El jefe esclavista Greezim Trentacal se relajó en su
asiento a bordo del carguero de transporte Amante
de Atron, abanicándose la cara con la piel elaboradamente decorada de una
bestia lexiaus. Su oscura sala de audiencias a bordo del gran carguero estaba llena
de adornos y baratijas de un centenar de mundos diferentes. Trentacal suspiró,
dejando que su gran papada descansase en la palma de su mano mientras apoyaba
el codo en el reposabrazos. Una delgada chica humana escasamente vestida se
movía a su alrededor, con gestos tan ligeros como los aromas a especia en el
aire. Ella le ofreció una copa de vino. Aburrido, apartó su
ofrecimiento con la mano mientras miraba a la sombra oculta en la oscuridad.
-¿Cuánto tiempo va a tardar esto, Vex? Ya sabes cómo odio
estar aquí, en esta selva húmeda.
Una voz susurró su respuesta.
-Estamos esperando otro cargamento de esclavos de la
última expedición cerca del Borde. Mañana al amanecer, la nave debería estar
completamente llena.
-Bien -bostezó Trentacal. Detalles. Insignificantes pequeños
detalles.
Los esclavos en las bodegas de carga de su nave eran
sólo pequeñas muestras de mercancía en comparación con los créditos que podría
estar ganando. Era uno de los problemas de hacer negocios con el Alineamiento
Pentaestrella.
Sugerir que el Alineamiento Pentaestrella no era más que
otra facción de señores de la guerra imperiales, simplemente otro débil
aspirante al trono del poderoso antiguo Imperio, era una suposición estúpida. El
Alineamiento se percibía a sí mismo como el Imperio renacido. Liderados por un
Gran Moff llamado Ardus Kaine, el Alineamiento ignoró el intento del Gran
Almirante Thrawn para consolidar las fuerzas imperiales, esperando
cuidadosamente hasta poder montar su propia campaña contra la Nueva República.
A diferencia de otros señores de la guerra, el
Alineamiento estaba extremadamente organizado y bien equipado, gracias a las corporaciones,
poderosas empresas aliadas anteriormente con el Imperio. Ahora que una de estas
corporaciones, concretamente el Conglomerado PowerOn de Cantras Gola, amenazaba
en secreto con marcharse y unirse a la Nueva República, el Alineamiento Pentaestrella
estaba haciendo todo lo posible para evitarlo. Así que el Alineamiento se había
dirigido al Gremio de Esclavistas Karazak para resolver su problema con la
Nueva República.
Qué irónico, reflexionó Trentacal, que los hijos del embajador
de Cantras Gola hubieran sido secuestrados por sus esclavistas. La nota depositada
en su lugar dejó bastante clara la situación del embajador. Mientras el
embajador demorase cualquier nuevo diálogo con la Nueva República, los niños
permanecerían con vida. El retraso sería suficiente para que los agentes del
Alineamiento cortasen por completo los lazos entre Cantras Gola y la Nueva
República. Al final, Cantras Gola se mantendría leal al
Alineamiento Pentaestrella y, a su vez, el Gremio de Esclavistas Karazak continuaría
realizando sus operaciones en Gabredor III sin obstáculos.
Había algunos beneficios en este tipo de trato de negocios:
Trentacal había decidido quedarse con los niños como forma de pago por su
trabajo. El Alineamiento no tenía opinión al respecto; el propio embajador sufriría
un desafortunado accidente y sería silenciosamente reemplazado... por un agente
del Alineamiento más fiable.
El jefe esclavista miró de reojo a los hijos del
embajador encadenados a la pared opuesta de la sala y reconoció que serían unas
buenas adiciones a su servicio doméstico. Sin embargo, todo tenía su precio.
¿Cuál, se preguntó, sería el precio por quedarse con estos dos?
