viernes, 10 de mayo de 2013

Destello de gloria (III)


El jefe esclavista Greezim Trentacal se relajó en su asiento a bordo del carguero de transporte Amante de Atron, abanicándose la cara con la piel elaboradamente decorada de una bestia lexiaus. Su oscura sala de audiencias a bordo del gran carguero estaba llena de adornos y baratijas de un centenar de mundos diferentes. Trentacal suspiró, dejando que su gran papada descansase en la palma de su mano mientras apoyaba el codo en el reposabrazos. Una delgada chica humana escasamente vestida se movía a su alrededor, con gestos tan ligeros como los aromas a especia en el aire. Ella le ofreció una copa de vino. Aburrido, apartó su ofrecimiento con la mano mientras miraba a la sombra oculta en la oscuridad.
-¿Cuánto tiempo va a tardar esto, Vex? Ya sabes cómo odio estar aquí, en esta selva húmeda.
Una voz susurró su respuesta.
-Estamos esperando otro cargamento de esclavos de la última expedición cerca del Borde. Mañana al amanecer, la nave debería estar completamente llena.
-Bien -bostezó Trentacal. Detalles. Insignificantes pequeños detalles.
Los esclavos en las bodegas de carga de su nave eran sólo pequeñas muestras de mercancía en comparación con los créditos que podría estar ganando. Era uno de los problemas de hacer negocios con el Alineamiento Pentaestrella.
Sugerir que el Alineamiento Pentaestrella no era más que otra facción de señores de la guerra imperiales, simplemente otro débil aspirante al trono del poderoso antiguo Imperio, era una suposición estúpida. El Alineamiento se percibía a sí mismo como el Imperio renacido. Liderados por un Gran Moff llamado Ardus Kaine, el Alineamiento ignoró el intento del Gran Almirante Thrawn para consolidar las fuerzas imperiales, esperando cuidadosamente hasta poder montar su propia campaña contra la Nueva República.
A diferencia de otros señores de la guerra, el Alineamiento estaba extremadamente organizado y bien equipado, gracias a las corporaciones, poderosas empresas aliadas anteriormente con el Imperio. Ahora que una de estas corporaciones, concretamente el Conglomerado PowerOn de Cantras Gola, amenazaba en secreto con marcharse y unirse a la Nueva República, el Alineamiento Pentaestrella estaba haciendo todo lo posible para evitarlo. Así que el Alineamiento se había dirigido al Gremio de Esclavistas Karazak para resolver su problema con la Nueva República.
Qué irónico, reflexionó Trentacal, que los hijos del embajador de Cantras Gola hubieran sido secuestrados por sus esclavistas. La nota depositada en su lugar dejó bastante clara la situación del embajador. Mientras el embajador demorase cualquier nuevo diálogo con la Nueva República, los niños permanecerían con vida. El retraso sería suficiente para que los agentes del Alineamiento cortasen por completo los lazos entre Cantras Gola y la Nueva República. Al final, Cantras Gola se mantendría leal al Alineamiento Pentaestrella y, a su vez, el Gremio de Esclavistas Karazak continuaría realizando sus operaciones en Gabredor III sin obstáculos.
Había algunos beneficios en este tipo de trato de negocios: Trentacal había decidido quedarse con los niños como forma de pago por su trabajo. El Alineamiento no tenía opinión al respecto; el propio embajador sufriría un desafortunado accidente y sería silenciosamente reemplazado... por un agente del Alineamiento más fiable.
El jefe esclavista miró de reojo a los hijos del embajador encadenados a la pared opuesta de la sala y reconoció que serían unas buenas adiciones a su servicio doméstico. Sin embargo, todo tenía su precio. ¿Cuál, se preguntó, sería el precio por quedarse con estos dos?
