jueves, 14 de enero de 2016

Mercancías valiosas

Mercancías valiosas
Paul Danner

Divv lanzó una nerviosa mirada a la alcoba oscura. Los parpadeantes pulsos de una docena de lucecitas traicionaron la presencia de uno de los dos guardaespaldas principales de Vocta. Haelon Tice tenía tantas partes cibernéticas que el tipo ofrecía una huella energética característica. El asesino palpitaba como cualquier otra máquina.
Y si Tice estaba presente, entonces R’Kayza no podría estar demasiado lejos. Tan solo la idea del buscador gand mirándole desde las sombras hizo que un escalofrío recorriera la espalda de Divv. Tragó saliva sonoramente y trató de concentrarse en el ser detrás del elegante escritorio de mármol negro.
Por desgracia, la visión de Yin Vocta no era particularmente tranquilizadora. El señor del crimen anomid estaba envuelto en una de las túnicas oscuras que tanto gustaban a su especie. La voluminosa capucha de la túnica mantenía oculto el rostro de Vocta, aunque sus grandes ojos plateados parecían brillar bajo la tenue luz luma.
-¿Tienes la información que requiero?
La voz de Vocta era sorprendentemente suave y fluida, considerando que estaba sintetizada mecánicamente a través de una máscara vocalizadora.
-Por supuesto, Lord Vocta.
El anomid tendió una mano de seis dedos, envuelta en un guante de cuero flexible.
-Por favor, Divv... Nada de formalidades. Mi autoestima no está tan baja para que necesite apoyarla con pretenciosos títulos ceremoniales.
Divv asintió rápidamente.
-Lo que me recuerda... ¿Cómo le va a Jabba? –Vocta comenzó a reír entre dientes-. El Gran Hinchado, el Terror de Tatooine... Ojala cayera víctima de una exótica e insoportablemente dolorosa enfermedad. –El anomid hizo una pausa, añadiendo un tono de esperanza-. ¿No ha sido así, verdad?
-No –consiguió decir Divv frunciendo los labios-. Pero en una extraña coincidencia, uno de sus catadores recientemente ha contraído algo similar a lo que acabas de describir. Sin embargo, Jabba goza de bastante buena salud.
Vocta soltó un bufido de desdén.
-Que el lado oscuro se lo lleve, a él y a su horrible pequeño mono-lagarto. –Extendió una mano enguantada-. Pero hasta ese día, supongo que tendré que conformarme con infligir heridas menores en su persona.
Divv sonrió, extrayendo una tarjeta de daros de su bolsillo y ofreciéndosela a Vocta.
-El nombre de cada uno de sus espías en Lianna. Como prometí.
Vocta levantó la tarjeta por encima de su hombro con aire casual.
-Mátalos a todos por mí, ¿quieres?
Divv habría jurado no ver ningún movimiento, pero de pronto la tarjeta de datos desapareció en las sombras. R’Kayza, pensó, y el sentimiento de ansiedad regresó por un instante. Cuando los dos asesinos salieron de la sala para llevar a cabo las órdenes de su señor, Divv recuperó la compostura.
-Ciertamente, no pierdes el tiempo... –dijo Divv con una risa nerviosa.
-Desperdiciar mercancías valiosas no es bueno para el negocio –dijo Vocta, y luego añadió con un guiño-: A menos, por supuesto, que pertenezcan a otra persona.

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