Trentacal hizo un gesto a la esclava que se encontraba a
su lado y tomó la copa de vino de sus delicadas manos. Trentacal acarició con
la gruesa palma de su mano la mejilla inexpresiva de la chica. Era muda desde
niña. Había sido uno de los primeros esclavos que se había quedado para sí. Le
tomó la barbilla entre sus dedos y le giró la cabeza para que pudiera ver a los
niños asustados.
-Pronto tendrás a otros a los que instruir en el delicado
arte de servirme.
La sombra se acercó, apenas perceptible en la oscuridad
de la cabina privada de Trentacal. Trentacal observó a su guardaespaldas y
confidente, un defel, mientras este se colocaba delante de las ventanas de la
sala. El grueso cuerpo de Vex estaba completamente cubierto de
capas de ondulado pelaje negro que absorbía toda la luz circundante. En la mano
derecha sostenía un comunicador junto a un oído atento, meneando ligeramente la
cabeza mientras escuchaba lo que parecía poco más que estática. Fuera de las
ventanas acechaba la enmarañada vegetación de la selva de Gabredor III y el
claro circundante que comprendía el campo provisional. Torres de vigía armadas
con blásters pesados de repetición se alzaban del suelo de la selva. A cada lado del bulboso carguero, los esclavos estaban
siendo conducidos a la nave bajo el escrutinio de los matones Karazak. Era una
operación extraordinariamente eficiente, se aseguró Trentacal a sí mismo.
Después de todo, era él quien la había planeado.
-¿Qué ocurre, Vex? -El defel no sólo era responsable de
la seguridad de su jefe, sino de toda la operación esclavista en Gabredor. Cuando estaba dedicado a la defensa de su amo, muy pocos
sobrevivían para hablar acerca de su rabia. A Trentacal tampoco le importaba el
miedo que rodeaba la temible reputación de su especie.
Vex apagó el comunicador y se volvió ligeramente, sin
querer mirar demasiado tiempo al haz de luz que bañaba a su jefe.
-Una de las patrullas de Z-95 ha visto los restos de un
carguero ligero estrellado a cierta distancia de aquí. La nave había llegado rápida
y a baja altura, utilizando algún tipo de medida para eludir los sensores de
largo alcance y nuestras patrullas. Fueran quienes fuesen, parece que no
querían atraer ninguna atención.
-¿Era una nave de la Nueva República? -preguntó con
cautela Trentacal, súbitamente en alerta.
Las ranuras de los ojos del espectro se estrecharon mientras
explicaba.
-No lo creo. No se arriesgarían a entrar tanto en territorio
del Alineamiento. Hacerlo podría significar una guerra sin cuartel entre ellos.
Eso es algo a lo que la Nueva República no está dispuesta a arriesgarse. La
única manera de saberlo es interrogar a los supervivientes. Pero la cápsula salvavidas
principal de la nave no se encontró en los restos. Mis rastreadores siguen
buscándola.
Trentacal estrelló un puño carnoso contra el apoyabrazos
de su suntuosa silla. La criada saltó hacia atrás con terror.
-Entonces debe ser el Alineamiento. ¡Nos han traicionado!
La cabeza negra negó lentamente.
-Tampoco creo que sea el Alineamiento Pentaestrella, jefe
Trentacal. Sus recursos son enormes. No tienen necesidad de pequeños equipos de
ataque. Si quisieran, podrían atacar con un crucero defensivo clase Pacificador
o algo similar.
-Entonces, ¿quién?
Los ojos de Vex se deslizaron hacia la pared del fondo y
las dos silenciosas figuras encadenadas allí. El desaliñado jefe esclavista
inhaló bruscamente, comprendiendo de inmediato. Fueran quienes fuesen esos
intrusos, venían por ellos.
-Vex, creo que deberías activar el perímetro de
seguridad.
-Ya se ha hecho, señor.
***
-¡Quítamelo de encima! -Lex Kempo, mercenario de
mercenarios, gemía como un becerro bantha mientras apartaba a la viscosa
criatura multilobulada que había caído sobre su cabeza. Brixie estaba
intentando todo lo posible para arrancarla haciendo palanca con su vibro-cuchillo.