Trentacal hizo un gesto a la esclava que se encontraba a su lado y tomó la copa de vino de sus delicadas manos. Trentacal acarició con la gruesa palma de su mano la mejilla inexpresiva de la chica. Era muda desde niña. Había sido uno de los primeros esclavos que se había quedado para sí. Le tomó la barbilla entre sus dedos y le giró la cabeza para que pudiera ver a los niños asustados.
-Pronto tendrás a otros a los que instruir en el delicado arte de servirme.
La sombra se acercó, apenas perceptible en la oscuridad de la cabina privada de Trentacal. Trentacal observó a su guardaespaldas y confidente, un defel, mientras este se colocaba delante de las ventanas de la sala. El grueso cuerpo de Vex estaba completamente cubierto de capas de ondulado pelaje negro que absorbía toda la luz circundante. En la mano derecha sostenía un comunicador junto a un oído atento, meneando ligeramente la cabeza mientras escuchaba lo que parecía poco más que estática. Fuera de las ventanas acechaba la enmarañada vegetación de la selva de Gabredor III y el claro circundante que comprendía el campo provisional. Torres de vigía armadas con blásters pesados de repetición se alzaban del suelo de la selva. A cada lado del bulboso carguero, los esclavos estaban siendo conducidos a la nave bajo el escrutinio de los matones Karazak. Era una operación extraordinariamente eficiente, se aseguró Trentacal a sí mismo. Después de todo, era él quien la había planeado.
-¿Qué ocurre, Vex? -El defel no sólo era responsable de la seguridad de su jefe, sino de toda la operación esclavista en Gabredor. Cuando estaba dedicado a la defensa de su amo, muy pocos sobrevivían para hablar acerca de su rabia. A Trentacal tampoco le importaba el miedo que rodeaba la temible reputación de su especie.
Vex apagó el comunicador y se volvió ligeramente, sin querer mirar demasiado tiempo al haz de luz que bañaba a su jefe.
-Una de las patrullas de Z-95 ha visto los restos de un carguero ligero estrellado a cierta distancia de aquí. La nave había llegado rápida y a baja altura, utilizando algún tipo de medida para eludir los sensores de largo alcance y nuestras patrullas. Fueran quienes fuesen, parece que no querían atraer ninguna atención.
-¿Era una nave de la Nueva República? -preguntó con cautela Trentacal, súbitamente en alerta.
Las ranuras de los ojos del espectro se estrecharon mientras explicaba.
-No lo creo. No se arriesgarían a entrar tanto en territorio del Alineamiento. Hacerlo podría significar una guerra sin cuartel entre ellos. Eso es algo a lo que la Nueva República no está dispuesta a arriesgarse. La única manera de saberlo es interrogar a los supervivientes. Pero la cápsula salvavidas principal de la nave no se encontró en los restos. Mis rastreadores siguen buscándola.
Trentacal estrelló un puño carnoso contra el apoyabrazos de su suntuosa silla. La criada saltó hacia atrás con terror.
-Entonces debe ser el Alineamiento. ¡Nos han traicionado!
La cabeza negra negó lentamente.
-Tampoco creo que sea el Alineamiento Pentaestrella, jefe Trentacal. Sus recursos son enormes. No tienen necesidad de pequeños equipos de ataque. Si quisieran, podrían atacar con un crucero defensivo clase Pacificador o algo similar.
-Entonces, ¿quién?
Los ojos de Vex se deslizaron hacia la pared del fondo y las dos silenciosas figuras encadenadas allí. El desaliñado jefe esclavista inhaló bruscamente, comprendiendo de inmediato. Fueran quienes fuesen esos intrusos, venían por ellos.
-Vex, creo que deberías activar el perímetro de seguridad.
-Ya se ha hecho, señor.

