jueves, 14 de enero de 2016

Y en esta esquina...


Y en esta esquina...
Paul Danner

Norrin Vaxx caminó bajo los focos-luma, entrecerrando los ojos para protegerlos de la luz cegadora. Mientras Greel anunciaba con entusiasmo el nombre del Jedi, la multitud estalló en acalorados vítores. El aplauso era fuerte, pero sin duda los había escuchado más fuertes.
Vaxx se apartó de los ojos un mechón suelto de cabello plateado y se preguntó quién sería su oponente esa noche. Últimamente, Greel se negaba a anunciar los principales contrincantes de la noche con la esperanza de atraer más clientela. Aparentemente, el aura de misterio estaba funcionando; el Colmillo estaba lleno, por encima de su aforo. Vaxx tenía que reconocerlo; ese porcino chupasangre sabía cómo montar un espectáculo.
Con una risita, perdida en el mar del ruido de fondo, Vaxx extendió ambos brazos por encima de su cabeza, mostrando la familiar empuñadura plateada. La brillante hoja de energía amarilla surgió con un característico chasquido seguido de un siseo que hizo que todo el edificio quedara en silencio. Las pulsantes vibraciones siempre le relajaban para la lucha. Blandió la hoja en una serie de arcos y luego volvió a la posición inicial. Con una gran reverencia desde la cintura, bajo un aplauso atronador, presentó el sable de luz como si fuera una inspección militar, y luego esperó a su oponente.
La puerta blindada en el otro extremo se abrió y los focos-luma dejaron inmediatamente a Vaxx en la oscuridad mientras pasaban a iluminar el arco de entrada. El Colmillo quedó de nuevo en silencio mientras la voz mecánica de Greel resonaba por la Arena.
-Y ahora, el Colmillo Roto tiene el orgullo de presentar el primer combate contra uno de los 10 mejores clasificados del más reciente y más emocionante contendiente en honrar nuestra Arena desde hace tiempo...
Muchas gracias, pensó Vaxx.
-Damas y caballeros, un nuevo y muy misterioso favorito. El único, el inigualable, el espectacular... ¡Brin T’shkali!
El rugido del público resultante fue ensordecedor esta vez subrayado por los aullidos del cada vez más numeroso contingente de espectadoras femeninas.
Vaxx meneó la cabeza. Esta noche no hay nada de respeto.
El Jedi lo había escuchado todo acerca de ese nuevo contendiente, y afirmaba ser el único que no se dejaba impresionar por la creciente leyenda. Sin embargo, como el resto de los presentes en el Colmillo, se encontró mirando fijamente la oscura puerta, aguardando la entrada de Brin.
Un súbito estallido blanco iluminó las sombras, girando sobre sí mismo y elevándose en el aire a casi tres metros del suelo de la arena. La pálida bola permaneció suspendida en el aire como la bola orbital de un niño por lo que pareció una eternidad, y luego se desplegó en la larga y esbelta figura del guerrero.
Brin aterrizó grácilmente frente al Jedi y, de pronto, Vaxx no pudo ni escucharse pensar sobre el estruendo de la muchedumbre exultante.
Vaxx miró fijamente a su oponente, más alto que él, quien le devolvió la mirada fríamente, sin ni siquiera parpadear con sus ojos azul eléctrico. El Jedi sintió un súbito hormigueo en la Fuerza y se encontró un poco preocupado.
Brin estalló en un frenesí de actividad, sorprendiendo a Vaxx, que retrocedió un paso de forma inconsciente. El nagai extrajo dos largos cuchillos de aspecto extraño de las fundas atadas a sus antebrazos. Cada arma tenía una hoja dentada, una empuñadura con un gran agujero en el centro, y luego otra hoja igual saliendo del otro extremo. Brin deslizó sus largas falanges en los agujeros, haciendo girar las hojas como los propulsores de los arcaicos heli-vehículos.
Resultaba un espectáculo impresionante ver cómo hacía girar sus brazos a un lado y a otro de forma mareante, con las hojas gemelas realizando su hipnótica danza giratoria todo el tiempo.
Finalmente, todo el movimiento de Brin se detuvo y, salvo las hojas giratorias, el nagai estaba tan inmóvil como una estatua. Y miraba fijamente a Vaxx con ojos desafiantes.
Después de que los aplausos y vítores resultantes finalmente amainaron, Brin inclinó ligeramente la cabeza.
-¿Deseas rendirte, anciano?
El Jedi se quedó sin palabras, y por un instante pensó que tenía ante él a otro ególatra como Tull Raine. Entonces, Vaxx vio la pequeña sonrisa que asomaba en las comisuras de la delicada boca del nagai.
Vaxx lanzó su sable de luz hacia delante poniéndose en posición y soltó una carcajada.
-Espero que la Fuerza te acompañe de verdad, mocoso. Porque vas a necesitar toda la ayuda que puedas...

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