lunes, 16 de febrero de 2015

Informe de reconocimiento SS-176.01, Año Imperial Uno


Informe de reconocimiento SS-176.01, Año Uno Imperial
Bill Slavicsek

-Keog Boorn grabando –dijo el viejo explorador en su tableta de registro, comprobando con gesto distraído sus palabras conforme iban apareciendo en la pantalla-. Continuo con mi reconocimiento de las regiones deshabitadas del sector Sluis, según los términos de mi contrato de exploración con el nuevo gobierno imperial. Estoy investigando una señal regular que mis sensores detectaron en la segunda órbita del planeta Dagobah. Puede ser una baliza de llamada, pero las propiedades enmascaradoras y distorsionadoras de la atmósfera hacen que desde órbita sea imposible una identificación concluyente. Así que aquí estoy, metido hasta la cintura en aguas pantanosas mientras avanzo trabajosamente para intentar seguir un pitido fantasma en los sensores.
El explorador hizo una pausa, tomando otra lectura del conjunto sensor portátil que llevaba sujeto a la espalda. La señal que había estado rastreando se desvaneció en una ducha de estática. Realizó un ajuste, maldijo sonoramente, y luego hizo otro ajuste. La estática desapareció. Volvió a orientarse, advirtiendo con un quejido que la señal le dirigía por un camino que atravesaba de lleno un grueso muro de arbustos y lianas.
-Este planeta pantanoso es un lugar deprimente, es todo lo que puedo decir –dijo Boorn, continuando con su informe-. Parece que necesitaré ambas manos para abrirme camino entre los matorrales. Continuaré con el informe cuando alcance la fuente de la señal.
Boorn apagó la grabadora de la tableta de registro e introdujo el pequeño dispositivo en uno de sus muchos bolsillos. Realmente no había querido aterrizar en ese maldito agujero de barro, pero su contrato con el Imperio le obligaba a investigar la clase de señales que los sensores de su nave habían recibido. Qué quería el nuevo gobierno con los reconocimientos detallados de planetas deshabitados, eso no lo sabía, pero la paga era mejor de lo que la República le hubiera ofrecido nunca. Era curioso, el Imperio apenas llevaba existiendo un año y la gente por la galaxia ya se refería al gobierno anterior como la “Antigua” República. Se rio en voz alta al pensarlo. ¡Antigua, desde luego! Mira este pantano, esos árboles milenarios. Este lugar era antiguo. Por la Gran Espiral, ¿es que todo en esta gran galaxia necesita algún tipo de etiqueta? Dado que era por eso por lo que le pagaban, poner etiquetas en lo desconocido, entonces tal vez todo lo demás también lo necesitara... al menos eso pensaba la gente que estaba al mando.
El explorador sintió el cambio en el pantano antes de ver la cueva. La niebla era un poco más densa, el aire un poco más rancio, las sombras un poco más profundas. Había un aura de maldad en la zona, y Boorn sintió escalofríos en su piel como respuesta. De pronto recordó las historias que había escuchado acerca de Dagobah. ¿No era este el planeta al que había huido el Jedi bpfasshi? ¿El Jedi oscuro bpfasshi? Se estremeció, tragó saliva, e instintivamente posó la mano en la culata de su bláster. Otra lectura de su paquete sensor confirmó sus peores temores. La señal de llamada que continuaba fluctuando en potencia procedía de la cueva deforme.
El árbol que se alzaba encima de la cueva era una planta oscura y retorcida, con sus raíces separadas como dientes mellados sobre la boca de la cueva. Vio siluetas oscuras moviéndose entre las raíces, reptando y deslizándose por los tentáculos enredados y cubiertos de musgo. Dio un paso adelante, desenfundando su bláster. Dio un segundo paso, y luego un tercero.
Entonces escuchó el sonoro y aterrador aullido.
Resonó por el pantano, intensificado por la niebla y su propia intranquilidad creciente. Era un aullido furioso, hambriento. Era familiar, y al mismo tiempo de otro mundo, y súbitamente Boorn perdió cualquier deseo de entrar en esa cueva fría y húmeda o de encontrarse con el autor de ese aullido terrible. Retrocedió, abriendo su tableta de registro mientras sus ojos iban rápidamente de un lado a otro. Habló rápidamente, tratando de mantener su voz firme. Pero no creyó haberlo conseguido.
-Boorn informando –tartamudeó-, aquí ni hay nada. Nada excepto barro, niebla e insectos. La señal era una ilusión; probablemente nada más que una perturbación atmosférica o un fallo de sensores. Dagobah está vacío... –Echó un vistazo a la cueva oscura-... completamente vacío.
Cerró de un golpe la tableta de registro. El aullido se escuchó de nuevo, y esta vez su eco perduró hasta que estuvo a salvo de vuelta a su nave y salió volando al espacio.

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