jueves, 19 de febrero de 2015

Gottu y su vibro-hacha

Gottu y su vibro-hacha
Bill Slavicsek

Respondo al nombre de Gottu, y si eso te supone algún problema, puedo ayudarte a realizar el último viaje. Soy un soldado, lucho por la Nueva República como parte de los Comandos de Page. Antes de eso, luché por la Alianza, y antes de eso... Bueno, digamos simplemente que siempre he estado luchando contra algo o alguien.
Estoy aquí para hablar de armas. Soy lo que llamarías especialista en combate urbano, y puedo convertir cualquier cosa en un arma. Cualquier cosa. Pero si tengo elección, hay un arma que prefiero sobre todas las demás.
Han Solo jura por su bláster. Chewbacca y Frorral nunca se alejan de sus ballestas. Y también está Luke Skywalker, que blande ese sable de luz como si fuera una parte de sí mismo. Aunque cada una de esas armas tiene sus ventajas y atractivos especiales, yo prefiero las vibroarmas.
No hay nada como el zumbido de una vibrohoja al desenvainarla, el vibrante zumbido de una vibrohacha atravesando la armadura de un soldado de asalto. Cuando me preparo para la batalla, sujeto una vibrohoja en mi tobillo, un vibrocuchillo en mi muñeca, y una vibrohacha a mi espalda. Oh, también llevo un bláster o un rifle bláster. Es bueno comenzar una lucha con armas de largo alcance; te permite librarte de la chusma y los aficionados. Pero cuando la lucha se vuelve cercana y personal, cuando comienza el auténtico combate, entonces quiero en mis manos una o dos vibroarmas.
Como aquella vez cuando Idow y yo llegamos a Bruzion, una ciudad del planeta Jendorn. El planeta se encuentra en las Regiones Fronterizas, y era el escenario de alguna feroz lucha entre fuerzas de la Nueva República y del Imperio. El Imperio ganó la batalla y estaba ocupando la ciudad. También habían establecido un complejo prisión, y tenían presos a seis pilotos de la República derribados. Page y los demás estaban fuera, en otra misión, así que nos tocó a Idow y a mí hacer el trabajo.
En el extremo opuesto del planeta aún reinaba el caos, y los nativos seguían mostrando su disconformidad con sus invitados imperiales. Las pocas naves estelares imperiales que seguían en órbita estaban ocupadas vigilando nuestras naves estelares, así que nadie advirtió el paso del pequeño transporte y nos depositó a pocos kilómetros de Bruzion. Realizamos el resto del camino a pie, analizamos la situación alrededor del complejo prisión, y entonces trazamos un plan rápido.
-Entremos y saquémosles de ahí –dije, alzando mi vibrohacha para enfatizar mis palabras. Idow gruñó mostrando su acuerdo.
Ahora, probablemente estés pensando que irrumpimos en ese complejo y nos limitamos a abrirnos camino luchando contra el pelotón de soldados estacionado allí. Bueno, sí que tuvimos nuestra ración de lucha, pero antes preparé una pequeña distracción para cubrir nuestra llegada. El complejo estaba protegido por una única torre turboláser. Supuse que la torre resultaría ser un problema cuando pidiéramos que nos recogieran, así que decidí usarla para mi distracción. Trepé por el costado de la torre hasta que llegué al nivel que quería. Si no me había equivocado, tras el muro blindado se encontraban las hileras de condensadores y el núcleo de energía que alimentaba a la torre. Activé mi vibrohacha, enterré la cabeza de la hoja en el muro, y salté al suelo.
Veinte minutos más tarde, mientras Idow y yo estábamos presentando nuestros blásters a los primeros guardias imperiales, el hacha finalmente terminó de abrirse camino hasta el núcleo de energía. La explosión resultante fue espectacular y muy ruidosa. Envió a los guardias restantes corriendo en la dirección equivocada, alertó a nuestro equipo de recogida que estábamos preparados, y avisó a los prisioneros que habíamos llegado a rescatarles. Salvo por un poco de lucha más y una breve espera a nuestro vehículo, la misión había terminado.
Sólo me sorprendí ligeramente cuando la lanzadera de asalto llegó volando con Syla Tors a los mandos y nuestro propio teniente Page en la escotilla abierta.
-Podríais habernos esperado –refunfuñó mientras hacíamos pasar rápidamente a los pilotos.
-No habríais hecho otra cosa más que poneros en medio y molestar –respondí, cerrando de un golpe la escotilla y mostrando al teniente mi mejor sonrisa.
Así que ya ves, puedes quedarte con tus blásters y ballestas y sables de luz. Yo, seguiré con un vibrohacha. Consiguen hacer el trabajo duro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario