Y en esta esquina...
Paul Danner
Norrin Vaxx
caminó bajo los focos-luma, entrecerrando los ojos para protegerlos de la luz
cegadora. Mientras Greel anunciaba con entusiasmo el nombre del Jedi, la
multitud estalló en acalorados vítores. El aplauso era fuerte, pero sin duda
los había escuchado más fuertes.
Vaxx se apartó de
los ojos un mechón suelto de cabello plateado y se preguntó quién sería su
oponente esa noche. Últimamente, Greel se negaba a anunciar los principales
contrincantes de la noche con la esperanza de atraer más clientela.
Aparentemente, el aura de misterio estaba funcionando; el Colmillo estaba
lleno, por encima de su aforo. Vaxx tenía que reconocerlo; ese porcino
chupasangre sabía cómo montar un espectáculo.
Con una risita,
perdida en el mar del ruido de fondo, Vaxx extendió ambos brazos por encima de
su cabeza, mostrando la familiar empuñadura plateada. La brillante hoja de
energía amarilla surgió con un característico chasquido seguido de un siseo que
hizo que todo el edificio quedara en silencio. Las pulsantes vibraciones
siempre le relajaban para la lucha. Blandió la hoja en una serie de arcos y
luego volvió a la posición inicial. Con una gran reverencia desde la cintura,
bajo un aplauso atronador, presentó el sable de luz como si fuera una
inspección militar, y luego esperó a su oponente.
La puerta blindada
en el otro extremo se abrió y los focos-luma dejaron inmediatamente a Vaxx en
la oscuridad mientras pasaban a iluminar el arco de entrada. El Colmillo quedó
de nuevo en silencio mientras la voz mecánica de Greel resonaba por la Arena.
-Y ahora, el Colmillo Roto tiene
el orgullo de presentar el primer combate contra uno de los 10 mejores clasificados del más reciente y más emocionante contendiente en honrar nuestra
Arena desde hace tiempo...
Muchas gracias, pensó Vaxx.
-Damas y caballeros, un nuevo y
muy misterioso favorito. El único, el inigualable, el espectacular... ¡Brin T’shkali!
El rugido del público resultante
fue ensordecedor esta vez subrayado por los aullidos del cada vez más numeroso
contingente de espectadoras femeninas.
Vaxx meneó la cabeza. Esta noche no hay nada de respeto.
El Jedi lo había escuchado todo
acerca de ese nuevo contendiente, y afirmaba ser el único que no se dejaba
impresionar por la creciente leyenda. Sin embargo, como el resto de los
presentes en el Colmillo, se encontró mirando fijamente la oscura puerta,
aguardando la entrada de Brin.
Un súbito estallido blanco
iluminó las sombras, girando sobre sí mismo y elevándose en el aire a casi tres
metros del suelo de la arena. La pálida bola permaneció suspendida en el aire
como la bola orbital de un niño por lo que pareció una eternidad, y luego se
desplegó en la larga y esbelta figura del guerrero.
Brin aterrizó grácilmente frente
al Jedi y, de pronto, Vaxx no pudo ni escucharse pensar sobre el estruendo de
la muchedumbre exultante.
Vaxx miró fijamente a su
oponente, más alto que él, quien le devolvió la mirada fríamente, sin ni
siquiera parpadear con sus ojos azul eléctrico. El Jedi sintió un súbito hormigueo
en la Fuerza y se encontró un poco preocupado.
Brin estalló en un frenesí de
actividad, sorprendiendo a Vaxx, que retrocedió un paso de forma inconsciente.
El nagai extrajo dos largos cuchillos de aspecto extraño de las fundas atadas a
sus antebrazos. Cada arma tenía una hoja dentada, una empuñadura con un gran
agujero en el centro, y luego otra hoja igual saliendo del otro extremo. Brin
deslizó sus largas falanges en los agujeros, haciendo girar las hojas como los
propulsores de los arcaicos heli-vehículos.
Resultaba un espectáculo
impresionante ver cómo hacía girar sus brazos a un lado y a otro de forma
mareante, con las hojas gemelas realizando su hipnótica danza giratoria todo el
tiempo.
Finalmente, todo el movimiento
de Brin se detuvo y, salvo las hojas giratorias, el nagai estaba tan inmóvil
como una estatua. Y miraba fijamente a Vaxx con ojos desafiantes.
Después de que los aplausos y
vítores resultantes finalmente amainaron, Brin inclinó ligeramente la cabeza.
-¿Deseas rendirte, anciano?
El Jedi se quedó sin palabras, y
por un instante pensó que tenía ante él a otro ególatra como Tull Raine.
Entonces, Vaxx vio la pequeña sonrisa que asomaba en las comisuras de la
delicada boca del nagai.
Vaxx lanzó su sable de luz hacia
delante poniéndose en posición y soltó una carcajada.
-Espero que la Fuerza te
acompañe de verdad, mocoso. Porque vas a necesitar toda la ayuda que puedas...
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