***

-¡Quítamelo de encima! -Lex Kempo, mercenario de mercenarios, gemía como un becerro bantha mientras apartaba a la viscosa criatura multilobulada que había caído sobre su cabeza. Brixie estaba intentando todo lo posible para arrancarla haciendo palanca con su vibro-cuchillo. Sully Tigereye sólo los observaba. Si la situación hubiera sido diferente, podría haber sido divertido.
-Quítaselo de encima, Brixie. -El trunsk desenvainó una vibro-hacha de combate de su arnés de armas.
-¡Lo estoy intentando!
-¿Podemos volver ya a casa? -murmuró Hugo mientras se sentaba en un tronco muerto, cansado y agitado.
-¡Lamento que te estemos aburriendo! -espetó Kempo. Agarraba la criatura con ambas manos y estaba apartándola de sí por la fuerza, cuando la pequeña bestia agitó un apéndice de cola y le roció un chorro de polvo en la cara. Tosiendo y estornudando sin control, Kempo empujó a Brixie, que cayó en la maleza. Cutter rió.
Tigereye, agotada su paciencia, soltó un juramento.
-Se acabó. ¡La clase de exobiología ha terminado!
Tigereye agarró la cosa por la cola, ahora extendida, y blandió su arma. El vibro-hacha separó el apéndice, que comenzó a agitarse. Un líquido verdoso roció a todos. La criatura se soltó de la cabeza de Kempo y cayó muerta a sus pies.
Olvidando su humillación, Brixie inmediatamente abrió su botiquín y examinó la cabeza del gruñón navegante en busca de marcas de pinchazos o laceraciones que pudieran indicar un mordisco. Usó un chorro de agua para limpiar la cara. Una prueba rápida de la sangre de la criatura reveló que no era inherentemente peligrosa. Por desgracia, era poco lo que podía hacer por su decaída moral. Ya llevaban casi un día caminando trabajosamente a través de la selva. Los ánimos estaban tan bajos como temporizadores de granadas.
-Me siento como un droide con un grupo de receptores defectuosos y un chirriante servo estropeado. Gracias, niña. -Kempo se limpió la cara con el paño húmedo que Brixie le había dado-. ¿Qué era esa cosa?
Tigereye lo pensó por un momento.
-No lo sé, pero tienes suerte de que no fuera venenosa. Sugiero que la próxima vez que escuchéis un ruido, miréis hacia arriba además de alrededor. -Kempo quedó en silencio mientras el trunsk palpaba compasivamente la creciente roncha en su frente. Cutter seguía riendo.
Tigereye volvió su ira hacia el experto en demoliciones en cuclillas.
-No recuerdo ordenado ningún descanso, Hugo.
-Bueno, parecíais tan ocupados jugando con esa cosa que no quería molestaros.
-Hay poco tiempo. Tú irás en cabeza. Quiero que reconozcas el terreno y te asegures de que no hay más sorpresas esperándonos.
El ingeniero de pelo descuidado señaló su propio pecho, sorprendido.
-¿Quieres que... explore? Sully, ya sabes que yo no exploro. Yo vuelo cosas en pedazos diminutos. Todos los miembros de la unidad dicen que soy un mal explorador.
-Considéralo una valiosa lección de la vida. Brixie tiene que terminar de examinar a Kempo, y alguien tiene que cuidar de ella.
Hugo se puso airadamente en pie, con las cargas explosivas sacudiéndose en su bolsa de camuflaje. Sacó una pistola desintegradora de una funda.
-Está bien, pero, ¿quién cuidará de mí?
-Basta de quejas. ¡En marcha!
