miércoles, 25 de febrero de 2015

Reflexiones

Reflexiones
Paul Sudlow

Luke salió a la azotea y respiró profundamente. El aire de la mañana era vigorizante y ligeramente fresco; la estación de otoño ya estaba bien avanzada en la Ciudad Imperial, y los árboles lumba de la terraza ya comenzaban a marchitarse. Miró el paisaje urbano que se extendía a sus pies. En ese momento, la ciudad todavía brillaba con las lentejuelas de las luces nocturnas, aunque al este el cielo ya estaba tintado de un rosa pálido que anunciaba el amanecer. Mucho más abajo, tentáculos ardientes –las luces del tráfico más madrugador- se movían en pistas de alta velocidad elevadas.
Luke meneó la cabeza y sonrió. Era tan fácil distraerse de un problema que no se quería afrontar. Con seriedad, se volvió a contemplar el cuadro, menos excitante visualmente, de un tejado cercano, todo permacemento mugriento, rejillas de ventilación y salidas de humos, y lentamente filtró todas las distracciones y estímulos externos. Necesitaba pensar.
Por primera vez en su joven historia, la Nueva República parecía estar realmente segura. Luke había leído los informes, y había tenido largas conversaciones con Leia, Mothma, y otros. Parecía que finalmente las fuerzas imperiales habían dejado de suponer una amenaza directa a la existencia de la Nueva República. Ahora los líderes de la Nueva República podrían centrarse en construir una base firme para los gobiernos que la componían, en lugar de depender de improvisados comités temporales y consejos específicos para hacer que las cosas avanzaran lentamente mientras los militares impedían que los imperiales saquearan sus mundos. Era el momento de que Luke pensara en lo que debía hacer como Jedi. Era el momento de pensar en lo que debía hacer con los Jedi.
Hace tiempo, en un periodo más ingenuo y optimista de su vida, Luke había supuesto que sus responsabilidades como el último de los Jedi terminarían con la muerte del Emperador. Sólo cuando la Nueva República llegó a su madurez se dio cuenta de que vencer al Emperador no fue sino una pequeña tarea comparada con su auténtico deber... restaurar la Orden de los Caballeros Jedi.
Luke observó cómo una nave patrullera volaba lentamente entre las torres superiores del Palacio Imperial, iluminando aquí y allá con sus reflectores, buscando sin duda un halcón-murciélago perdido que se hubiera posado en los sensibles sensores de seguridad. Aparentemente satisfecho, pasó zumbando sobre su cabeza, iluminándole brevemente con su haz de luz.
Luke dio una patada a una junta de ventilación suelta y oxidada y observó cómo rebotaba por la terraza con un sonido metálico a hojalata. Era intensamente desalentador. Luke sabía lo que tenía que hacer, sólo que no sabía por dónde empezar. Estaba muy bien decidir localizar nuevos estudiantes Jedi. Pero salir ahí fuera y encontrarlos era otra cosa muy distinta. No iba a ser fácil; Palpatine y Vader habían cazado a todos los Jedi que pudieron identificar, y Luke estaba seguro de que habían realizado un trabajo concienzudo. Muchos linajes poderosos en la Fuerza habían sido eliminados durante el sangriento reinado de Palpatine.
Luke suspiró. A veces sentía un abrumador deseo de volar de vuelta a Tatooine y establecer una granja de humedad. Bueno, Yoda nunca le había dicho que ser un Jedi fuera fácil.
Al menos, con la Fuerza como aliada, no estaba desprovisto de esperanza. Había atisbado cuidadosamente en el futuro, y había experimentado una breve y vaga visión de sí mismo sentado en una sala enlosada observando mientras una hermosa mujer de cabellos plateados tocaba un instrumento de cuerda y cantaba acerca de una gran victoria Jedi a una concurrencia de jóvenes de aspecto serio y vestidos con túnicas Jedi.
Era una visión confortante, y Luke sacaba mucha fuerza de ella. No tenía ni idea de cuándo o dónde podría ocurrir, y ciertamente no sabía cómo iba a reunir a los estudiantes que veía en su visión. Pero sentía que estaba a punto de ocurrir algo que aclararía mucho su camino. Podía sentir eso, y de momento eso era suficiente.
Luke contempló la ciudad mientras el sol se alzaba, enviando sus rayos de luz a los oscuros cañones urbanos bajo sus pies. Lejos, en la ciudad infinita, uno de los gigantescos droides de demolición que moteaban el paisaje cobró vida con un rugido, y comenzó a abrirse camino derribando un nuevo bloque de edificios que había quedado en ruinas en la reciente batalla con el Imperio. Luke se quedó mirándolo durante un largo rato antes de volver a entrar.

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