Un día en las carreras
Bill Slavicsek
En uno de esos momentos extremadamente inusuales en
que el destino de la galaxia no dependía de su atención inmediata, Han Solo y
su esposa, Leia Organa Solo, acudieron a las carreras de barredoras en la
famosa Arena Imperial de Coruscant.
Leia frunció el ceño al atravesar las puertas y
dirigirse a sus asientos. Tendría que pensar en cambiar el nombre del circuito.
Suspiró. Aún había que ocuparse de tantos pequeños detalles, tantas cosas...
Apartó el pensamiento de su mente. Era su día libre, un día para disfrutar con
su marido. El trabajo podía espera hasta más tarde.
Sus asientos estaban en el palco del Emperador, que
ofrecía una espectacular vista de todo el circuito. Leia sólo había asistido
una vez a una carrera de barredoras anteriormente, y había sido tiempo atrás,
en Alderaan. Han había expresado interés cuando escuchó que Fargus Deel iba a
competir, así que ella hizo un esfuerzo por despejar ese día en su apretada
agenda.
Han explicó que la configuración del circuito para
la carrera se llamaba la nebulosa binaria. Boyas repulsoras señalaban el
sinuoso trazado.
-Esas boyas lanzarán llamaradas iónicas durante la
carrera –le dijo Han, con su voz rebosante de entusiasmo apenas disimulado-.
Cualquier piloto que no pueda esquivar las chispas... bueno, podría decirse que
se están jugando la vida. Las partículas de iones pueden hacer cualquier cosa a
los sistemas de control o impulsión.
El gentío era multitudinario, pero Leia estaba
contenta de ser parte de él. Esa era la gente a la que había dedicado su vida.
Pasar un poco de tiempo entre ellos volvía a dejar clara la perspectiva.
Advirtió que Han se inclinó hacia delante y dejó de mirar la multitud para
centrarse en la arena. Las barredoras se estaban alineando en la parrilla de
salida.
-General Solo, ¿no corría usted en barredoras hace
tiempo?
La pregunta llegó de uno de los nuevos reclutas de
Wedge Antilles, que estaba sentado tras ellos en el palco. Kenn Nitram, pensó
Leia, recordando el nombre del joven piloto de ala-X. Sonrió mientras Han
miraba al joven con ojos nerviosos.
-No creas todo lo que oyes sobre mí, chico –dijo Han-.
La gente tiende a hinchar desproporcionadamente todo lo que he hecho alguna
vez.
-Eso es cierto –dijo Leia con una sonrisa.
-¿Podemos limitarnos a ver esta carrera, por favor?
–rogó Han, y Leia trató de reprimir una risita-. Adelante, ríete, Princesa –añadió
en voz baja. Si dijo algo más, quedó ahogado por los motores de las barredoras
cuando la carrera comenzó.
Fargus Deel, vestido de rojo y pilotando una
SoroSuub Pirata personalizada, se puso por delante del pelotón y giró ágilmente
por debajo de una llamarada iónica. Voló por el circuito con aparente
facilidad, esquivando llamaradas y alejándose de sus rivales mientras avanzaba
velozmente hacia la victoria.
-Ese Fargus Deel es el mejor piloto de barredora
que he visto jamás –exclamó Kenn Nitram al oído de Han-. ¡No creo que haya
nadie capaz de derrotarle!
-Eh, chico, ¿no has oído hablar de la vez que...? –comenzó
a decir Han, pero Leia posó suavemente la manos obre su brazo para hacerle
callar.
-Deja que mantenga sus ilusiones, Han –le instó
Leia en voz baja.
-Pero derroté a Fargus una y otra vez cuando él
sólo estaba comenzando –se quejó Han-. Desde luego, yo era un poco imprudente,
pero gané muchas más carreras de...
Leia le besó.
-Mi héroe –susurró cuando sus labios se separaron-.
Ahora cállate y mira la carrera.
Han se recostó en su asiento, cruzando los brazos
sobre su pecho con aire indignado.
-Pero yo podría vencerle –insistió, más para sí
mismo que para cualquier otra persona. Tampoco es que hubiera alguien
prestándole atención. Fargus estaba entrando en la última vuelta de carrera,
maniobrando a través de una tempestad de llamaradas iónicas de modo muy
parecido a como Han había maniobrado a través de ese campo de asteroides,
tantos años atrás.
-Podría hacerlo –volvió a decir Han.
-Lo sé, querido –le consoló Leia, ocultando su
sonrisa de diversión lo mejor que pudo.
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