Hugo desapareció sobre el tronco muerto en el que había estado sentado, quejándose en voz alta mientras se alejaba. Tigereye sacudió cansado su cabeza canosa. Extrayendo la tableta del mapa, comprobó sus coordenadas actuales con el campamento de esclavos previsto. Deberían llegar pronto a su perímetro de seguridad. Miró un momento cómo Brixie aplicaba una pomada medicada en la cabeza de Kempo. Ella le estaba devolviendo la mirada.
-¿Algún problema?
-No, sólo me preguntaba... -tropezó con sus palabras-. Quiero decir, todo el mundo pasa tan tiempo discutiendo e insultándose. No actúan precisamente como lo que he visto. Ya sabe... como profesionales.
Se detuvo, creyendo que de alguna manera los había insultado tremendamente. Ahora fue el turno de Kempo de reír. Incluso Tigereye, sorprendentemente, no se ofendió.
-Has visto demasiados holofilmes, Brixie. No todos fingimos ser el mercenario perfecto, como Kempo.
-¿Quién está fingiendo? -interrumpió Kempo, todavía enjuagándose los ojos-. No dejes que nuestros enfrentamientos te confundan, niña. Nos conocemos desde hace mucho. Lo suficiente para odiarnos hasta la médula y seguir siendo los mejores colegas.
-¿Hugo es tu mejor amigo? -Brixie parecía confundida-. Pero no actuáis como buenos amigos.
Tigereye frunció los labios.
-Todo el mundo en esta empresa, todo el mundo en los Lunas Rojas, quiero decir, viene con una historia. Tus padres, por ejemplo. No te gusta la forma en que el Alineamiento los está tratando, ¿verdad?
-Mis padres fueron sacados a la fuerza de su clínica y obligados a trabajar para el ejército del Alineamiento como cirujanos de combate. Es casi como si los hubieran encerrado. Sólo quiero recuperarlos.
-Los padres de Hugo eran de la nobleza imperial. Vivía en un mundo corporativo durante el reinado del Emperador. Sus padres intentaron de todo para mantenerlo bajo control, incluyendo encerrarlo. Yo fui tratado una vez como un animal. Sé lo que es estar enjaulado. Cuando pasas por una vida así, a veces necesitas a alguien para mantenerte bajo control. Hugo se preocupa por mí y yo me preocupo por él.
Kempo se puso en pie y le devolvió el ungüento.
-Recuerda, niña, la primera regla de la vida militar es no dejar que las apariencias te engañen. Tigereye no nos eligió para este equipo sólo por nuestras armoniosas voces. Tigereye tiene más experiencia de combate en la uña del dedo pequeño de su pie derecho que la mayoría de los generales imperiales. Hugo puede hacer que un AT-AT se ponga a bailar y explote con sólo una llave de tuercas y un detonador térmico. Mi trabajo consiste en asegurarme de que sobrevivimos para presumir con esta pequeña historia. Y en caso de que caigamos, Dama Brix, tu trabajo es recoger las pequeñas piezas y unirlas de nuevo para que pueda cobrar mis honorarios cuando todo haya acabado.
Brixie se sentía completamente avergonzada. Lo que había tomado por hostilidad abierta entre los tres veteranos era en realidad su manera de hacer frente a una nueva situación imposible.
La cabeza de Hugo Cutter apareció de repente sobre el tronco.
-Disculpad. No quiero interrumpir vuestra conversación acerca de mí, pero creo que he encontrado algo.

