Destello de gloria
Tony Russo
-Cada mercenario quiere ser recordado. -Lex "Vornskr Loco" Kempo se detuvo un momento mientras el marrón y el verde de la selva de Gabredor III se alzaba hacia su carguero que descendía. Con una sonrisa sardónica, el viajero espacial se giró en el asiento del piloto y miró a Brixie-. Un mercenario no se retira con gracia. Tampoco existe ningún Hogar para Mercenarios de la Tercera Edad. Lo que un verdadero mercenario desea es marcharse... en un resplandor de gloria.
-¿En serio? -Brixie Ergo se movió nerviosamente girando en una de las sillas de aceleración situadas detrás de la estación del copiloto. El espacio era estrecho en el carguero ligero corelliano modificado, sobre todo ahí delante. La nave dio una sacudida y tembló cuando se hundió más profundamente en la atmósfera del planeta. Kempo mostró una sonrisa maliciosa llena de dientes.
-Por supuesto.
Lo que parecía un cruce entre una orden y un gruñido salió del ser cubierto de pelaje que ocupaba en ese momento el asiento del copiloto al lado de Kempo.
-Deja tranquila a la novata. -Sully Tigereye era un trunsk, una robusta especie de alienígenas conocidos por su capacidad de lucha y por un igualmente legendario mal humor. Un erizado pelaje marrón cubría la totalidad del cuerpo de Tigereye a excepción de la cara y las palmas de sus manos. Como si enfatizase su descontento con Kempo, exhibió dos colmillos afilados y brillantes saliendo de su labio inferior. Brixie recordó las historias que sus padres le habían contado cuando era niña, acerca de trunsks que eran la principal atracción de muchos espectáculos de carnaval como gladiadores y luchadores.
Si Sully Tigereye había formado parte de un espectáculo similar alguna vez en el pasado, nunca lo había dicho. Lo que ella sí sabía era que una vez había sido un miembro muy condecorado de una unidad de infiltración de elite de la Nueva República. Habiendo abandonado ya el ejército de la Nueva República, continuó sirviendo con su antiguo coronel en una banda de mercenarios llamados Lunas Rojas. Era Tigereye quien había sido nombrado como jefe de equipo para esta misión, y fue Tigereye quien había elegido a Brixie para que les acompañase como médico de combate, a pesar de que era para una misión que Brixie todavía no acababa de entender. Sólo con sentarse cerca de Lex Kempo y Sully Tigereye, la antigua estudiante de medicina se sentía incómoda, como si fuera parte de un grupo al que no pertenecía realmente.
El objetivo de los mercenarios era una operación Gremio de Esclavistas Karazak al acecho en los pantanos y el denso follaje de la selva de Gabredor III. Al igual que los pocos archivos de operaciones de los Lunas Roja que había tenido la oportunidad de estudiar durante su período de formación, cualquier información adicional sobre el objetivo exacto y la razón para asaltarlo no se explicaría en detalle hasta que aterrizasen.
Eso no sólo protegía a los Lunas Rojas, sino también a quienes los contrataban. Pero todo este secretismo no tenía ningún sentido para Brixie. ¿Qué podían esperar lograr contra todo un campamento de esclavistas? ¿Quién ideó esa brillante estrategia, en cualquier caso? Por otra parte, se reprendió a sí misma, unirse a una fuerza mercenaria como los Lunas Rojas para poder encontrar a sus padres tampoco era exactamente una estrategia brillante.
Tigereye continuó regañando a Lex Kempo.
-No le pedí que fuera parte de este equipo para mantenerte entretenido. Limítate a pilotar este montón de chatarra, si no te importa.
A diferencia de Sully Tigereye, que tenía un aspecto rudo por naturaleza pero mostraba una sorprendente preocupación por los demás, "Vornskr Loco" Kempo fácilmente parecía haber sido sacado directamente de un sombrío holofilme. Afirmaba haber servido en más de una docena de ejércitos y milicias privados, incluso un breve paso por el Ejército Imperial como explorador, como se desprendía del conjunto de armadura de soldado explorador personalizada que llevaba. Las piezas de armadura, normalmente de color blanco como la cáscara de huevo, habían sido cuidadosamente decapadas y termopintadas con un dibujo de camuflaje que encajaba en el ambiente selvático de Gabredor. Fundas y bolsillos adicionales escondían una variedad de cuchillas arrojadizas, blásters de mano, fuentes de alimentación, granadas, medipacs, varas de luz y otros objetos útiles. Con su cabello cortado al rape, su delgada cicatriz en su mejilla derecha y sus ojos grises, Kempo actuaba como el intimidante arsenal andante que parecía ser. Aún así, Tigereye había tocado un nervio. Kempo se puso a la defensiva cuando la nave volvió a temblar.
-Sólo estoy tratando de instruir a nuestro médico de combate en los misterios de la psique mercenaria, oh valiente líder.
Brixie sintió casi inmediatamente que Tigereye simplemente odiaba esa expresión. El trunsk lo conformó volviendo su siniestro rostro hacia Kempo. Los trunsks no eran conocidos por su cordialidad, especialmente bajo condiciones de estrés.
