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Te acercas a los
agujeros y agitas tu sable de luz entre ellos. Los gusanos saltan disparados y
tu hoja los parte en dos. Después de un instante, sin embargo, dejan de salir.
Estás seguro de que quedan más dentro de las madrigueras porque puedes escuchar
sus sonidos rechinantes. Tal vez hayan aprendido rápidamente a no apresurarse
atacando un sable de luz...
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