***

Desde la distancia, el mástil sensor parecía una bola de metal cromado montada en un poste un poco más alto que la vegetación circundante. Otros iguales a él se alzaban aproximadamente a 20 metros a cada lado. Estaban colocados a casi 30 metros de distancia de la reconocible valla sensora.
-Parece que hemos encontrado su perímetro -murmuró Kempo en voz baja a Tigereye, tratando de no activar posibles escuchas acústicas. Detrás de ellos, Cutter y Brixie esperaban ansiosos.
-O que ya hemos pasado una línea perimetral exterior enterrada -dijo Tigereye, revisando sus propios instrumentos de detección. A pesar de su preocupación, la posibilidad de una barrera exterior era poco probable aquí. La omnipresente humedad y las formas de vida locales se ocuparían en poco tiempo de casi cualquier cosa hecha de metal o de circuitos complejos que se enterrase en el humus. Miró hacia atrás-. De acuerdo, Hugo, todo tuyo.
Cutter se quitó la chaqueta de servicio y vació sobre ella el contenido de su bolsa de utensilios. Cargas moldeadas, tabletas de datos rotas, granadas anti-vehículo, piezas de droide y trozos de circuitos integrados y chips se derramaron por todas partes. Kempo miró el extraño surtido con cierto desdén.
-Llevas suficiente chatarra para abastecer a Industrias Automaton.
-Ahórramelo -espetó Cutter mientras se ponía a trabajar. Brixie observó todo el proceso con interés mientras Kempo y Tigereye tomaban posiciones de vigilancia cerca. Sin siquiera darse cuenta de que la había reclutado para ayudarle, Cutter le pedía herramientas del equipo de técnico y fragmentos de la pila de chatarra. En cuestión de minutos, un verdaderamente extraño conglomerado de placas de sensores, chips de droides sonda, escáneres y bloqueadores de comunicación fue tomando forma.
-¿Esto va a funcionar? -preguntó.
Cutter tomó un momento para sentarse y admirar su creación con una pequeña sensación de satisfacción.
-Me echaron de la Academia Imperial de Ingeniería. Se rieron de mí. Bueno, ¿a ti te parece que esto sea la obra de un loco?
Brixie miró fijamente al dispositivo. Cutter la miró, sintiendo quizás los pensamientos que cruzaban su mente. Una pequeña sonrisa torcida se formó en sus labios.
-No te molestes en contestar a eso.
Un estruendo en los arbustos cercanos sorprendió a todos y les hizo guardar silencio. Kempo les gruñó:
-Agachaos. Alguien acaba de llamar a uno de mis timbres.
Tigereye sacó un conjunto de macrobinoculares. Manteniendo la vista en el camino por el que acababan de venir, esperó durante un buen rato. Vio un movimiento breve y enfocó. A través del visor, vio una cabeza escamosa olfateando el suelo. Moviendo los prismáticos lentamente, finalmente encontró al jinete, que llevaba un traje de camuflaje para mezclarse con el fondo de la selva. El jinete sujetaba en su mano libre una larga pica de fuerza mientras examinaba el "timbre" de Kempo, una rama atada con una cuerda delgada, cruzando el camino.
-¿Qué es? -susurró Kempo.
-Parece que un rastreador. Montando alguna especie de reptiloide bípedo.
Kempo utilizó el visor de objetivos de su rifle de soldado de asalto para ver al recién llegado.
-Ahora lo veo. Podría haber otro cerca -susurró.
-Otro no supondrá ninguna diferencia. Todo lo que hace falta es un informe para que todo el campamento esclavista caiga sobre nuestras cabezas.
-Esas cifras son lo suficientemente buenas para mí. -Kempo se desabrochó la funda de su espalda y le dio a Brixie un vibromachete muy afilado, con la hoja y los bordes ennegrecidos por el servicio militar. Ella tomó el arma en sus manos con aire dubitativo.
-¿Para qué es esto?
-Vas a vigilarme las espaldas para variar. Ya he tenido bastante de arrastrarme por el lodo. -Kempo comenzó a correr hacia los árboles-. Vosotros derribad la valla. ¡Yo me encargo de los malos!
-¡Kempo! ¡Yo no he...! -le gritó Tigereye justo cuando el navegante echó a correr. Brixie y Cutter le miraron a él en busca de orientación-. ¡No os quedéis ahí parados! Hugo, desmantela la valla. ¡Brixie, cúbrele! -Apenas había dicho eso cuando él también desapareció en la espesa vegetación.

