sábado, 13 de febrero de 2010

El honor de los Jedi (12)

12
Luke activa su comunicador e instruye a Erredós para que dispare los cañones láser del ala-X contra el montón de deshechos. El droide indica su acuerdo con un único pitido. Luke desenfunda su pistola bláster y explica el plan a sus compañeros. Deben moverse rápida y eficientemente si quieren tener éxito. Gideon suelta una risita de regocijo ante la idea de atacar a los imperiales desde un caza sin piloto, pero Sidney parece menos entusiasta... de hecho, parece aterrorizado.
–Quédate junto a mí –dice Luke–. Hagas lo que hagas, no nos retrases.
Sidney aplana sus orejas y sus ojos brillan de rabia.
–Es cierto que tengo miedo –dice–, pero no por mí mismo. Algunas cosas con más importantes que la vida del uno.
No tienen más tiempo para discutir la cuestión. Los cañones láser del ala-X escupen cuatro destellos que golpean a escasos cinco metros detrás de los soldados de asalto. Las ondas de choque retumban por el montón de deshechos, agitando a los soldados tan violentamente que sus cuerpos tiemblan.
Los soldados de asalto se vuelven instintivamente para enfrentarse al ataque. Donde los cañones láser habían golpeado, se alzan cuatro géiseres de deshechos de 20 metros de alto. La tormenta de arena resultante es tan gruesa que los imperiales no pueden ver qué los ha atacado. Salen corriendo justo cuando Erredós vuelve a disparar. La andanada ilumina con color rojo sangre el muro de arena. Otros cuatro géiseres se alzan, ocultando completamente de la vista al ala-X. Los soldados se tiran al suelo y disparan a ciegas contra la nube de arena que comienza a posarse.
Luke lidera el ataque. Cruzan los 50 metros de deshechos en menos de diez segundos. Erredós continua disparando los láseres del ala-X, manteniendo a los cuatro guardias ocupados, mirando en la dirección equivocada. Luke y Gideon se detienen a tres metros de sus objetivos y apuntan.
Ambos hombres disparan al mismo tiempo. Los rayos de energía golpean los paquetes de energía de los imperiales. Un instante después, dos cráteres humean donde previamente se encontraban los soldados de asalto. El soldado de la derecha se gira para ver qué ha causado el destello. Se encuentra con el disparo bláster de Luke volando directamente hacia él. El disparo le golpea de lleno en el pecho.
Tras asegurarse de que el segundo objetivo de Gideon se encuentra con el mismo destino, Luke dice a Erredós que deje de disparar. Treinta segundos después, activa los motores repulsores del ala-X y despega. La nave minera de Gideon sale renqueante del asteroide tras él.
–Será mejor que nos deshagamos de ese caza tuyo –dice Gideon por la radio–. Podría resultar sospechoso en el centro de visitantes de Tol Ado. Sidney conoce el sitio adecuado... una mina abandonada en Milton 40.005.
A Luke le parece extraña la idea de un centro de visitantes en un planeta prisión imperial.
–Ese centro de visitantes no me da buena espina –dice Luke–. ¿Por qué los imperiales construirían tal cosa?
–Sidney dice que Parnell considera que su prisión es una obra de arte y debe ser mostrada –dice Gideon–. Además, muestra a la gente lo que le espera si se salen de la línea. No se me ocurre un lugar mejor para ver Tol Ado desde arriba.
–De acuerdo –dice Luke.
Gideon lidera el camino hacia Milton 40.005. Es un asteroice de forma cúbica de unos 30 kilómetros de lado. Descienden por un cráter negro de no más de 20 metros de ancho. Las luces de proa de la nave minera de Gideon iluminan súbitamente los muros. El cráter es realmente un túnel que conduce al interior del asteroide. Luke admira la pericia y la confianza de Gideon. El Cubo de rocas no tiene más de dos metros de margen a cada lado.
Finalmente, tras tres tensos minutos, alcanzan un ensanchamiento en el túnel. Mientras Gideon hace girar su nave, Luke aterriza el ala-X, se ajusta su traje de vacío, y hace bajar a Erredós.
La esclusa ventral de la nave de Gideon se abre y una rampa desciende. Luke ayuda a Erredós a subir la empinada pendiente. El interior de la nave minera es oscuro sin llegar a ser tétrico. Como la mayor parte de las naves mineras, consiste principalmente en una inmensa bahía de carga para llevar mineral a un molino. Los motores repulsores, lentos pero potentes, quedan justo a popa de la bahía de carga. Los camarotes de la tripulación, que Gideon mantenía inmaculados pero sin decoraciones, estaban organizados para la comodidad y la eficiencia.
–¿Por qué te has traído eso? –pregunta Gideon, señalando a Erredós.
–Es una larga historia, pero podría resultar útil. Ya he usado a este pequeñín en situaciones similares.
Gideon refunfuña, sin dejarse impresionar.
–A mí no me gustan demasiado los droides.
Erredós suelta un agudo silbido.
–¿Qué ha dicho? –pregunta Gideon.
Luke se encoge de hombros.
–No puedo entenderle a menos que esté conectado.
En este caso, Luke está seguro de que casi es mejor que el droide no pueda ser entendido.
Gideon sube la rampa de la esclusa, y luego conduce a Luke a un asiento. Pocos minutos después, abandonan Milton 40.005 y avanzan lentamente hacia Tol Ado.

Recuerda que Luke deja su caza en el asteroide “Milton”. Puede necesitarlo más tarde.

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