Reflexiones
Paul Sudlow
Luke salió a la azotea y respiró profundamente. El
aire de la mañana era vigorizante y ligeramente fresco; la estación de otoño ya
estaba bien avanzada en la Ciudad Imperial, y los árboles lumba de la terraza ya
comenzaban a marchitarse. Miró el paisaje urbano que se extendía a sus pies. En
ese momento, la ciudad todavía brillaba con las lentejuelas de las luces
nocturnas, aunque al este el cielo ya estaba tintado de un rosa pálido que
anunciaba el amanecer. Mucho más abajo, tentáculos ardientes –las luces del
tráfico más madrugador- se movían en pistas de alta velocidad elevadas.
Luke meneó la cabeza y sonrió. Era tan fácil
distraerse de un problema que no se quería afrontar. Con seriedad, se volvió a
contemplar el cuadro, menos excitante visualmente, de un tejado cercano, todo
permacemento mugriento, rejillas de ventilación y salidas de humos, y
lentamente filtró todas las distracciones y estímulos externos. Necesitaba
pensar.
Por primera vez en su joven historia, la Nueva
República parecía estar realmente segura. Luke había leído los informes, y
había tenido largas conversaciones con Leia, Mothma, y otros. Parecía que
finalmente las fuerzas imperiales habían dejado de suponer una amenaza directa
a la existencia de la Nueva República. Ahora los líderes de la Nueva República
podrían centrarse en construir una base firme para los gobiernos que la
componían, en lugar de depender de improvisados comités temporales y consejos
específicos para hacer que las cosas avanzaran lentamente mientras los
militares impedían que los imperiales saquearan sus mundos. Era el momento de
que Luke pensara en lo que debía hacer como Jedi. Era el momento de pensar en
lo que debía hacer con los Jedi.
Hace tiempo, en un periodo más ingenuo y optimista
de su vida, Luke había supuesto que sus responsabilidades como el último de los
Jedi terminarían con la muerte del Emperador. Sólo cuando la Nueva República
llegó a su madurez se dio cuenta de que vencer al Emperador no fue sino una
pequeña tarea comparada con su auténtico deber... restaurar la Orden de los
Caballeros Jedi.
Luke observó cómo una nave patrullera volaba
lentamente entre las torres superiores del Palacio Imperial, iluminando aquí y
allá con sus reflectores, buscando sin duda un halcón-murciélago perdido que se
hubiera posado en los sensibles sensores de seguridad. Aparentemente
satisfecho, pasó zumbando sobre su cabeza, iluminándole brevemente con su haz
de luz.
Luke dio una patada a una junta de ventilación
suelta y oxidada y observó cómo rebotaba por la terraza con un sonido metálico
a hojalata. Era intensamente desalentador. Luke sabía lo que tenía que hacer,
sólo que no sabía por dónde empezar. Estaba muy bien decidir localizar nuevos
estudiantes Jedi. Pero salir ahí fuera y encontrarlos
era otra cosa muy distinta. No iba a ser fácil; Palpatine y Vader habían cazado
a todos los Jedi que pudieron identificar, y Luke estaba seguro de que habían
realizado un trabajo concienzudo. Muchos linajes poderosos en la Fuerza habían
sido eliminados durante el sangriento reinado de Palpatine.
Luke suspiró. A veces sentía un abrumador deseo de
volar de vuelta a Tatooine y establecer una granja de humedad. Bueno, Yoda
nunca le había dicho que ser un Jedi fuera fácil.
Al menos, con la Fuerza como aliada, no estaba
desprovisto de esperanza. Había atisbado cuidadosamente en el futuro, y había
experimentado una breve y vaga visión de sí mismo sentado en una sala enlosada
observando mientras una hermosa mujer de cabellos plateados tocaba un
instrumento de cuerda y cantaba acerca de una gran victoria Jedi a una
concurrencia de jóvenes de aspecto serio y vestidos con túnicas Jedi.
Era una visión confortante, y Luke sacaba mucha
fuerza de ella. No tenía ni idea de cuándo o dónde podría ocurrir, y
ciertamente no sabía cómo iba a reunir a los estudiantes que veía en su visión.
Pero sentía que estaba a punto de ocurrir algo que aclararía mucho su camino.
Podía sentir eso, y de momento eso era suficiente.
Luke contempló la ciudad mientras el sol se alzaba,
enviando sus rayos de luz a los oscuros cañones urbanos bajo sus pies. Lejos,
en la ciudad infinita, uno de los gigantescos droides de demolición que
moteaban el paisaje cobró vida con un rugido, y comenzó a abrirse camino
derribando un nuevo bloque de edificios que había quedado en ruinas en la
reciente batalla con el Imperio. Luke se quedó mirándolo durante un largo rato
antes de volver a entrar.
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