Sully Tigereye sólo los observaba. Si la situación hubiera sido diferente,
podría haber sido divertido.
-Quítaselo de encima, Brixie. -El trunsk desenvainó una
vibro-hacha de combate de su arnés de armas.
-¡Lo estoy intentando!
-¿Podemos volver ya a casa? -murmuró Hugo mientras se
sentaba en un tronco muerto, cansado y agitado.
-¡Lamento que te estemos aburriendo! -espetó Kempo. Agarraba
la criatura con ambas manos y estaba apartándola de sí por la fuerza, cuando la
pequeña bestia agitó un apéndice de cola y le roció un chorro de polvo en la
cara. Tosiendo y estornudando sin control, Kempo empujó a Brixie,
que cayó en la maleza. Cutter rió.
Tigereye, agotada su paciencia, soltó un juramento.
-Se acabó. ¡La clase de exobiología ha terminado!
Tigereye agarró la cosa por la cola, ahora extendida, y blandió
su arma. El vibro-hacha separó el apéndice, que comenzó a
agitarse. Un líquido verdoso roció a todos. La criatura se soltó de la cabeza
de Kempo y cayó muerta a sus pies.
Olvidando su humillación, Brixie inmediatamente abrió su
botiquín y examinó la cabeza del gruñón navegante en busca de marcas de
pinchazos o laceraciones que pudieran indicar un mordisco. Usó un chorro de
agua para limpiar la cara. Una prueba rápida de la sangre de la criatura reveló
que no era inherentemente peligrosa. Por desgracia, era poco lo que podía hacer
por su decaída moral. Ya llevaban casi un día caminando trabajosamente a través
de la selva. Los ánimos estaban tan bajos como temporizadores de granadas.
-Me siento como un droide con un grupo de receptores defectuosos
y un chirriante servo estropeado. Gracias, niña. -Kempo se limpió la cara con
el paño húmedo que Brixie le había dado-. ¿Qué era esa cosa?
Tigereye lo pensó por un momento.
-No lo sé, pero tienes suerte de que no fuera venenosa. Sugiero
que la próxima vez que escuchéis un ruido, miréis hacia arriba además de
alrededor. -Kempo quedó en silencio mientras el trunsk palpaba compasivamente
la creciente roncha en su frente. Cutter seguía riendo.
Tigereye volvió su ira hacia
el experto en demoliciones en cuclillas.
-No recuerdo ordenado ningún descanso,
Hugo.
-Hay poco tiempo. Tú irás en cabeza. Quiero que reconozcas
el terreno y te asegures de que no hay más sorpresas esperándonos.
El ingeniero de pelo descuidado señaló su propio pecho,
sorprendido.
-¿Quieres que... explore? Sully, ya sabes que yo no exploro.
Yo vuelo cosas en pedazos diminutos. Todos los miembros de la unidad dicen que soy
un mal explorador.
-Considéralo una valiosa lección de la vida. Brixie tiene
que terminar de examinar a Kempo, y alguien tiene que cuidar de ella.
Hugo se puso airadamente en pie, con las cargas explosivas
sacudiéndose en su bolsa de camuflaje. Sacó una pistola desintegradora de una
funda.
-Está bien, pero, ¿quién cuidará de mí?
-Basta de quejas. ¡En marcha!
Hugo desapareció sobre el tronco muerto en el que había
estado sentado, quejándose en voz alta mientras se alejaba. Tigereye sacudió
cansado su cabeza canosa. Extrayendo la tableta del mapa, comprobó sus
coordenadas actuales con el campamento de esclavos previsto. Deberían llegar pronto
a su perímetro de seguridad. Miró un momento cómo Brixie aplicaba una pomada
medicada en la cabeza de Kempo. Ella le estaba devolviendo la mirada.
-¿Algún problema?
-No, sólo me preguntaba... -tropezó con sus palabras-.
