La caída de un
Jedi
Jim Bambra
Halagad Ventor nació
en Alderaan y, de niño, entre sus amigos se encontraba el futuro virrey Bail
Organa. Ventor aspiraba a ser un sabio, y pasaba muchas horas leyendo
atentamente libros antiguos. Fue durante ese tiempo que descubrió por primera
vez las leyendas de los Caballeros Jedi, defensores de la República, y en su
pecho nació la esperanza de que algún día él pudiera contarse entre sus filas.
Halagad continuó
con sus estudios en los años siguientes, así como también entrenó su cuerpo
buscando la perfección física. Pero aunque llegó a ser versado en muchos
campos, no dominaba completamente ninguno, porque no tenía la paciencia para
dedicarse totalmente a un área de estudio.
-Necesitaré
saber muchas cosas para ser un Jedi, y no puedo limitarme a una única
disciplina –decía. Con el tiempo, esa actitud sería la clave de su perdición.
Cuando llegó a
la madurez, Ventor se marchó para buscar un Maestro Jedi que le enseñara sus
artes. Pero incluso en los días de la República, los maestros eran esquivos y
difíciles de encontrar... y los pocos que Ventor encontró no estaban dispuestos
a entrenarle.
-Tu mente es
como los vientos de Tatooine, soplando en todas las direcciones a la vez –le decían-.
La esencia del arte Jedi es el control: control del cuerpo, control de la
mente, control de la ira, el miedo y la codicia. Debes aprender a refrenar
todas las pasiones, incluso la pasión por el conocimiento, o te destruirás.
Pero Ventor no
se desanimó. Persistió en sus esfuerzos por encontrar un mentor, y finalmente
lo consiguió. No se conoce quién entrenó a Ventor en las disciplinas Jedi, pero
los defectos de carácter del estudiante continuaron acosándolo incluso mientras
lograba el deseo de su corazón. Buscando aprenderlo todo, aprendió poco. Como
guerrero, podía usar la Fuerza para su ventaja, pero seguía ignorando en gran
medida los usos más sutiles de ese gran poder.
Ventor llegó a
servir con distinción en las Guerras Clon, bajo el liderazgo del general
Obi-Wan Kenobi, mereciendo la Medalla al Honor de la República. Cuando el
Senador Palpatine asumió el título de Emperador, Ventor se unió a los Jedi que
se opusieron a su gobierno dictatorial.
Palpatine no era
ningún tonto, y se dio cuenta de la amenaza que suponían los Jedi. Con la ayuda
del corrupto Darth Vader, Palpatine se dedicó a destruir sistemáticamente a los
protectores de la Antigua República. Muchos de los Caballeros fueron a
ocultarse en otros mundos, y sólo otros miembros de su hermandad conocían su
ubicación.
Ventor estaba
preparándose para partir a los Territorios del Borde Exterior cuando fue
aprehendido por tropas de asalto imperiales. Llevado a la nave insignia de
Vader, Ventor fue brutalmente interrogado por oficiales de inteligencia, pero
no dijo nada. Entonces el Señor Oscuro de los Sith en persona entró en la
cámara.
-Halagad, viejo
amigo –comenzó a decir Vader-. Es un placer volver a verte. Mis hombres dicen
que hoy has estado inusualmente silencioso; muy distinto del fanfarrón
presuntuoso que ansiaba medallas y reconocimientos. Eres un hombre escandaloso,
Ventor, blandiendo la Fuerza como una porra. La Fuerza debe ser usada como una
vibrohoja. Un tajo aquí, otro allá, y extraeré de tu mente la información que
quiero. Por supuesto, cuando termine, puede que ya no tengas mente. Una
lástima.
Halagad trató
desesperadamente de resistirse a las sondas de Vader, pero no pudo invocar los
escudos mentales que le habrían protegido. Su desesperación daba paso al miedo,
su miedo al pánico, y el lado oscuro le reclamó mientras Vader obtenía la
crucial información.
Sólo dos
maestros Jedi escaparon de la matanza que siguió. Obi-Wan Kenobi, consciente de
la debilidad de espíritu de Ventor, no le confió sus planes de refugiarse en
Tatooine, ni el paradero de Yoda. Con su alma asolada por la culpa y su mente
virtualmente rota, Ventor robó una nave imperial y huyó al espacio. Vader le
dejó marchar, plenamente consciente de que la muerte o el lado oscuro le
reclamarían pronto.
La nave de
Ventor aterrizó en el mundo pantanoso de Trinta. Aunque sus poderes de la
Fuerza le permitían sentir la presencia de una concentración de energía del
lado oscuro, Ventor no tuvo la fortaleza para dar media vuelta. Acampó en una
cueva, pero con el tiempo fue atraído al nexo y sucumbió a la Oscuridad. Ha
vivido en ese lugar infernal desde entonces, acosado por los rostros de
aquellos cuyas muertes recaen sobre sus hombros.
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