miércoles, 10 de febrero de 2010

La aprendiza (III)

Hicieron falta los esfuerzos de ambos Jedi para meter a la fuerza a su prisionero dentro de un traje de vuelo verde, incluso aunque este estaba profundamente inconsciente. El hapano era un hombre grande, al menos una cabeza más alto que Kyp y muy musculoso. Ya causaba bastantes problemas como peso muerto; Jaina se figuró que sería mucho peor despierto.
Su reciente lucha con Tenel Ka había revelado una considerable pericia en el estilo de kickboxing hapano. Ciertamente, dos Jedi podrían manejarlo, pero no sin atraer una atención indeseada.
Finalmente, la tarea estuvo hecha. Jaina se sentó sobre sus talones y colocó un mechón suelto de cabello marrón tras su oreja.
-Yo digo que le transportemos así. Coloquémoslo en un trineo repulsor.
Kyp negó con la cabeza.
-Tres personas saliendo a pie de la nave no atraerán mucho la atención. Dos personas andando y uno flotando... eso seguramente levantará sospechas. Además, los túneles de ventilación son sensibles a la luz y el calor. El trineo no genera mucho calor, pero las luces de control podrían ser suficiente para activar los sensores.
-Podría reconfigurar los controles.
-Desde luego, pero eso tardaría un tiempo. Dudo que dispongamos de mucho como para perderlo.
Jaina asintió con un movimiento de cabeza. Observó intensamente mientras Kyp colocaba una mano en la frente del hombre. Sintió como el Maestro Jedi alcanzaba la mente del prisionero, le sintió usar la Fuerza para retirar los escudos que lo mantenían en su letargo.
El hombre grande se despertó de repente, agitándose y balbuceando como un hombre ahogándose en un mar de pesadillas. Sus ojos se centraron en Jaina, y súbitamente quedó quieto y en silencio. Entonces, sus recuerdos volvieron de pronto, seguidos de un abrasador destello de pánico... el de ella había sido el último rostro que vio antes de que un puño invisible alcanzase su mente y la encerrase en la oscuridad y el silencio.
El hapano se incorporó para sentarse y retrocedió, arrastrándose hacia atrás como los cangrejos para poner la mayor distancia posible entre él y la joven Jedi.
-¿Por qué? -preguntó con voz seca y rasposa.
Jaina sabía exactamente a qué se refería. ¿Por qué se había arreglado su fuga de las prisiones de Hapes? ¿Por qué se había permitido a sus dos compatriotas seguir huyendo, mientras él era retenido? ¿Por qué habían controlado su mente y le habían ocultado en la bodega de una nave? Le ofreció una sonrisa tranquilizadora.
-La princesa Tenel Ka os ha otorgado un perdón condicional. Ella comprende que el implante yuuzhan vong puede haberte conducido a atacarla. Te hemos traído a Gallinore para quitártelo. Después de eso, su abjuras de tu deserción y una investigación Jedi demuestra que estás libre de otras intenciones traicioneras, tu indulto tendrá efecto completo.
-¿Por qué? -repitió en un tono más fuerte.
-Estamos tratando de recuperar a los desertores, especialmente aquellos que pudieran tener información valiosa acerca de los yuuzhan vong. Hapes necesita todos los buenos pilotos que pueda conseguir.
Prudentes ojos azules escrutaron el rostro de Jaina mientras el hombre sopesaba sus palabras.
-¿Y los otros dos hombres? ¿Los piratas que escaparon conmigo?
-Los detuvieron antes de que abandonasen la atmósfera de Hapes. Dado que estamos soslayando la ley hapana, tenemos que mantener esto en silencio hasta que sepamos con seguridad que el esfuerzo merece la pena. Las naves de huida de tus amigos serán registradas como destruidas. De ese modo, si no se rehabilitan, ya estarán considerados como muertos.
Jaina alzó una ceja, indicando las opciones que quedaban ante él. Había dado deliberadamente a su historia un aire lo suficientemente siniestro como para parecer plausible y añadió un poderoso empujón de persuasión Jedi. Un instante después, el hombre aceptaba su “indulto” asintiendo con la cabeza. Los dos Jedi le ayudaron a ponerse en pie y lo flanquearon de camino a las instalaciones de aseo de los pilotos.
-Vamos a atravesar los túneles de ventilación -explicó Jaina conforme se deslizaban por un pasillo lateral escasamente iluminado.
Se detuvieron ante una gran compuerta circular. Kyp la agarró por la muñeca cuando ella fue a manipular los controles.
-Espera. La luz de este pasillo podría activar una alarma.