Quiero decir, todo el mundo pasa tan tiempo discutiendo e insultándose. No
actúan precisamente como lo que he visto. Ya sabe... como profesionales.
Se detuvo, creyendo que de alguna manera los había
insultado tremendamente. Ahora fue el turno de Kempo de reír. Incluso Tigereye,
sorprendentemente, no se ofendió.
-Has visto demasiados holofilmes, Brixie. No todos
fingimos ser el mercenario perfecto, como Kempo.
-¿Quién está fingiendo? -interrumpió Kempo, todavía
enjuagándose los ojos-. No dejes que nuestros enfrentamientos te confundan,
niña. Nos conocemos desde hace mucho. Lo suficiente para odiarnos hasta la
médula y seguir siendo los mejores colegas.
-¿Hugo es tu mejor amigo? -Brixie parecía confundida-. Pero
no actuáis como buenos amigos.
Tigereye frunció los labios.
-Todo el mundo en esta empresa, todo el mundo en los
Lunas Rojas, quiero decir, viene con una historia. Tus padres, por ejemplo. No
te gusta la forma en que el Alineamiento los está tratando, ¿verdad?
-Mis padres fueron sacados a la fuerza de su clínica y obligados
a trabajar para el ejército del Alineamiento como cirujanos de combate. Es casi
como si los hubieran encerrado. Sólo quiero recuperarlos.
-Los padres de Hugo eran de la nobleza imperial. Vivía
en un mundo corporativo durante el reinado del Emperador. Sus padres intentaron
de todo para mantenerlo bajo control, incluyendo encerrarlo. Yo fui tratado una
vez como un animal. Sé lo que es estar enjaulado. Cuando pasas por una vida
así, a veces necesitas a alguien para mantenerte bajo control. Hugo se preocupa
por mí y yo me preocupo por él.
Kempo se puso en pie y le devolvió el ungüento.
-Recuerda, niña, la primera regla de la vida militar es
no dejar que las apariencias te engañen. Tigereye no nos eligió para este
equipo sólo por nuestras armoniosas voces. Tigereye tiene más experiencia de
combate en la uña del dedo pequeño de su pie derecho que la mayoría de los
generales imperiales. Hugo puede hacer que un AT-AT se ponga a bailar y explote
con sólo una llave de tuercas y un detonador térmico. Mi trabajo consiste en
asegurarme de que sobrevivimos para presumir con esta pequeña historia. Y en
caso de que caigamos, Dama Brix, tu trabajo es recoger las pequeñas piezas y
unirlas de nuevo para que pueda cobrar mis honorarios cuando todo haya acabado.
Brixie se sentía completamente avergonzada. Lo que había
tomado por hostilidad abierta entre los tres veteranos era en realidad su
manera de hacer frente a una nueva situación imposible.
La cabeza de Hugo Cutter apareció de repente sobre el tronco.
-Disculpad. No quiero interrumpir vuestra conversación
acerca de mí, pero creo que he encontrado algo.
***
Desde la distancia, el mástil sensor parecía una bola de
metal cromado montada en un poste un poco más alto que la vegetación
circundante. Otros iguales a él se alzaban aproximadamente a 20 metros a cada lado. Estaban
colocados a casi 30 metros
de distancia de la reconocible valla sensora.
-Parece que hemos encontrado su perímetro -murmuró Kempo
en voz baja a Tigereye, tratando de no activar posibles escuchas acústicas.
Detrás de ellos, Cutter y Brixie esperaban ansiosos.
-O que ya hemos pasado una
línea perimetral exterior enterrada -dijo Tigereye, revisando sus propios instrumentos de detección. A pesar de su preocupación, la posibilidad de una
barrera exterior era poco probable aquí. La omnipresente humedad y las formas
de vida locales se ocuparían en poco tiempo de casi cualquier cosa hecha de
metal o de circuitos complejos que se enterrase en el humus. Miró hacia atrás-. De acuerdo, Hugo, todo tuyo.
