El Alineamiento Pentaestrella
Anthony P. Russo
En algún lugar del espacio...
Ya era demasiado tarde cuando el carguero mercante finalmente se dio cuenta de que la nave contenedora que se acercaba era más de lo que aparentaba. Una cañonera corelliana surgió de repente de la gran compuerta de carga de contenedores, a proa, abrumando al carguero mercante con el fuego de sus cañones iónicos antes de que este pudiera siquiera emitir un quejido pidiendo auxilio. Con bien sincronizada eficiencia, los piratas engancharon rápidamente un garfio de amarre sobre el carguero inhabilitado y eyectaron a toda la tripulación en las cápsulas de escape de la nave. La nave mercante era ahora suya para examinarla a placer.
-Eso era todo. –Tara pasó la tableta de datos a su capitán, que estaba reclinado con aire pensativo en el sillón de mando de la nave mercante-. Cinco toneladas métricas de provisiones, además de 30 barriles de agua de fuego Ipelrilla. Lo bastante para mantener borracha y feliz a la tripulación durante mucho tiempo, imagino.
Roark Slader dio unos golpecitos con el índice en la tableta de datos, corrigiéndola.
-Lo bastante para mantener a un sinvergüenza como Begas Tok borracho y feliz durante mucho tiempo, para un gusano de su tamaño. Él nos pagará bien por el agua de fuego. Tal vez lo bastante para que consigamos otro crucero corelliano de las chatarrerías de los alrededores de Jaemus.
-Estaría bien si fuera otra cañonera –dijo ella, señalando con un gesto al Saqueador de Slader II, que montaba guardia protectoramente a cierta distancia. Tal vez esa Nueva República tuviera algo bueno después de todo, apartando al Imperio fuera de los sistemas locales y dando a los oportunistas como ellos carta blanca para meter mano a los indefensos transportistas de carga interestelares. Últimamente los negocios habían ido tan bien, que tal vez hubiera suficiente espacio en ese sector para otro pirata, pensó Tara sonriendo para sí misma. Tal vez.
Slader se limitó a murmurar algo sin comprometerse a nada cuando sonó su comunicador. Tara reconoció inmediatamente la voz de Mac, a bordo del Saqueador II. Gritaba alterado acerca de una gran masa que acababa de llegar al su espacio local. Slader estaba a punto de ordenarle al hombre que se calmara y se explicase cuando una andanada de turboláseres pesados golpeó a la cañonera desde popa. Tara vio quién había disparado, una forma de cuña demasiado familiar que estaba acercándose rápidamente hacia ellos.
-¡Es uno de esos nuevos cruceros Pacificador! No. ¡Dos de ellos! –señaló.
Slader maldijo en cinco idiomas mientras saltaba fuera del sillón de mando. Ambas naves estaban lo bastante cerca como para ver el distintivo patrón de cinco estrellas pintado en sus cascos.
-Maldito sea otra vez ese Alineamiento Pentaestrella –dijo Slader, vociferando luego rápidamente por su comunicador-. Mac, retrocede con el Saqueador II y toma el camino largo para salir del sistema. Atrae su fuego hasta que Tara y yo nos vayamos en el Saqueador I. –Luego pulsó el botón de llamada general del comunicador usando una frecuencia segura-. Slader a todas las manos, nos vamos... ¡de inmediato!
Cortó el canal y ambos comenzaron a salir del puente de la nave mercante incapacitada.
-¿Pero qué pasa con el agua de fuego y el cargamento? –dijo Tara corriendo tras él-. ¿Qué hay del trato con Begas Tok?
-Eres muy libre de intentar llevárselos a Tok. –Slader se entretuvo el tiempo justo para desenganchar el garfio de amarre del Saqueador I de su presa-. ¡Aparte de eso, la suerte está echada!
Con un remolino de cierres explosivos, el Saqueador de Slader I se apartó de la nave mercante mientras su nave hermana más pequeña conducía a la pareja de cruceros defensivos clase Pacificador por otra ruta. Desde el puente de control del Saqueador I modificado, Tara observó cómo su botín se alejaba lentamente en la distancia. Luego volvió su mirada hacia las ominosas siluetas de las naves del Alineamiento, reprimiendo muecas de dolor cada vez que un cañonazo golpeaba al Saqueador II mientras volaba con dificultades en su desesperada trayectoria de escape.
Tal vez el negocio no fuera tan bien, después de todo, pensó.
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