***

Kempo cayó sobre una rodilla al saltar a través de los árboles, sobresaltando al rastreador y a su montura. Disparó su rifle bláster a corta distancia, pero no le dio al jinete.
El jinete espoleó al reptiloide entrenado y salió a la carga. La criatura corrió deteniéndose justo junto a la cabeza de Kempo y trató de abrirle en canal con las garras dentadas de sus patas. Kempo disparó de nuevo, con su conjunto robado de armadura de explorador Imperial llevándose la peor parte de la carga de la bestia, que lo tumbó. El impacto hizo que el rifle desintegrador saliera despedido de sus manos.
Con calma, sobre él, el rastreador levantó su pica de fuerza para golpear. Un aullante misil peludo salió de los árboles, desviando la atención del rastreador. Sully Tigereye chocó tanto contra el rastreador como contra su animal, blandiendo su hacha vibratoria y clavándola en la gruesa piel de la criatura. El reptiloide gritó por la terrible herida y salió corriendo, llevando con él a su reticente jinete. Con el rastreador vuelto ahora de espaldas a ellos, Kempo recogió su arma caída y disparó. Una aullante ráfaga de energía golpeó al rastreador justo en la espalda, causándole la muerte antes de que llegase a golpear el suelo. El reptiloide lesionado, ahora sin jinete, siguió alejándose, chocando ruidosamente contra el follaje.
Tigereye blandió su hacha vibratoria ante Kempo.
-Debería haber dejado que te pegara un bocado, aunque sólo fuera para darte una lección.
-Me estaba yendo muy bien antes de que aparecieras.
-Vamos a ver si lo adivino: le tenías exactamente donde querías -resopló el trunsk mientras recuperaba el aliento-. Comprueba el cuerpo. Si hemos tenido suerte, no habrá tenido la oportunidad de informar.
-Nunca somos tan afortunados -replicó Kempo mientras se dirigía hacia el cuerpo del rastreador muerto.

***

Hugo se puso en pie, sosteniendo el artilugio. Brixie le miró, examinándole a él y a su invención espontánea con aire dubitativo. Él comenzó a moverse lentamente hacia el mástil sensor, colocando los pulgares en los interruptores de alimentación que activarían las piezas unidas. De pronto se detuvo en seco.
-¿Qué pasa? -le susurró Brixie a media voz, tratando de verle a él y a su entorno al mismo tiempo.
-Hay algo acerca de este tipo de mástil sensor...
Dio otro paso. Surgió un zumbido del acoplamiento de potencia de la tableta de datos. El dispositivo no estaba utilizándose para controlar los requisitos de potencia del resto de componentes. El mástil de dos metros y medio de altura se cernía sobre su cabeza mientras se acercaba lentamente. El rostro de Cutter cambió cuando cayó en la cuenta. Se detuvo en seco, haciendo rápidos ajustes a los componentes en sus manos.
-¡Ahora me acuerdo!
-¿De qué? -farfulló Brixie.
Un pitido intenso surgió del artilugio de Hugo. Ante los ojos de Brixie, un patrón alternante de luz comenzó a oscilar surgiendo del mástil sensor. Ella se quedó sin aliento cuando lo que parecía tierra firme ante sus pies se evaporó de pronto, dejando al descubierto la zanja de una trampa de tamaño de un deslizador de carga. En el fondo de la fosa excavada había explosivos y minas. Hugo sonrió.
-Una trampa holográfica. Muy astuto. Muy caro. Estos esclavistas tienen una seguridad mayor de lo que pensaba. ¿Has visto cómo configuré el emisor multifase para apagar el holograma?
Brixie había estado observando a Hugo tan intensamente que casi no oyó el sonido de las hojas secas y la maleza al ser aplastados detrás de ella. Se dio la vuelta, con el vibromachete de Kempo en las manos. Un segundo rastreador y su reptiloide la miraban como depredadores a punto de saltar. Un rugido amenazador resonó en la garganta llena de dientes afilados de la bestia mientras el rastreador apuntó con el extremo de su pica de fuerza a la garganta de Brixie.
-Ah, ¿Hugo? –acertó a decir, tragando saliva.

