Bill Slavicsek
Luke Skywalker se colocó un guante negro sobre su
mano derecha; su mano derecha biomecánica. Después de cinco años, ya se había
acostumbrado a la idea de una mano mecánica. Pero había momentos en los que le
perturbaba mirar sus dedos artificiales flexionándose bajo sus órdenes inconscientes.
Siempre llevaba puesto en la mano el guante negro, como para ocultarla a la
vista de los demás y de la suya propia. Del mismo modo que Vader se ocultaba
bajo una capa negra.
Luke apartó el pensamiento. No era el mismo caso.
¿O sí?
Aún recordaba la lucha en Ciudad Nube. Se había
enfrentado a Vader con sus nuevas habilidades de la Fuerza y su sable de luz.
La batalla fue feroz, pero cuando acabó Luke había perdido su mano, su sable de
luz, y gran parte de su inocencia. Tal vez lo que Vader le había contado le
causó más daño que la hoja cortante del sable de luz del señor oscuro. Vader le
había informado que era el hijo del señor oscuro; en otro tiempo, Darth Vader
había sido Anakin Skywalker.
Los dedos biomecánicos se flexionaron y se tensaron
con los recuerdos, pero Luke permitió que estos fluyeran. Recordó su tiempo a
bordo de la fragata médica. Dos-Unobé, el droide médico, le había instalado la
mano protésica con pericia y cuidado. Era como si nunca hubiera perdido la
original, salvo por el hecho de que esta estaba hecha de circuitos y metal.
Flexionar. Tensar. Recuerdos.
En su siguiente encuentro, fue el turno de Luke de
seccionarle una extremidad. Vader perdió su mano derecha bajo el sable de Luke,
pero su mano ya era un reemplazo biomecánico. De hecho, Vader era en su mayoría
equipo mecánico y de soporte vital, oculto bajo un acorazado caparazón negro.
¿Era el destino de Luke convertirse en más máquina que hombre? ¿Más Oscuridad
que Luz? Apartó el pensamiento de su mente, y otro recuerdo involuntario
afloró.
Esta vez, Luke estaba dentro de la cueva en
Dagobah, enfrentándose a una imagen de pesadilla de Darth Vader. Luke sabía que
bajo la armadura encontraría su propio rostro. Esto era una advertencia, que le
decía que se mantuviera firme, sin importar lo difíciles que pudieran ser los
desafíos que encontrara en su camino. No podía permitirse ceder al lado oscuro.
El lado de la muerte. Tenía que seguir siendo Luke Skywalker.
Ese era el secreto, decidió, flexionando de nuevo
la mano. No había nada de malo en tener extremidades de reemplazo si recordaba
seguir siendo fiel a sí mismo.
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