palpatine desde su asiento-. Bien. -De forma inesperada, soltó una risita.
Casi parece alegre. Debe estar en shock.
-Ahora mátale -dijo Palpatine entonces.
¿Qué? Anakin mantuvo los ojos fijos en Dooku, quien pasó su temblorosa mirada hacia Palpatine.
-Mátale -dijo Palpatine.
Dooku levantó la vista hacia Anakin, quien ahora veía auténtico miedo en los ojos del viejo lisiado.
-No debería hacerlo -dijo Anakin. Sus palabras parecieron dar cierto alivio a Dooku cuya expresión de pánico se relajó ligeramente mientras continuaba temblando. Puedo ser misericordioso, pensó Anakin mientras mantenía la mirada de Dooku. Soy mejor Jedi de lo que tú nunca has sido.
-Hazlo -dijo Palpatine, prácticamente escupiendo las palabras.
El miedo destelló de nuevo en los ojos de Dooku, cuando súbitamente presintió lo que iba a ocurrir.
Anakin descruzó rápidamente las hojas, atravesando el cuello de Dooku. El cuerpo de Dooku se desplomó junto a sus manos, mientras que su cabeza rodaba y golpeaba por el suelo como una pelota deforme. Anakin sintió latir con fuerza en su pecho su propio corazón mientras desactivaba los sables de luz. ¿Qué he hecho?, pensó casi inmediatamente.
-Lo has hecho muy bien, Anakin -dijo con calma Palpatine-. Era demasiado peligroso como para dejarle con vida.
-Sí, pero era un prisionero desarmado -dijo Anakin mientras soltaba las esposas de energía de Palpatine-. No he debido hacerlo. No es el estilo Jedi.
-Ha sido algo natural -dijo Palpatine, levantándose del elevado asiento-. Él un día te cortó el brazo, y tú querías venganza. Y no ha sido la primera vez, Anakin. ¿Recuerdas lo que me dijiste de tu madre y los moradores de las arenas?
En los tres años que habían transcurrido desde la muerte de su madre, Anakin se había convencido de que había perdido momentáneamente el juicio aquella noche en el campamento tusken. Se había quedado como su secreto más oscuro, algo que ni siquiera había contado nunca a Obi-Wan porque sabía que sería expulsado de la orden Jedi, y a pesar de ello se había sentido obligado a compartir esa confidencia con Palpatine. Anakin hizo una mueca al recordar los tusken masacrados. El deseo de matarlos había estado fuera de su control. Matar a Dooku no había sido lo mismo. Sabía que era incorrecto, pero lo he hecho de todas formas.
-Ahora vámonos antes de que lleguen más droides de seguridad -dijo Palpatine.
Anakin corrió hacia Obi-Wan, quien seguía atrapado bajo la sección de balconada rota. En el exterior de los inmensos ventanales de la cámara un racimo de feroces explosiones indicaba que la batalla espacial se había intensificado.
-Anakin, no hay tiempo -dijo Palpatine mientras Anakin liberaba a su maestro de los escombros-. Salgamos de aquí antes de que sea tarde.
La Mano Invisible se sacudió violentamente al ser golpeada por una serie de explosiones.
-No parece estar malherido -dijo Anakin, comprobando los signos vitales de Obi-Wan.
-Déjale -ordenó Palpatine-, o no podremos escapar.
-Compartiremos el mismo destino -dijo Anakin, rechazando por una vez obedecer al Canciller. Alzó el cuerpo de Obi-Wan, colocándoselo sobre los hombros, y corrió con el Canciller hacia el hueco del ascensor.


Anakin y Palpatine seguían a bordo de la Mano Invisible cuando Obi-Wan se recuperó. Junto con R2-D2, fueron brevemente capturados por el general Grievous, pero consiguieron escapar de sus garras metálicas. Por desgracia, Grievous lanzó todas las capsulas de escape y huyó al espacio cuando la Mano Invisible, dañada por el combate, comenzó a caer hacia la atmósfera superior de Coruscant. Aunque el aterrizaje forzoso fue estremecedor para Palpatine y los Jedi, las increíbles habilidades de pilotaje de Anakin les llevaron, junto a lo poco que quedaba de la nave insignia confederada, a una pista de aterrizaje.
Mace Windu, el senador Bail Organa de Alderaan y C-3PO estaban entre los dignatarios que saludaron a Palpatine y Anakin en la plataforma de aterrizaje privada del Canciller en las Oficinas del Senado mientras Obi-Wan regresaba al Templo Jedi. Tras hablar brevemente con Bail Organa mientras entraban en el edificio de oficinas, Anakin encontró a Padme esperándole discretamente en las sombras de una alta columna. No la había visto desde hacía meses.
Aunque Anakin estaba preocupado por que el general Grievous seguía libre y había asumido el liderazgo de la Confederación, olvidó sus problemas mientras abrazaba a Padme.
Pero ella parecía diferente; tenía algo muy importante que decirle.

2 comentarios:

  1. Qué espectáculo se perdió la biblioteca de la UPNA cuando el gran golfista no quiso interpretar a Luke SkyWalker y enfrentarse al poderoso y terrible Darth Vader Tragaflor de Gorraiz.
    Codigo 8.

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