Cierto punto de vista
Charlene Newcomb
-¡Je, je, teniente, creo que esta vez le tiene! -rió el ingeniero
Dap Nechel.
La teniente Celia Durasha pasó la mano por el cañón de
su bláster y miró a Nechel. Ella sabía lo mucho que el alienígena barbudo de
escasa estatura disfrutaba de estos duelos rituales entre la navegante del Princesa Kuari y Detien Kaileel, el jefe
de seguridad. Sus bromas animaban la rutina del pasaje del crucero de lujo a lo
largo de la Ruta Relgim entre Endoraan y Mantooine.
-Espera un momento, Dap -dijo ella, enfundando el bláster
e inclinándose sobre el holo-tablero para estudiar sus farangs y waroots.
Celia frunció el ceño, estrechando sus ojos verde
esmeralda. La última jugada del jefe realmente le había dado ventaja.
Sentado frente a ella, el jefe de seguridad Kaileel mostraba
una sonrisa... al menos Celia creyó detectar una sonrisa. El largo hocico del kabieroun
ocultaba la mayor parte de su boca.
-Vamos, mi querida amiga de pelo carmesí -dijo Kaileel
en básico, con su fuerte acento-, ¿qué tal si probamos con otro juego?
Sus inteligentes ojos oscuros brillaron, reflejando la
luz de color verde amarillento del tablero. Se echó hacia atrás, ocultando con su
gran cuerpo las mullidas almohadas que decoraban los sofás en la plataforma de
observación del Princesa Kuari.
Sacudiendo la cabeza, Celia puso los ojos en blanco.
-¿Por qué será, Dap -bromeó con el técnico-, que parece que
siempre que estás alrededor pierdo?
Dap le sonrió con picardía, y luego le guiñó un ojo a Kaileel.
-¡Le doy buena suerte al jefe!
-¡Creo que no voy a invitarte a ninguna partida más!
Celia se echó a reír, recostándose en el sofá.
Suspirando, miró por la ventanilla a la luz moteado de las estrellas que
pasaban junto a ellos mientras la nave viajaba por el hiperespacio.
-Ojalá tuviera tiempo para otra partida, jefe. Pronto
llegaremos a Mantooine, y se supone que debo estar en el puente.
El jefe Kaileel asintió, ondulando los músculos a lo
largo de su cuello alargado.
-Me imagino que el capitán agradecerá la presencia de sus
mejores oficiales en sus respectivas estaciones de trabajo.
-Desde luego -convino Dap.
-Tendré algo de tiempo libre después de que entremos en
órbita. ¿Podríamos reunirnos, digamos, a las 19:30? -preguntó Celia.
-No me viene bien -respondió el jefe-. Tengo algunas
cosas que atender en Mantooine. No volveré hasta mucho más tarde.
-Cosas que atender, ¿eh? -bromeó Celia, recogiendo su
cuaderno de datos de ayuda navegacional del asiento-. De acuerdo, jefe, ¿cuándo
conoceré a esta nueva novia que has estado guardando en Mantooine?
-¿Y qué pasa con las de Aris y Vykos? -añadió Dap.
Kaileel tomó un tono de verde más oscuro de lo normal y
se enderezó en su asiento.
-Nada de novias -les dijo, tirando del pendiente de
anilla que colgaba de su lóbulo izquierdo-. Solo... amigas.
-Bueno, si tú lo dices -respondió Celia, con una sonrisa
socarrona asomando en la comisura de su boca. Poniéndose de pie, se apartó un
pelo rojo suelto de la sedosa manga blanca de su uniforme y cuidadosamente se ajustó
la pistola enfundada alrededor de sus caderas-. Bueno, hora de trabajar, caballeros.
Dap echó un último sorbo de su bebida y salió del sofá
de un salto.
-Ah, sí –dijo-, el trabajo de un ingeniero nunca
termina. Vetoosh, amigos.
-Vetoosh -respondió Celia mientras Dap se alejaba por el
pasillo-. ¿Jefe K?
-¿Sí, teniente?
-¿Algún progreso en la búsqueda de esos blásters desaparecidos?
Kaileel giró su enorme cabeza.
-No –dijo-. Me temo que el capitán no estará contento
con mi informe. He repasado esto más de una docena de veces con mi gente de
seguridad. Es difícil de creer que uno de ellos pueda estar mintiendo. Pero
este es el tercer incidente. Todos esos blásters estaban en armarios de
seguridad en nuestras oficinas. Simplemente no veo cómo podría haberlos tomado
cualquier otra persona.
-¿Y no han aparecido en algún otro lugar de la nave?
-He tenido equipos de escaneo buscando en cada
centímetro de la Princesa, aunque no
espero encontrarlos aquí –dijo-. No, me temo que este último grupo puede haber
sido sacado de contrabando fuera de la nave en una de nuestras paradas en
puerto y que aparezcan en manos de los rebeldes como los que los Imperiales
descubrieron en Mantooine.
-Pareces preocupado, jefe -observó Celia.
-Esto no va a quedar bien en mi expediente, Teniente -le
recordó Kaileel.
-¡Jefe, tu historial es impecable! -le dijo ella-. ¡Tienes
el mejor equipo de seguridad a este lado del Borde!
-¿Con una docena de armas desaparecidas? -hizo una mueca-.
Gracias por tu voto de confianza, pequeña Carmesí.
Asintiendo con la cabeza, Celia le vio levantarse, con su
enorme figura elevándose muy por encima de la de ella.
-Hablaré contigo cuando regreses de Mantooine. -Empezó a
alejarse, luego se volvió hacia él-. ¡Quiero mi revancha! –exclamó-. ¡No volverás
a ganar!
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