Cutter se quitó la chaqueta de servicio y vació sobre
ella el contenido de su bolsa de utensilios. Cargas moldeadas, tabletas de
datos rotas, granadas anti-vehículo, piezas de droide y trozos de circuitos
integrados y chips se derramaron por todas partes. Kempo miró el extraño surtido con cierto desdén.
-Llevas suficiente chatarra para abastecer a Industrias
Automaton.
-Ahórramelo -espetó Cutter mientras se ponía a trabajar. Brixie observó todo el proceso con interés mientras
Kempo y Tigereye tomaban posiciones de vigilancia cerca. Sin siquiera darse
cuenta de que la había reclutado para ayudarle, Cutter le pedía herramientas
del equipo de técnico y fragmentos de la pila de chatarra. En cuestión de
minutos, un verdaderamente extraño conglomerado de placas de sensores, chips de
droides sonda, escáneres y bloqueadores de comunicación fue tomando forma.
-¿Esto va a funcionar? -preguntó.
Cutter tomó un momento para sentarse y admirar su creación
con una pequeña sensación de satisfacción.
-Me echaron de la Academia Imperial de Ingeniería. Se
rieron de mí. Bueno, ¿a ti te parece que esto sea la obra de un loco?
Brixie
miró fijamente al dispositivo. Cutter la miró, sintiendo quizás los pensamientos
que cruzaban su mente. Una pequeña sonrisa torcida se formó en sus labios.
-No
te molestes en contestar a eso.
Un estruendo en los arbustos cercanos sorprendió a todos
y les hizo guardar silencio. Kempo les gruñó:
-Agachaos. Alguien acaba de llamar a uno de mis timbres.
Tigereye sacó un conjunto de macrobinoculares.
Manteniendo la vista en el camino por el que acababan de venir, esperó durante
un buen rato. Vio un movimiento breve y enfocó. A través del visor,
vio una cabeza escamosa olfateando el suelo. Moviendo los prismáticos
lentamente, finalmente encontró al jinete, que llevaba un traje de camuflaje
para mezclarse con el fondo de la selva. El jinete sujetaba en su mano libre
una larga pica de fuerza mientras examinaba el "timbre" de Kempo, una
rama atada con una cuerda delgada, cruzando el camino.
-¿Qué es? -susurró Kempo.
-Parece que un rastreador. Montando alguna especie de
reptiloide bípedo.
Kempo utilizó el visor de objetivos de su rifle de soldado
de asalto para ver al recién llegado.
-Ahora lo veo. Podría haber otro cerca -susurró.
-Otro no supondrá ninguna diferencia. Todo lo que hace
falta es un informe para que todo el campamento esclavista caiga sobre nuestras
cabezas.
-Esas cifras son lo suficientemente buenas para mí. -Kempo
se desabrochó la funda de su espalda y le dio a Brixie un vibromachete muy
afilado, con la hoja y los bordes ennegrecidos por el servicio militar. Ella
tomó el arma en sus manos con aire dubitativo.
-¿Para qué es esto?
-Vas a vigilarme las espaldas para variar. Ya he tenido
bastante de arrastrarme por el lodo. -Kempo comenzó a correr hacia los árboles-.
Vosotros derribad la valla. ¡Yo me encargo de los malos!
-¡Kempo! ¡Yo no he...! -le gritó Tigereye justo cuando
el navegante echó a correr. Brixie y Cutter le miraron a él en busca de
orientación-. ¡No os quedéis ahí parados! Hugo, desmantela la valla. ¡Brixie, cúbrele!
-Apenas había dicho eso cuando él también desapareció en la espesa vegetación.
***
Kempo cayó sobre una rodilla al saltar a través de los
árboles, sobresaltando al rastreador y a su montura. Disparó su rifle bláster a
corta distancia, pero no le dio al jinete.
El jinete espoleó al reptiloide entrenado y salió a la
carga. La criatura corrió deteniéndose justo junto a la cabeza de
Kempo y trató de abrirle en canal con las garras dentadas de sus patas. Kempo disparó de nuevo, con su conjunto robado de
armadura de explorador Imperial llevándose la peor parte de la carga de la
bestia, que lo tumbó. El impacto hizo que el rifle desintegrador saliera
despedido de sus manos.