Extrajo su sable de luz y lo lanzó con un brillante arco hacia las luces del techo. Emitieron un fuerte destello y luego se apagaron, dejando el pasillo a oscuras.
Inmediatamente, un profundo escalofrío invadió a Jaina. Agarró a su prisionero con una mano que súbitamente era torpe y pesada. Sus dedos se cerraron alrededor de la muñeca del hapano. Su piel era fría al tacto.
-¿Qué es esto? -preguntó él asustado-. ¿Qué ocurre?
-Tengo que bajar nuestra temperatura corporal para que coincida con la temperatura del aire en los túneles -respondió Kyp-. Puede que no sea agradable, pero es necesario. Moveos despacio y permaneced alerta.
-Entendido -murmuró el hombre.
Jaina abrió la puerta y entró en el túnel. El pasaje redondeado era justo lo bastante grande como para poder avanzar encorvado, y estaba en pendiente hacia abajo. Conforme Jaina iba avanzando por él, rápidamente agradeció la pendiente. Los túneles estaban fríos, y sentía que sus piernas torpes apenas le respondían.
Finalmente, el túnel se niveló, y un brillo azulado casi imperceptible asomaba al fondo. Jaina aceleró el paso. El túnel se abría en un pasillo redondeado lo bastante grande para permitirles andar de pie. Salió rodando, disfrutando de la suave luz. El túnel seguía siendo dolorosamente frío, pero después de la total oscuridad de los túneles laterales, la débil luz difusa resultaba extrañamente reconfortante. Se hizo a un lado para permitir que el hapano saliera. El hombretón se arrastró al exterior y se estiró, y luego giró los hombros para soltar los entumecidos músculos.
Ajustó su paso al de los dos Jedi, caminando casi tan silenciosamente como sus dos captores, mucho más pequeños que él. Jaina le alcanzó con la Fuerza, tratando de medir su estado de ánimo y sus intenciones. Captó un alto nivel de ansiedad, pero dadas las circunstancias eso parecía razonable.
Se movieron en silencio por un laberinto de túneles, contando túneles laterales y puntos de drenaje, siguiendo el patrón que Kyp se había aprendido de memoria. Finalmente, el Maestro Jedi señaló una escotilla en un muro lejano.
-Esa es -dijo suavemente.
Sin aviso previo, el hapano se echó al suelo y ejecutó un rápido barrido con la pierna. Su ataque fue increíblemente rápido... y lo habría sido incluso si no hubiera estado casi inmovilizado por el frío. Kyp cayó al suelo, y al caer le dio tiempo a Jaina para retroceder un par de pasos. El prisionero completó el giro y se puso en pie con un movimiento fluido.
Se inclinó a un lado, levantando la rodilla y lanzó una rápida patada. Instantáneamente Jaina retrocedió a las lecciones aprendidas durante su breve aprendizaje con Mara Jade. Reconociendo la finta, se agachó bajo la primera patada elevada. Se inclinó con fuerza hacia el luchador, sincronizando su impulso con su segunda patada y golpeando con su antebrazo extendido el tendón sensible justo bajo los músculos de la pantorrilla del otro.
La sacudida del impacto no fue en absoluto tan fuerte como esperaba. Demasiado tarde, Jaina reconoció la doble finta. La tercera y poderosa patada del hapano le hizo perder el equilibrio y la lanzó por el aire.
Jaina golpeó el muro redondeado y cayó rodando. Se alzó sobre una rodilla, sintiendo demasiado frío y demasiada rabia para sentir el dolor que con seguridad vendría después. Le luchador avanzó, levantando en el aire una pierna estirada para dejarla caer en un poderoso golpe de arriba hacia abajo.
Instintivamente, Jaina lanzó una mano hacia su atacante. Relámpagos oscuros destellaron desde las puntas de sus dedos. Tentáculos dentados y espectrales danzaron envolviendo al hapano, levantándolo, y empujándolo por el túnel.
Jaina había desencadenado relámpagos de la Fuerza una vez con anterioridad. Esta vez vinieron más fácilmente... pero una vez convocados, era difícil disiparlos. Rayos de energía oscura delimitados por sombras de color violeta azulado surgían de ella, golpeando al hombre que gemía y se debatía contra la pared del túnel.
Era vagamente consciente de otro poder cayendo como una sombra en su rabia oscura y brillante. El relámpago terminó con un abrupto y audible chisporroteo cuando Kyp le agarró la muñeca. Le dio la vuelta para mirarla a la cara.
Durante un instante, simplemente se quedó mirando al Maestro Jedi, sorprendida por sus propias acciones e insegura de si lo que iba a recibir era condena o aprobación.
Kyp apartó la mirada el primero. Ella siguió su mirada hacia el techo, y observó el débil siseo proveniente de docenas de pequeñas aperturas redondas.
