Dos guardias armados con picas aturdidoras se encontraban
junto a una rampa de acceso secundario del transporte de carga, empujando al
interior de la nave a tantos seres esclavizados como podían. Muchos de los
esclavos, presa del pánico por las explosiones y los ruidosos haces de disparos
de energía, habían aprovechado esta oportunidad para escapar. Los guardias no estaban en condiciones de discutir. Una
a una, las demás rampas de carga iban cerrándose mientras la nave comenzaba sus
preparativos finales para el despegue. Un mensaje crepitó en los comunicadores
seguros de los guardias. Aliviados de estar tan lejos como fuera posible de los
disparos, comenzaron a subir la rampa. Cuando uno de los guardias se volvió
para seguir a los esclavos que subían, advirtió que un esclavo no llevaba collar
de sujeción. Avisó a su compañero con un gruñido mientras sujetaba al trunsk
por el brazo.
-¡Hey! Se olvidaron de ponerle collar de dolor a este.
Sully Tigereye se dio la vuelta. Sus garras afiladas para
la lucha agarraron al sorprendido guardia por la barbilla. Con la otra mano,
apuntó una pistola bláster pesada al segundo guardia y de un disparo le arrebató
la pica aturdidora de la mano. El guardia se volvió y echó a correr.
-No habrá más collares de dolor. No mientras yo viva. –Agarró
al primer guardia de la papada y acercó su rostro al suyo-. Ahora que tengo
toda tu atención... ¿dónde está tu jefe?
***
Trabajando rápidamente, Kempo y Brixie apilaron en el
carro los cilindros de combustible que habían encontrado, así como los
explosivos y granadas que llevaban. El fuego de los cañones a su alrededor estaba
cada vez más cerca.
-Ahora que lo pienso, hay un pequeño problema con este
plan -murmuró Kempo a media voz.
-¡No tenemos tiempo para problemas! -respondió Brixie,
haciendo una ligera mueca cuando un pedazo de la cercana pista de aterrizaje volaba
por los aires por el disparo de un arma del bunker.
-Uno de nosotros va a tener que pilotar esta cosa hasta
su puerta.
Ambos se miraron el uno al otro, con los ojos congelados.
Una pequeña sonrisa torcida comenzó a formarse en el rostro de Kempo. Tomó la
mano de Brixie y le besó el dorso.
-No te preocupes, niña, acabo de ofrecerme voluntario. -El
explorador subió a bordo y tomó posición junto a los controles de dirección del
carro, tratando de permanecer agachado. Le entregó a Brixie el rifle de soldado
de asalto.
-Mantenlos ocupados el tiempo suficiente para que consiga acercarme.
-Activó los controles repulsores del carro. El carro comenzó a avanzar lentamente
mientras él volvía a sonreír.
-Pero no dejes que la gente se olvide de mí, ¿vale?
Ella agitó la cabeza. Había algo en su expresión que
nunca antes había visto. Había tantas cosas que quería aprender de él y ya no
había tiempo.
Conforme la carretilla gravitatoria avanzaba, Brixie
tomó posición a un lado de la pista de aterrizaje. Disparó el lanzagranadas del
rifle, escupiendo explosivos de conmoción contra la endurecida capa exterior
del bunker de mando... aunque el efecto causado fue mínimo.
La carretilla gravitatoria zigzagueaba a través del
claro. En lo que pareció una eternidad, las armas bláster del bunker intentaron
seguirla torpemente, errando sus disparos por muy poco. Justo cuando la
carretilla gravitatoria llegó al bunker, Brixie pudo ver al explorador midiendo
su salto... sólo para tropezar en la barandilla lateral de la carretilla. Con el pie enganchado, fue arrastrado implacablemente
con ella de hasta...
Al instante siguiente, ella estaba mirando a la luz
menguante del cielo de la tarde. La onda expansiva había tirado Brixie de
espaldas contra el suelo. Tambaleándose, se puso en pie. Donde había habido un búnker de mando, ahora sólo quedaban
los restos irregulares de unos cimientos de permacemento. Incluso los lados del transporte de carga se habían chamuscado
por la explosión. Los esclavistas corrían frenéticamente en todas
direcciones. Se acercó al borde del corazón del fuego, protegiendo su rostro
mientras esperaba que una forma familiar saliera tambaleante.
