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Con un chasquido
y un siseo, enciendes tu sable de luz. Proporciona la suficiente iluminación
para que puedas ver el suelo de la cueva y un poco del camino ante ti. Sigues
avanzando con cautela. Doblas una esquina en el pasaje y te quedas inmóvil
cuando una voz rasposa exclama:
-¡La luz! Quema
los ojos de Togarn. ¡Apágala! ¡Detén la luz!
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