lunes, 27 de abril de 2009

El honor de los Jedi (112)

112
Luke entra al Bloque de la Muerte. El bloque entero está construido con brillante metal negro diseñado para infundir miedo y desesperación en los corazones de los detenidos. Un breve pasillo se abre directamente a la sala de interrogaciones. Dispositivos de retención abarrotan el centro de la cámara, pero cada uno de ellos está cuidadosamente posicionado para que el interrogador pueda acceder a la víctima desde todos los ángulos.
Por los muros, aparatos de tortura manuales y robóticos acechan en las sombras bajo la balaustrada del segundo piso. Aunque la luz es demasiado tenue para ver con claridad, los largos y retorcidos apéndices que sobresalen de las máquinas sin alma provocan que un escalofrío recorra la espalda de Luke.
A su derecha, un ascensor personal se alza hacia las tenebrosas profundidades sobre él. En alguna parte de la oscuridad, ahí arriba, 50 soldados de asalto esperan sin nada mejor que hacer que observar a Luke. Debido a la semioscuridad del bloque, no hacen nada para evitar que Luke llegue a la celda de Erling. Pero escapar será otro problema; el bloque tiene la luz suficiente como para mostrar dos siluetas saliendo en lugar de una.
Luke toma el ascensor al segundo nivel. Mientras camina por la balaustrada, esta retumba a cada paso. Se obliga a caminar cerca del pasamanos a pesar de su deseo de ocultarse en las sombras junto al muro. Luke está aterrado; no sería humano si ese siniestro ambiente no le asustase. No puede imaginarse permanecer sentado en una celda oscura mientras los angustiados gritos de otro prisionero resonaban en los muros de duracero del bloque.
Luke se detiene ante la celda 205 y ordena a Erredós que la abra.
Suena un suave zumbido en la puerta y Luke la abre con un leve empujón. El interior de la celda es tan negro como el propio Tol Ado.
-¿Erling Tredway? -Luke pasa al interior.
-¿Quién si no, babosa imperial?
Luke admira la rebeldía de Erling.
-No soy imperial -responde-. He venido a rescatarte.
-¿Rescatarme?
La sorpresa de Erling desconcierta a Luke.
-Antes de que Parnell te mate... o algo peor.
-Qué mala suerte. Me temo que has hecho todo este esfuerzo en vano.
-¿Cuál es el problema? -pregunta Luke-. ¿Estás esposado a la pared, o herido?
Erling ríe entre dientes.
-Nada de eso. No deseo ser rescatado.
Luke no da crédito a sus oídos.
-¿Acabas de decir que no quieres que te rescaten?
-Es correcto -replica Erling-. Así que márchate. No quiero ningún derramamiento de sangre en mi nombre.
¡No tienen tiempo para esta discusión!
-Eso es muy noble -dice Luke, con una voz que traiciona su impaciencia-, pero no entiendes lo que Parnell te tiene reservado.
-Ya ha empezado. Con todos los chillos de ahí fuera, no he podido dormir más de cuatro horas seguidas.
-Llegará tu turno, lo sabes.
-Entonces resistiré en nombre de la libertad y la dignidad. Cuando el Senado sepa que me han encarcelado...
-¡El Senado! -exclama Luke-. ¡El Emperador Palpatine disolvió el Senado hace meses!
Erling mantiene su determinación.
-Entonces mis tormentos inspirarán a los nativos de Sil'Lume. Se alzarán en rebelión.
-¿Es esta tu idea de rebelión? -susurra Luke, agitando sus brazos en un gesto inadvertido para señalar los invisibles muros-. ¿Quedarte sentado en la oscuridad esperando a ser torturado hasta morir? La Rebelión puede pasar sin esa clase de liderazgo. -Aunque Luke no puede evitar respetar el coraje de Erling, está empezando a cansarse de la insensatez del hombre-. Te hará hablar. Nadie puede evitarlo bajo tortura.
-No sé nada que sea de valor para Sebastian... ni siquiera los nombres de mis seguidores.
Luke suspira frustrado.
-Entonces Sebastian Parnell sabe algo que tú no sabes. No te arrestó para evitar problemas; un mártir es un problema el doble de grave que un predicador.
-Esa es precisamente mi postura. Ahora, ¿por qué no te vas?
-¿Por qué estás tan decidido a morir? -exclama Luke.
-Yo no estoy decidido a morir -responde Erling-. Sebastian está decidido a matarme.
La respuesta del aristócrata del cinturón de asteroides es tan petulante que Luke pierde completamente el control de su genio.
-¿Qué estoy haciendo? -gruñe-. ¡El general Dodonna me quitará las alas por esto!
-¡Dodonna! -balbucea Erling-. ¿Te envía la Alianza?
Luke vislumbra su primer destello de esperanza, pero no se atreve a arriesgarse revelando su afiliación con la Alianza a un hombre que está decidido a dejarse torturar. De hecho, dejar caer el nombre de Dodonna fue un error.
-He venido -dice sin comprometerse.
-¿Por qué? -La voz de Erling indica una pizca de resentimiento.
-Creí que necesitarías ayuda -dice Luke-. Lamento si he interferido en los planes de tu funeral. -El comunicador de Luke pita dos veces; es la señal de peligro de Erredós-. Tengo que irme. Por favor, evita hablarle de mí a Parnell el mayor tiempo posible. Me va a costar una eternidad encontrar el asteroide con mi ala-X.
-Puedo ayudarte -dice Erling-. ¿Dónde lo dejaste?
-No puedo decirlo -responde Luke-. Parnell lo averiguará de tu boca.
-Probablemente -admite Erling-. Pero puedo decirte exactamente dónde encontrar cada asteroide del Cinturón. Mi interrogatorio no será apresurado. Para cuando rompa mis defensas, puedes haber escapado a salvo.
Luke duda.
-Puede que no luchemos del mismo modo -dice Erling-, pero luchamos por el mismo objetivo.
El joven piloto rebelde tiene que admitir la verdad que hay en esa frase.
-De acuerdo.

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