Kempo tenía que salir. Así era como terminaban siempre
los holos. El héroe siempre escapaba.
Pero nadie salió.
Hugo la agarró por el brazo y empezó a tirar de ella
hacia la nave.
-¡No! -le gritó-. ¡No vamos a dejar atrás a un compañero
de equipo! ¡No podemos!
Él tuvo que llevársela lejos del infierno.
***
La explosión fue tan grande que sacudió al transporte de
carga con violencia sobre sus patas de aterrizaje.
La puerta de acceso al puente del transporte se abrió.
Tigereye empujó al guardia contra algunos de los tripulantes que estaban allí.
Algunos trataron de alcanzar sus armas, pero no fueron lo suficientemente
rápidos. Rayos de energía rebotaron a través del puente. Cuando todo terminó, Tigereye agitó la pistola
desintegradora ante los supervivientes.
-¡Todo el mundo a la cápsula de escape! ¡Ya!
Se apiñaron en la cápsula salvavidas del puente.
Tigereye selló la escotilla detrás de ellos, encerrándolos dentro. Después de asegurar el puente, activó su
intercomunicador.
No fue necesario. Brixie y Hugo Cutter aparecieron en la
puerta de acceso al puente. El experto en demoliciones tenía los hombros
caídos. Brixie estaba cabizbaja, con lágrimas corriendo por sus
mejillas.
Tigereye entendió inmediatamente. Kempo. La explosión.
Cerrando sus manos en puños, Tigereye quiso gritar. Quiso destrozar el puente. Agarró al guardia que
había tomado prisionero y lo estrelló contra una de las consolas de control tan
fuerte que el impacto abolló los paneles. Blandió el cuaderno de datos ante los
ojos del guardia, con las fotos de los hijos del embajador parpadeando en la pequeña
pantalla.
-No están entre los esclavos que lleváis abajo. De modo
que, ¿dónde están?
El guardia hizo un gesto hacia otra puerta en el puente.
-¡Están en los aposentos del jefe! ¡Allí dentro!
Tigereye arrojó la pistola bláster pesada a Cutter
mientras desenvainaba la vibro-hacha.
-Configurad las armas para aturdir. Necesitamos a esos
niños vivos.
-Yo también voy. -Brixie dio un paso adelante, temblando,
apretando tan fuerte el rifle de soldado de asalto de Lex Kempo que tenía los
nudillos blancos. Tigereye señaló al guardia.
-No. Tienes que vigilarle.
Brixie se giró y disparó al guardia a quemarropa usando
el ajuste de aturdimiento del rifle bláster. El guardia se desplomó
inconsciente.
-No va a irse a ninguna parte -respondió lacónicamente
mientras insertaba dos granadas aturdidoras en el lanzador del rifle.
Tigereye y Cutter se miraron, sorprendidos.
De algún lugar detrás de la puerta, surgió el sonido
amortiguado de disparos bláster, seguidos de un grito de dolor. Tigereye señaló
a Cutter los controles de la puerta.
-Ábrela. ¡Ya!
***
Los bien amueblados dominios del jefe esclavista estaban
casi completamente a oscuras. El jefe esclavista propiamente dicho estaba
muerto, desplomado en su tumbona.
Brixie inmediatamente dio un paso hacia la joven y su
hermano, todavía encadenados a la pared, pero Tigereye la retuvo.
Por la forma en que estaban acobardados en silencio, se
dio cuenta de que algo no estaba bien.
-Aquí hay alguien más -susurró Tigereye.
-Eso es correcto -declaró una voz desde la oscuridad.
Agachándose, los mercenarios se separaron mientras se
abrían camino por la sala. Mientras pasaba junto a la tumbona, el pie de Brixie
rozó algo suave. Emitió un fuerte jadeo cuando vio la garganta desgarrada de
una esclava muerta tirada en el suelo, con sus pequeñas manos aferradas todavía
a un bláster de bolsillo. Los guardias del jefe esclavista yacían muertos cerca.