-¿Podemos tener un poco menos de cháchara, por favor? -dijo con voz quejumbrosa el cuarto miembro de su grupo. De todos los que se hacían llamar miembros de las Lunas Rojas, Hugo Cutter era la probablemente última persona que Brixie habría pensado que fuera un mercenario. Un fugitivo del pabellón de traumas psicológicos de un hospital, tal vez, pero nunca un soldado. El cabello de Cutter era tan salvaje e impredecible como las miradas que provenían de sus ojos. Antes del inicio de la misión, Lex Kempo le había dicho que Hugo Cutter había llegado a estar inscrito en la prestigiosa Academia Imperial de Ingenieros, sólo para ser inhabilitado después de que encontrara más interesante hacer volar las cosas en pedazos que construirlas. Por otra parte, Kempo siempre había tenido un don para la exageración. Especialmente cuando hablaba de sí mismo.
La nave descendió bruscamente de nuevo. Cutter, sentado a su lado, respiró hondo. Alargó la mano para calmarlo. Cutter reaccionó apretando aún más contra sí el morral que llevaba en su regazo.
-¡No me toques!
-Lo siento -balbuceó ella tratando de disculparse-. Sólo pensé...
-¿Pensaste qué? -Él se echó a reír histéricamente-. ¿Que necesitaría ayuda de alguien como tú?
-No la liemos... -murmuró Kempo en voz baja con una sonrisa torcida.
-Silencio. Todos vosotros -advirtió Tigereye mientras revisaba el navegador de bolsillo que llevaba en una bolsa especial como parte de sus cinturones de armas. Sus ojos enormes amarillos se alzaron y capturaron el reflejo del humano con cabello despeinado en la pantalla delantera de la cabina. Se fijaron en Cutter como puntos de mira-. Sobre todo tú. Tranquilizaos. Ya casi hemos aterrizado.
El nerviosismo de Cutter estaba acabando con su propia paciencia.
Su nave tembló de nuevo. Cerró los ojos con fuerza.
-¡Ya sabes lo mucho que odio las inserciones!
-Relájate. Como agarres con más fuerza esas cargas, es muy probable que las actives.
-Lo dudo. -El carguero se hundió bruscamente en la espesa atmósfera de Gabredor III. Tragó saliva-. Se necesita un detonador disparado a triples intervalos de frecuencia para hacer estallar un explosivo focalizado de Mesonics.
-Tomaré nota de eso -gruñó el peludo trunsk mientras miraba a Kempo-. ¿Cuánto tiempo falta hasta llegar al punto de destino?
Kempo comprobó las lecturas de navegación, que brillaban casi demasiado rápido para que Brixie pudiera seguirlas.
-Unos minutos más. El enmascaramiento del sensor se mantiene hasta ahora. Más arriba, una patrulla de Z-95 ni se molestó en olfatear nuestra estela.
-Me sentiré mejor cuando estamos abajo. Brixie, prepara tu equipo para movernos.
-De acuerdo -trató de mantener la voz firme mientras desabrochaba su arnés de sujeción. El carguero repente perdió potencia y comenzó una caída en picado. Brixie cayó inmediatamente sobre un quejumbroso Cutter, completamente alterado por su excesiva proximidad. Kempo luchó con los controles para estabilizar la nave. Recuperando el equilibrio, Brixie trató de ignorar la expresión de Cutter y sus ojos completamente cerrados.
-¿Qué fue eso? -preguntó Tigereye.
Kempo negó con la cabeza. Totalmente concentrado, luchaba por recuperar el control de la nave. Todos los paneles de ingeniería se iluminaron con luces rojas. Alarmas sonaron ruidosamente. De repente, el carguero se inclinó hacia la derecha y cayó con fuerza hacia abajo. Tigereye comenzó a pulsar interruptores; los propulsores de maniobra de estribor de la nave no respondían.
Kempo maldijo en voz baja con los dientes apretados.
-¿De todos modos, dónde consiguió adquisiciones este pedazo de porquería corelliana? ¡He visto mejores cascos en Socorro!
-¿Puedes aterrizar?
Kemp miró directamente a Tigereye.
-¿Quieres una opinión sincera?
Brixie podía darse cuenta de que, esta vez, Kempo ya no bromeaba. Los sistemas estaban fallando por toda la nave. A su lado, escuchó gimotear a Cutter. Menudo mercenario estaba hecho.
Tigereye desabrochó sus propios cinturones de seguridad.
-¡Todas las manos a la cápsula salvavidas ahora! ¡Esto no es un simulacro!
Los demás se levantaron de sus asientos, agarraron rápidamente equipos y suministros de emergencia y los depositaron en la cápsula de supervivencia. Por un breve instante durante el caos, Brixie se encontró a sí misma mirando casi con curiosidad a Lex Kempo. El navegante corelliano seguía de pie ante los controles del maltrecho carguero que caía en picado, haciendo un gesto juntando las manos cerradas de una extraña manera. Tal vez se tratase de un ritual conocido sólo por los viajeros espaciales y sus naves, pensó. Lo último que vio antes de que las luces interiores fallasen fue a él ofreciéndole su sonrisa de costumbre. Sus destinos y la nave de estaban a punto de separarse de la manera más violenta.
-Espero que hayas fichado para todo el trabajo, Dama Brix. ¡A partir de ahora, se pone cada vez más interesante!
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