Con calma, sobre él, el rastreador levantó su pica de
fuerza para golpear. Un aullante misil peludo salió de los árboles, desviando
la atención del rastreador. Sully Tigereye chocó tanto contra el rastreador
como contra su animal, blandiendo su hacha vibratoria y clavándola en la gruesa
piel de la criatura. El reptiloide gritó por la terrible herida y salió
corriendo, llevando con él a su reticente jinete. Con el rastreador vuelto ahora
de espaldas a ellos, Kempo recogió su arma caída y disparó. Una aullante ráfaga de energía golpeó al rastreador justo
en la espalda, causándole la muerte antes de que llegase a golpear el suelo. El
reptiloide lesionado, ahora sin jinete, siguió alejándose, chocando
ruidosamente contra el follaje.
Tigereye blandió su hacha vibratoria ante Kempo.
-Debería haber dejado que te pegara un bocado, aunque
sólo fuera para darte una lección.
-Me estaba yendo muy bien antes de que aparecieras.
-Vamos a ver si lo adivino: le tenías exactamente donde
querías -resopló el trunsk mientras recuperaba el aliento-. Comprueba el
cuerpo. Si hemos tenido suerte, no habrá tenido la oportunidad de informar.
-Nunca somos tan afortunados -replicó Kempo mientras se
dirigía hacia el cuerpo del rastreador muerto.
***
Hugo se puso en pie, sosteniendo el artilugio. Brixie le
miró, examinándole a él y a su invención espontánea con aire dubitativo. Él comenzó a moverse lentamente hacia el mástil sensor, colocando
los pulgares en los interruptores de alimentación que activarían las piezas
unidas. De pronto se detuvo en seco.
-¿Qué pasa? -le susurró Brixie a media voz, tratando de
verle a él y a su entorno al mismo tiempo.
-Hay algo acerca de este tipo de mástil sensor...
Dio otro paso. Surgió un zumbido del acoplamiento de
potencia de la tableta de datos. El dispositivo no estaba utilizándose para controlar
los requisitos de potencia del resto de componentes. El mástil de dos metros y medio de altura se cernía
sobre su cabeza mientras se acercaba lentamente. El rostro de Cutter cambió
cuando cayó en la cuenta. Se detuvo en seco, haciendo rápidos ajustes a los
componentes en sus manos.
-¡Ahora me acuerdo!
-¿De qué? -farfulló Brixie.
Un pitido intenso surgió del
artilugio de Hugo. Ante los ojos de Brixie, un patrón alternante de luz comenzó
a oscilar surgiendo del mástil sensor. Ella se quedó sin aliento cuando lo que
parecía tierra firme ante sus pies se evaporó de pronto, dejando al descubierto
la zanja de una trampa de tamaño de un deslizador de carga. En el fondo de la
fosa excavada había explosivos y minas. Hugo sonrió.
-Una trampa holográfica. Muy astuto. Muy caro. Estos
esclavistas tienen una seguridad mayor de lo que pensaba. ¿Has visto cómo configuré
el emisor multifase para apagar el holograma?
Brixie había estado observando a Hugo tan intensamente
que casi no oyó el sonido de las hojas secas y la maleza al ser aplastados
detrás de ella. Se dio la vuelta, con el vibromachete de Kempo en las
manos. Un segundo rastreador y su reptiloide la miraban como depredadores a
punto de saltar. Un rugido amenazador resonó en la garganta llena de
dientes afilados de la bestia mientras el rastreador apuntó con el extremo de su
pica de fuerza a la garganta de Brixie.
-Ah, ¿Hugo? –acertó a decir, tragando saliva.
***
El sonido de un grito femenino cortó el aire de la selva
como el filo de la pulida vibro-hacha de Sully Tigereye. El trunsk corrió a
través de la selva, hacia el perímetro de los sensores.
