Bill Slavicsek, Eric Trautmann
Fragmento de
la reunión del Consejo Provisional de la Nueva República, archivo #
1876389234/D
El consejero Sian Tew se puso en pie, dirigiéndose
a la concurrencia de consejeros llegados de toda la Nueva República. Tew, un sullustano,
se aclaró la garganta con una tos gutural y comenzó a hablar.
-Amigos míos –trinó-, es imperativo que reabramos
nuestras rutas de transporte tan pronto como sea posible. Espero que el Consejo
apruebe la propuesta del capitán Solo para abrir contactos comerciales con los
transportistas de carga que ha recomendado.
-Querrá decir contrabandistas –gruñó el almirante
Ackbar, mirando fijamente al sullustano. El rechazo cultural que los mon
calamari sentían por el contrabando era legendario-. No veo razón alguna para
permitir que esos operadores “extraoficiales” se acerquen a menos de 20 parsecs
de los cargamentos de la Nueva República.
-¿Y a qué se debe eso? –replicó el diplomático
sullustano-. ¿Tal vez porque eso pondría en ridículo a su flota estelar?
-Discúlpenme, caballeros –interrumpió Mon Mothma,
clavando la mirada con rabia controlada sobre la pareja de diplomáticos-. Si yo
fuera ustedes, caballeros, me abstendría de realizar tales ataques.
-Preferiría responder a su pregunta –dijo Ackbar-.
No, no me preocupa en absoluto que los contrabandistas superen a mis naves.
-Qué extraño –murmuró Tew, frotándose
pensativamente uno de los pliegues de sus mejillas-. La mayoría de los pilotos
que he conocido tienen muchas historias de cómo han esquivado las naves de
aduanas mon calamari.
Un coro amortiguado de risitas recorrió la mesa.
Ackbar se enfureció.
-No veo razón alguna para ofrecer a contrabandistas
(criminales en su mayoría) contratos de transporte.
-Parece que no le gustan los contrabandistas,
almirante –dijo Tew con tono provocador-. ¿Tal vez crea que el capitán Solo y
Lando Calrissian no sean lo bastante dignos de formar parte de la Nueva
República?
-Por supuesto que lo son –bramó Ackbar-. Ellos han
abandonado tales negocios abiertamente criminales.
-Hecho por el cual las fuerzas aduaneras mon
calamari deben estar extremadamente agradecidas –replicó Sian Tew-. Sin
embargo, sigue existiendo el hecho de que tenemos canales de transporte
inadecuados y debemos remediarlo. ¿Tiene alguna alternativa, almirante?
Ackbar hizo una pausa pensativa, sopesando sus
opciones. Tew era un maestro de la manipulación, y Ackbar había caído en su
trampa verbal. Ese pobre tipo no es un
buen político, pensó Tew sonriendo en su interior.
-Y la espero ansiosamente, almirante. Por favor,
hágamelo saber cuando se le haya ocurrido alguna.
Otra ronda de risitas apagadas recorrió a los
consejeros, y Mon Mothma tuvo que volver a llamar al orden al grupo, lanzando
una mirada de advertencia a Tew.
-En serio, almirante –dijo Tew-. Conozco varios
contrabandistas y pilotos capaces de restaurar nuestros canales de transporte,
o al menos parte de ellos. Nien Nunb y sus contratistas privados están
dispuestos a ayudar. Solo conoce a varios pilotos de carguero de sus días de
contrabando. Incluso yo participé en algunas “actividades de transporte
encubiertas” en mi época, y puedo recomendar a algunas personas. Los
contrabandistas no son el grupo de degenerados y asesinos que usted cree que
son.
”Y pueden ser nuestra mejor, nuestra única
esperanza de restaurar cierta capacidad de transporte en le Nueva República –añadió
el sullustano, borrando con su tono serio las sonrisas del rostro de los demás
delegados conforme se daban cuenta de la verdad de las palabras de Tew.
Entonces, con una sonrisa sarcástica, concluyó-: Siempre y cuando no tengan que
preocuparse de que la temida armada mon calamari haga volar sus naves en
pedazos. –Tew midió perfectamente el comentario, dejando que la tensión se
esfumara de todos los presentes, e incluso Ackbar esbozó una débil sonrisa.
-De acuerdo, consejero –dijo el mon calamari-.
Trataremos de no azuzarles demasiado.
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