***

El sonido de un grito femenino cortó el aire de la selva como el filo de la pulida vibro-hacha de Sully Tigereye. El trunsk corrió a través de la selva, hacia el perímetro de los sensores.
Tigereye salió a un claro a tiempo de ver a Lex Kempo saltar desde los árboles y caer sobre el rastreador. El reptiloide se agitó bajo ellos mientras el navegante golpeó la cabeza del rastreador con un organismo de aspecto ya familiar. El rastreador, con los ojos completamente cubiertos por la criatura vaporosa, derribó a Kempo mientras agitaba salvajemente la pica de fuerza.
Toda la escena parecía completamente ridícula hasta que el rastreador cegado azuzó al reptiloide hacia adelante. Un disparo del propia bláster pesado de Tigereye derribó al rastreador, pero la criatura siguió avanzando, lista para embestir a una Brixie que no dejaba de chillar.
-¡Brixie! -rugió Tigereye, saltando hacia adelante.
La bestia quedó en silencio de repente y se desplomó en el suelo alejándose de la sorprendida niña... con el vibromachete de Kempo enterrado hasta la empuñadura en su pecho escamoso. Ella parecía más aterrorizada que herida cuando Tigereye corrió hacia ella.
-¿Estás bien?
Ella tragó saliva y se esforzó por controlar su miedo.
-Sí, sí, estoy bien.
Incluso Cutter se sorprendió cuando miró a la rama del árbol desde donde había saltado Kempo.
-Y yo que pensaba que el loco era yo -murmuró.
Kempo se había puesto en pie. Brixie lo observó durante un tiempo, tratando de pensar en alguna manera de darle las gracias sin sonar mezquina. Restando importancia al incidente, el explorador se volvió de espaldas a ella y recuperó su vibromachete. Luego se dirigió junto al cuerpo del rastreador caído, apagando su comunicador. Tomando una profunda respiración, Brixie recogió su botiquín y su equipo, deseando no volver a mirar la escena.
Mientras tanto, Cutter y Tigereye habían centrado su atención en el mástil sensor desarmado y el pozo de la trampa expuesta.
-¿Podemos rodearlo? -Tigereye había cambiado su vibro-hacha por el mapa de localización. Cutter alzó triunfante su dispositivo.
-Sin problema. Esos esclavistas estarán rascándose la cabeza, preguntándose cómo lo hicimos.
-Si los esclavistas se quedan quietos el tiempo suficiente para hacerse preguntas -intervino Tigereye-. Sólo tenemos una oportunidad. Los esclavistas Karazak no son estúpidos. Una vez que se den cuenta de que hemos rebasado su perímetro, probablemente dejen atrás a sus matones para que acaben con nosotros mientras escapan del planeta con sus pertenencias... incluidos los niños.
-Sully –dijo Brixie, con un paquete médico colgando de su hombro-. Antes de que vayamos más lejos con esto, tengo que saber quiénes son esos niños. Lo menos que puedes hacer es decirnos por qué sus vidas son más importantes que las nuestras.
-La niña tiene razón -añadió Kempo mientras envainaba el vibromachete en su funda-. He saltado deliberadamente desde árboles perfectamente buenos por esos cachorros. Nos lo debes.
Tigereye suspiró.
-Son los hijos del embajador de Cantras Gola.
-Cantras Gola es un mundo corporativo. -Brixie descubrió que se estaba enojando-. Un mundo del Alineamiento. ¿Qué hay tan importante en eso?
-Todo -la hizo callar Tigereye-. Kempo tiene razón, Brixie. Somos soldados. No hacemos preguntas. Suministramos respuestas. Con todo un mundo corporativo a punto de pasarse a la Nueva República, y la Nueva República incapaz de enfrentarse abiertamente al Alineamiento Pentaestrella, se necesita a alguien para que pelee la batalla. Nosotros somos ese alguien.
-Pero yo creía que la razón por la cual los Lunas Rojas se habían separado de la Nueva República era que la Nueva República no estaba haciendo lo suficiente. ¡Ahora estamos peleando sus batallas por ellos!
-Ayudar a que la Nueva República gane Cantras Gola ayuda a todos. Nos guste o no, devolver con vida estos niños al embajador de Cantras Gola es crucial. Tenemos que tomar esa nave esclavista antes de que escape. Es la única manera de salvar a los niños y que podamos salir de este planeta. ¿Hay alguna pregunta más en las filas, ahora?
Los cuatro se miraron unos a otros, con el ligero olor a ozono delos disparos de bláster flotando todavía en el aire a su alrededor.
-¿Supongo que es demasiado tarde para solicitar un traslado? -comentó Kempo.