-El relámpago ha activado los sensores -dijo él con tono cortante-. Salgamos de aquí.
Volvieron a poner en pie al hapano aturdido y comenzaron a avanzar hacia la escotilla. Un muro de duracero cayó de golpe en su camino, sellando el túnel. Jaina se giró a tiempo de ver un muro similar cayendo tras ellos. El siseo aumentó de volumen, y súbitamente una cascada de fluido frío y de olor acre surgió de las válvulas.
Una veloz tromba de refrigerante inundó el túnel sellado, golpeando desde abajo los pies de Jaina y llevándosela consigo, dando vueltas en la turbulenta corriente. Se hundió brevemente y volvió a salir escupiendo un trago de la sustancia amarga.
Algo le atrapó el pie y volvió a tirar de ella hacia abajo. Jaina agitó los brazos hasta que su mano atrapó una especie de agarradera metálica en el muro redondeado. La agarró con fuerza y tiró hacia arriba para librarse de su atacante. Consiguió subir un poco, y encontró otra agarradera. Continuó ascendiendo, subiendo hacia el techo centímetro a centímetro, lenta y dolorosamente. El refrigerante la entumecía, y los pulmones le dolían y le ardían. Su lucha terminó de golpe, y salió disparada hacia arriba. Su cabeza salió a la superficie, y por unos instantes todo lo que pudo hacer fue tomar aire y aferrarse a su fría agarradera metálica.
Jaina miró a su alrededor, buscando a Kyp. Él había encontrado una agarradera similar. Para su sorpresa, su brazo libre estaba rodeando al hapano por debajo de su barbilla, manteniéndolo a flote como si fuera un socorrista. Ella había asumido que el hombretón había tratado de tirar de ella hacia abajo, pero se dio cuenta de una sola mirada que no estaba en estado de continuar con su ataque.
El nivel de refrigerante continuó su rápido ascenso, y los poderosos surtidores provenientes de arriba habían difícil respirar e imposible hablar. Jaina echó un vistazo al techo.
El fluido pronto alcanzaría la parte superior. Si no encontraban pronto un modo de salir, se ahogarían.
Kyp atrajo su atención y señaló con la cabeza hacia la izquierda de Jaina... hacia la fuerza invisible que había tratado de tirar de ella hacia abajo. Jaina advirtió el vórtice que aparecía en la superficie, avanzando hacia ellos. Un túnel de drenaje, con toda probabilidad.
El Maestro Jedi se soltó, lanzándose deliberadamente a sí mismo y a su carga hacia la poderosa espiral. Jaina tomó aire lenta y profundamente, y les siguió.
Cayó, debatiéndose a través del frío y la oscuridad. Su violento descenso se frenó conforme los muros se estrechaban, y entonces una luz difusa se acercó rápidamente hacia ella a través del agua que caía.
Silueteadas contra ella estaban las oscuras formas de Kyp y su prisionero que caían con ella. Entonces, de pronto, ambos hombres se detuvieron.
Jaina continuó avanzando hacia delante. Distinguió la forma regular de una reja metálica, y un latido después golpeó de cabeza contra ella.
El refrigerante continuó cayendo por el estrecho túnel, aplastándola contra la reja como un mynock agarrado a un caza a toda velocidad. Se esforzó por liberarse, pero la fuerza del acelerado fluido era demasiado grande.
Sintió el toque de Kyp a través de la Fuerza, y entonces empezó a deslizarse hacia un lado de la reja, movida por un empujón psíquico más fuerte que la veloz corriente de líquido. El resplandor del sable de luz de Kyp se disparó hacia la escotilla, y la cerradura cedió.
Los tres salieron dando traspiés, cayendo en un depósito ancho y poco profundo. Jaina avanzó con dificultad hasta un borde y se aupó al exterior. Cayó al suelo... y se detuvo justo ante varios pares de pies enfundados en botas.
Fuertes manos la agarraron y la pusieron en pie. Un calor interior fluyó a través de Jaina en una súbita oleada de poder, y sus miembros congelados despertaron con un millar de pequeños pinchazos de dolor.
Se agarró a las muñecas de los guardias, segura de que caería si las soltase. Aunque todos sus instintos la llamaban a luchar, Jaina se enfocó en su lucha interior. Estaba peligrosamente cerca de perder la consciencia. Si lo hacía, entonces todo estaría perdido.
Un brillante destello de luz llenó la sala, un estallido de poder que hizo añicos la débil concentración de Jaina. Cayó deslizándose al suelo, al perder el apoyo del guardia, y dejó que las tinieblas la reclamasen.

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