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El cañón de un
bláster aparece de pronto justo contra la sien del rodiano.
-Yo no tostaría
a este joven, Tolga –dice la mujer de cabello rubio platino, empujando con su
bláster la cabeza del rodiano-. ¿Por qué no vuelves con tu jefe y le dices que
no pudiste encontrar a este tipo? Mejor aún, ¿por qué no vuelves a meterte en
el fango podrido del que has salido reptando?
El rodiano
suelta una débil risita y enfunda su bláster. Encogiéndose de hombros, sale del
reservado, receloso del bláster de la mujer que le apuntaba, y se abre camino
hacia la salida entre la multitud de la cantina.
-¿Eres nuevo por
aquí? –te pregunta la mujer-. No, no me lo digas, soy bastante buena
reconociendo a los novatos. Vamos, ¿por qué no te unes a mí en la barra para
echar un trago?
Parece una buena
oferta. Probablemente no sea peligrosa, especialmente porque te ha salvado la
vida. La mujer regresa a su lugar en la barra, y la sigues.
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