Tigereye salió a un claro a tiempo de ver a Lex Kempo saltar
desde los árboles y caer sobre el rastreador. El reptiloide se agitó bajo ellos
mientras el navegante golpeó la cabeza del rastreador con un organismo de
aspecto ya familiar. El rastreador, con los ojos completamente cubiertos por la
criatura vaporosa, derribó a Kempo mientras agitaba salvajemente la pica de fuerza.
Toda la escena parecía completamente ridícula hasta que
el rastreador cegado azuzó al reptiloide hacia adelante. Un disparo del propia bláster
pesado de Tigereye derribó al rastreador, pero la criatura siguió avanzando,
lista para embestir a una Brixie que no dejaba de chillar.
-¡Brixie! -rugió Tigereye, saltando hacia adelante.
La bestia quedó en silencio de repente y se desplomó en
el suelo alejándose de la sorprendida niña... con el vibromachete de Kempo
enterrado hasta la empuñadura en su pecho escamoso. Ella parecía más
aterrorizada que herida cuando Tigereye corrió hacia ella.
-¿Estás bien?
Ella tragó saliva y se esforzó por controlar su miedo.
-Sí, sí, estoy bien.
Incluso Cutter se sorprendió cuando miró a la rama del
árbol desde donde había saltado Kempo.
-Y yo que pensaba que el loco era yo -murmuró.
Kempo se había puesto en pie. Brixie lo observó durante
un tiempo, tratando de pensar en alguna manera de darle las gracias sin sonar
mezquina. Restando importancia al incidente, el explorador se
volvió de espaldas a ella y recuperó su vibromachete. Luego se dirigió junto al
cuerpo del rastreador caído, apagando su comunicador. Tomando una profunda
respiración, Brixie recogió su botiquín y su equipo, deseando no volver a mirar
la escena.
Mientras tanto, Cutter y Tigereye habían centrado su
atención en el mástil sensor desarmado y el pozo de la trampa expuesta.
-¿Podemos rodearlo? -Tigereye había cambiado su
vibro-hacha por el mapa de localización. Cutter alzó triunfante su dispositivo.
-Sin problema. Esos esclavistas estarán rascándose la
cabeza, preguntándose cómo lo hicimos.
-Si los esclavistas se quedan quietos el tiempo
suficiente para hacerse preguntas -intervino Tigereye-. Sólo tenemos una
oportunidad. Los esclavistas Karazak no son estúpidos. Una vez que se den
cuenta de que hemos rebasado su perímetro, probablemente dejen atrás a sus matones
para que acaben con nosotros mientras escapan del planeta con sus pertenencias...
incluidos los niños.
-Sully –dijo Brixie, con un paquete médico colgando de
su hombro-. Antes de que vayamos más lejos con esto, tengo que saber quiénes
son esos niños. Lo menos que puedes hacer es decirnos por qué sus vidas son más
importantes que las nuestras.
-La niña tiene razón -añadió Kempo mientras envainaba el
vibromachete en su funda-. He saltado deliberadamente desde árboles perfectamente
buenos por esos cachorros. Nos lo debes.
Tigereye suspiró.
-Son los hijos del embajador de Cantras Gola.
-Cantras Gola es un mundo corporativo. -Brixie descubrió
que se estaba enojando-. Un mundo del Alineamiento. ¿Qué hay tan importante en
eso?
-Todo -la hizo callar Tigereye-. Kempo tiene razón,
Brixie. Somos soldados. No hacemos preguntas. Suministramos respuestas. Con
todo un mundo corporativo a punto de pasarse a la Nueva República, y la Nueva
República incapaz de enfrentarse abiertamente al Alineamiento Pentaestrella, se
necesita a alguien para que pelee la batalla. Nosotros somos ese alguien.
-Pero yo creía que la razón por la cual los Lunas Rojas
se habían separado de la Nueva República era que la Nueva República no estaba
haciendo lo suficiente. ¡Ahora estamos peleando sus batallas por ellos!