***

Cuanto más esperaba, más nerviosamente caminaba Greezim Trentacal de un lado al otro de la lujosa sala de audiencias a bordo del Amante de Atron. Los rastreadores enviados para investigar la cápsula de escape desaparecida del carguero estrellado no habían informado desde hacía varias horas. Había mucho más en la misteriosa nave caída de lo que Vex había anticipado.
-Tienen que ser soldados. O peor. Mercenarios. -Se estremeció ante la idea. El incentivo de los créditos y la fortuna personal que llevaba a unos seres a esclavizar a otros, también les conducía a luchar por causas absurdas.
-¿Y bien? -Miró a Vex, que seguía inmóvil como una oscura estatua junto a las ventanas del camarote. El defel dejó caer el comunicador de su oreja.
-El equipo de rastreo sigue sin responder. Además, uno de los sensores perimetrales parece haber fallado, aunque todavía no sé por qué.
-¡Están aquí! -Trentacal puso una mano sobre su boca, completamente alarmado-. ¡Señores de Atron! ¡Ya están aquí! Da la orden de partir. ¡Inmediatamente!
-Como he señalado anteriormente –el defel habló en voz baja pero con firmeza-, aún no hemos cargado el último cargamento de esclavos. -Hizo un gesto hacia el gran edificio prefabricado que servía como ubicación temporal para los recién llegados-. Tienen que ser etiquetados y sometidos a escaneo médico. Muchos esclavos de este envío son para ser vendidos a los hutt. Ya sabe cómo se enojan los hutt cuando reciben mercancía inferior.
-Puede realizarles el escáner médico cuando después de que hayan sido cargados. ¡Haz lo que ordeno!
La expresión de Vex no cambió. Hizo una ligera reverencia.
-Daré la orden personalmente, señor. Saldremos de inmediato.
Trentacal salió corriendo de la sala de audiencias hacia su dormitorio privado. El espectro Defel miró a los hijos del embajador, todavía encadenado a la pared de la sala. Expresiones cargadas de miedo y odio le devolvieron la mirada. La niña, varios años mayor que su hermano, trató de protegerle de la terrible penetrante mirada de Vex.
De pronto, el espectro se había ido. La chica parpadeó, sin saber si creer o no a sus ojos. No se había imaginado la desaparición. De repente, los cerrojos de la puerta de cabina se cerraron sólidamente con un sonoro ruido, encerrándoles de nuevo en la oscuridad. Su hermano se quejó. Ella lo abrazó un poco más fuerte, preguntándose en silencio qué sería de ellos.
Algo le tocó el hombro. La chica jadeó sonoramente, aunque sólo el tiempo suficiente para que una mano le tapase la boca. Reconoció la expresión de dolor de la esclava favorita de Trentacal. ¿Cuánto tiempo había estado allí escondida, esperando a que Vex se fuera? La esclava le colocó una llave en su mano e hizo un gesto llevándose el dedo a los labios.
Antes de que pudiera decir una palabra de agradecimiento, la puerta de la cámara privada de Trentacal se abrió de pronto, y la corpulenta silueta del jefe esclavista llenó la puerta. Su cara estaba oculta en la sombra.
-¿Qué está pasando aquí?

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