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Echas un vistazo
a la cantina a tu alrededor mientras Platt da sorbos a su raava socorrano. Nada
parece estar fuera de lo normal. Salvo ese reservado cercano, tapado por una
cortina, donde supones que una banda actúa por las noches. No estás demasiado
seguro de que esté vacío, porque no puedes ver detrás de la cortina. Escuchas
con atención, y entonces oyes un ligero sonido de pasos detrás de la cortina.
¡Alguien se está ocultando ahí detrás!
Justo cuando
estás a punto de decírselo a Platt (aunque te tienta desenfundar tu bláster),
una mano aparta la cortina y un twi’lek asoma la cabeza por ella.
-Psst, Okeefe –susurra-.
Vienen de camino y entrarán en cuestión de instantes.
Platt parecía
ignorar al twi’lek, aparentemente un amigo suyo.
-Y bien,
muchacho –te dice, actuando como si no pasara nada fuera de lo común-, ¿a dónde
te diriges ahora?
No estás
demasiado seguro de si deberías decirle que vas a entregar una tarjeta de datos
con información secreta a un simpatizante rebelde en Salliche. Pero no tienes
tiempo para pensar mucho en ello...
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