-Ayudar a que la Nueva República gane Cantras Gola ayuda
a todos. Nos guste o no, devolver con vida estos niños al embajador de Cantras Gola
es crucial. Tenemos que tomar esa nave esclavista antes de que escape. Es la
única manera de salvar a los niños y que podamos salir de este planeta. ¿Hay alguna
pregunta más en las filas, ahora?
Los cuatro se miraron unos a otros, con el ligero olor a
ozono delos disparos de bláster flotando todavía en el aire a su alrededor.
-¿Supongo que es demasiado tarde para solicitar un
traslado? -comentó Kempo.
***
Cuanto más esperaba, más nerviosamente caminaba Greezim
Trentacal de un lado al otro de la lujosa sala de audiencias a bordo del Amante de Atron. Los rastreadores
enviados para investigar la cápsula de escape desaparecida del carguero estrellado
no habían informado desde hacía varias horas. Había mucho más en la misteriosa
nave caída de lo que Vex había anticipado.
-Tienen que ser soldados. O peor. Mercenarios. -Se
estremeció ante la idea. El incentivo de los créditos y la fortuna personal que
llevaba a unos seres a esclavizar a otros, también les conducía a luchar por
causas absurdas.
-¿Y bien? -Miró a Vex, que seguía inmóvil como una oscura estatua
junto a las ventanas del camarote. El defel dejó caer el comunicador de su oreja.
-El equipo de rastreo sigue sin responder. Además, uno
de los sensores perimetrales parece haber fallado, aunque todavía no sé por qué.
-¡Están aquí! -Trentacal puso una mano sobre su boca,
completamente alarmado-. ¡Señores de Atron! ¡Ya están aquí! Da la orden de partir.
¡Inmediatamente!
-Como he señalado anteriormente –el defel habló en voz
baja pero con firmeza-, aún no hemos cargado el último cargamento de esclavos. -Hizo
un gesto hacia el gran edificio prefabricado que servía como ubicación temporal
para los recién llegados-. Tienen que ser etiquetados y sometidos a escaneo
médico. Muchos esclavos de este envío son para ser vendidos a los hutt. Ya sabe
cómo se enojan los hutt cuando reciben mercancía inferior.
-Puede realizarles el escáner médico cuando después de
que hayan sido cargados. ¡Haz lo que ordeno!
La expresión de Vex no cambió. Hizo una ligera
reverencia.
-Daré la orden personalmente, señor. Saldremos de
inmediato.
Trentacal salió corriendo de la sala de audiencias hacia
su dormitorio privado. El espectro Defel miró a los hijos del embajador,
todavía encadenado a la pared de la sala. Expresiones cargadas de miedo y odio
le devolvieron la mirada. La niña, varios años mayor que su hermano, trató de
protegerle de la terrible penetrante mirada de Vex.
De pronto, el espectro se había ido. La chica parpadeó,
sin saber si creer o no a sus ojos. No se había imaginado la desaparición. De repente, los cerrojos de la puerta de cabina se
cerraron sólidamente con un sonoro ruido, encerrándoles de nuevo en la
oscuridad. Su hermano se quejó. Ella lo abrazó un poco más fuerte, preguntándose
en silencio qué sería de ellos.
Algo le tocó el hombro. La chica jadeó sonoramente,
aunque sólo el tiempo suficiente para que una mano le tapase la boca. Reconoció
la expresión de dolor de la esclava favorita de Trentacal. ¿Cuánto tiempo había
estado allí escondida, esperando a que Vex se fuera? La esclava le colocó una
llave en su mano e hizo un gesto llevándose el dedo a los labios.
Antes de que pudiera decir una palabra de
agradecimiento, la puerta de la cámara privada de Trentacal se abrió de pronto,
y la corpulenta silueta del jefe esclavista llenó la puerta. Su cara estaba
oculta en la sombra.
-¿Qué está pasando aquí?
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