-Ella vio la oportunidad de escapar -explicó la voz con
la mayor naturalidad-. Tuve que convencerla de lo contrario. Mirad bien,
mercenarios. Vuestro destino será el mismo que el suyo.
Una figura se abalanzó sobre Cutter, tirándolo al suelo
cuan largo era. En cuestión de instantes, la forma apareció de nuevo, enterrando
profundamente sus garras en el chaleco protector de Brixie. La cosa la empujó
contra la pared, dejándola sin sentido. El rifle de soldado de asalto cayó al suelo.
Sosteniendo su cabeza y su costado lesionados, oyó más lucha. Tratando de concentrarse, vio por un breve instante a su
atacante de pie contra la tenue luz de las ventanas de la sala. De inmediato
reconoció la peluda criatura de pelaje negro, por su formación médica en la
Universidad. ¡No era extraño que las luces estuvieran apagadas!
-¡Es un defel! ¡Un espectro!
Tigereye encontró los controles de iluminación de la sala
y los subió a su valor máximo. Las brillosferas llenaron la sala con su
resplandor. La terrible criatura gritó de dolor, tratando de
proteger sus ojos de las potentes luces.
Rodeado y cegado, el defel giró violentamente. Brixie había recogido el rifle bláster de soldado de
asalto. Hugo Cutter estaba de nuevo en pie, con la pistola bláster en la mano y
la cara muy amoratada. La mirada de Sully Tigereye se redujo a una fría rendija
amarilla mientras daba un paso hacia adelante, vibro-hacha en mano.
-El único destino que debe preocuparte... es el tuyo.
***
La nave de carga, casi totalmente cargada de esclavos
liberados, subió lentamente en el cielo sobre Gabredor III. Abajo, en la
superficie del planeta eclipsada por la noche, el campamento de esclavos destruido
ardía con una venganza. Tigereye había decidido que debían dejar suficientes
marcas de los Lunas Roja para que cualquiera pudiera encontrarlas. Sabiendo que
estaban en el punto de mira, el Gremio de Esclavistas Karazak tendría que
buscar mucho y duro para encontrar otro lugar donde realizar sus actividades. Y con los hijos del embajador de Gola a salvo en la nave,
el Alineamiento Pentaestrella también había perdido.
En el corazón de Brixie, era una victoria vacía. Habían
tratado de buscar en los restos del búnker de mando, pero el fuego era
demasiado caliente. Se sentó en una silla en el puente del transporte encerrada
en sí misma mientras Tigereye y Cutter se familiarizaban con los controles de astrogación
de la nave. Finalmente pensó en quitarse el casco de la cabeza. Con un suspiro de cansancio, desató las correas y dejó
caer el casco a la cubierta junto a sus pies.
Tigereye miró hacia el sonido. Durante su formación, ha
sido difícil para ella juzgar al trunsk, separar la reputación de la realidad.
Las mismas manos con garras que tan ansiosamente habían despedazado al defel habían
soltado con mucho gusto los collares de dolor de decenas de esclavos.
Finalmente se dio cuenta de por qué la había escogido
para esta misión. Había algunas cosas que no se aprenden con formación o
preparación, que deben ser experimentadas y sentidas. Brixie había
experimentado la camaradería y el miedo, había visto que la violencia y la
muerte eran parte de la vida de los pistoleros a sueldo. Por un breve momento,
la expresión de Tigereye se suavizó. Él y Hugo llorarían la pérdida de su amigo
cada uno a su manera.
Su mirada cayó sobre las pantallas visuales del puente. Gabredor III se estaba alejando lentamente. Se encontró
deseando que Lex estuviera ahí, preguntándose cuál habría sido su reacción ante
el descubrimiento que acababa de hacer. Él probablemente tan sólo le habría guiñado
un ojo.
Entonces vio los restos del campamento esclavista en las
pantallas. Un escalofrío le recorrió la columna vertebral; había algo familiar
en la forma de los incendios. La voz de Kempo se hizo eco en su mente. En sus
propias palabras, el explorador se había marchado en un destello de gloria.
Desde cientos de kilómetros de altura, la explosión que
había arrasado el búnker de mando aparecía como una media luna que brillaba
ferozmente...
Una luna roja.
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