miércoles, 13 de enero de 2016

A veces ganas...

A veces ganas...
Paul Danner

Tovric no podía creer lo fácil que había sido... Estaba sentado en la mesa de Corte del Mentiroso, viendo cómo el crupier repartía una nueva mano de cartas a cada jugador con un giro dramático. Aparentó examinarlas, pero su atención estaba entrada en el ser a su izquierda.
El centro de atención del embajador Kollrin era las cartas que había recibido, y a juzgar por el modo en que cayeron sus carrillos, el resultado no era bueno. El orondo sullustano dejó escapar un suspiro, como si deseara que mejoraran de repente.
Tovric sonrió, divertido. Como la mayor parte de políticos, el embajador podía mentir igual de fácil que respiraba, pero Kollrin no tenía buena cara de sabacc. No era de extrañar que ese montón de forraje de bantha no hubiera ganado aún ni una sola mano...
-Supongo que hoy no es mi día –dijo Kollrin de pronto.
Sorprendido en sus pensamientos, Tovric recuperó rápidamente su compostura, mostrando su simpatía hacia el embajador con un movimiento de cabeza. ¡Si supieras la razón que tienes!
Kollrin dejó sus cartas sobre la mesa.
-Será mejor que lo deje mientras todavía estoy en el lado luminoso. De todas formas, se me está haciendo un poco tarde.
El embajador bostezó mientras recogía sus fichas, señalando a su guardaespaldas de seguridad privado que lo escoltara de vuelta a su habitación. El guardia dejó su puesto en la entrada y comenzó a moverse por el abarrotado casino.
Tovric tenía que actuar rápidamente. Deslizó una mano en su bolsillo, sacando un bolígrafo estándar del bolsillo de su abrigo. Pulsó un pequeño botón de control, y una hoja monomolecular de 30 centímetros de largo salió de su punta. Para que luego digan de la cacareada plantilla de seguridad del As de Sables, pensó mientras se preparaba para golpear el carnoso cuello del embajador.
Kollrin vio el destello de la hoja, pero era demasiado tarde. Las fichas cayeron de sus manos y sus ojos se abrieron por la sorpresa.
-Esto es por todos los que has sentenciado a muerte –exclamó Tovric mientras lanzaba la hoja hacia delante.
De pronto, de la nada, una mano agarró la muñeca del aspirante a asesino. El agarre era tan fuerte como el duracero, Tovric pensó que le había atrapado un droide.
Tovric se volvió y vio que en realidad era un humano quien le había sujetado. Delgado y fibroso, el hombre aún podía aplastar sin demasiado esfuerzo la muñeca de Tovric. Vestía una armadura negra con una capa escarlata, pero lo que atrajo la atención de Tovric fueron los ojos. El espejo de sus pupilas devolvía a Tovric el reflejo de su propio terror.
El dolor del brazo hizo que el asesino cayera de rodillas, y el hombre rodeó con su otra mano el cuello de Tovric.
-Nadie muere aquí a menos que yo lo desee –dijo el hombre con una voz que sólo era poco más que un susurro, completamente desprovista de emociones.
El asesino comprendió de pronto a quién estaba mirando.
Dunan Par’Ell.
Tovric se encontró mirando de nuevo esos horribles ojos... Y lo último que vio fue su imagen reflejada mientras perdía el conocimiento.

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