lunes, 8 de febrero de 2010

La tribu perdida de los Sith #2: Celestiales (y IV)

Capítulo Cuatro
El entusiasta estado de ánimo de los Kesh duró justo hasta el Día del Traslado. Los Celestiales se habían asentado en las lujosas casas de los Neshtovar mientras los jinetes difundían la noticia. Conforme los Neshtovar iban regresando uno tras otro, sus invitados declaraban invariablemente su preferencia por permanecer en sus relativamente suntuosas acomodaciones. Después de que el sexto jinete apelase a Izri, el anciano declaró que todos los jinetes debían trasladar sus familias a casas más humildes, para que los Celestiales pudieran ver su devoción. Korsin y Seelah habían estado viviendo en la casa del propio Izri desde el primer día.
Todos se mudaron salvo Adari. Por su servicio a los Celestiales, se le había permitido permanecer en la casa de Zhari. Eso también la mantenía cerca de Korsin, a quien veía a diario en su papel informal de embajadora y ayudante. Veía a todos los Celestiales importantes a diario: el gruñón pero amable Gloyd, que era algo llamado houk; Hestus, atareado en indexar el vocabulario keshiri; y Ravilan, del color del óxido, que a menudo parecía perdido, una minoría dentro de una minoría. También veía a Seelah, quien se había instalado en los fastuosos alojamientos de Korsin. Según averiguó Adari, el hijo de Seelah era sobrino de Korsin.
Seelah siempre miraba con aprensión a Adari cuando estaba cerca de Korsin. Incluyendo hoy, mientras Adari se encontraba de pie junto a él en una excavación al borde de la Sierra Cetajan, a la vista del océano al que había huido un mes antes. Los Celestiales necesitaban estructuras para estabilizar y proteger el Presagio, pero antes necesitaban un paso claro por tierra hacia la península. Los Celestiales, en cuyo número se encontraban muchos mineros, estaban dando forma a una ruta, tallando gigantescos pedazos de roca estratificada con sus sables de luz.
-Los sables funcionarán mejor cuando recuperemos algunos de los cristales Lignan para alimentarlos -dijo Gloyd. Korsin presentó una muestra de roca a Adari. Granito. Los esfuerzos no eran para ella, por supuesto, pero siempre se había preguntado que había bajo la superficie. Ahora lo sabía.
-Tenías razón después de todo -dijo Korsin, viendo cómo estudiaba la piedra. Ella no había mencionado su conflicto con los Neshtovar, pero había estado ansiosa por confirmar sus teorías con alguien que lo supiera. Los volcanes realmente creaban nueva tierra. Y las montañas de la Sierra Cetajan no eran volcanes; aunque el granito sí que provenía del magma, según le dijeron, se formaba en las profundidades de la tierra en el transcurso de eones. Por eso sus rocas tenían un aspecto distinto al de las piedras de fuego-. No entiendo ni la mitad de lo que me cuentan mis mineros -dijo Korsin-, pero dicen que podrías ayudarles fácilmente... si no me estuvieras ayudando a mí.
Korsin comenzó a hablar con Gloyd acerca de su próximo proyecto, una excavación para encontrar metales necesarios para reparar el Presagio. Adari comenzó a protestar cuando vio a Seelah a su alrededor. Adari se estremeció cuando la mujer dejó de estar a la vista. ¿Qué había hecho Adari para merecerse semejante odio?
No me estaba observando a mí, se dio cuenta Adari. Estaba mirando a Korsin.
-Te vi -dijo de pronto Adari a Korsin.
-¿Qué?
-Te vi una segunda vez sobre la montaña, aquel día. Arrojaste algo por el precipicio.
Korsin apartó la vista de su trabajo. Hizo un gesto... y Gloyd se apartó.
-Te vi arrojar algo -dijo Adari, tragando saliva. Miraba hacia abajo, al océano, chocando contra los acantilados-. No supe qué... hasta que me hiciste regresar al pueblo. -Korsin avanzó cauteloso hacia ella. Adari no podía parar de hablar-. Volé allí abajo, Korsin. Lo vi allí abajo, sobre las rocas. Era un hombre -dijo-, como tú.
-¿Como yo? -dijo Korsin con un bufido-. ¿Aún... aún está allí?
Ella negó con la cabeza.
-Le di la vuelta para poder verle -dijo-. La marea se lo llevó.
Korsin era igual de alto que ella, pero conforme ella se iba encogiendo, el parecía cada vez más amenazante.
-Viste eso... y pese a ello trajiste a los Neshtovar para que nos encontrasen.
Adari quedó inmóvil, incapaz de responder. Miraba a las rocas, lejos por debajo, tan parecidas a las que había en la sierra, más arriba. Korsin se acercó a ella como había hecho otras veces...
...y retrocedió. Su voz se suavizó.
-Tu pueblo se volvió contra ti para proteger su sociedad. ¿Eras un peligro?
¿Cómo lo ha sabido? Adari alzó la mirada hacia Korsin. Cada vez se parecía menos a Zhari.
-Creía en algo en lo que ellos no creían.
Korsin sonrió y tomó suavemente su mano.
-Esa es una lucha con la que mi pueblo está familiarizado. El hombre que viste... era un peligro para nuestra sociedad.
-Pero era tu hermano.
Korsin agarró con más fuerza por un instante antes de soltarle la mano completamente.
-Prestas mucha atención -dijo, enderezándose. Ese hecho no había sido difícil de descubrir-. Sí, era mi hermano. Pero era un peligro... y ya teníamos suficientes peligros cuando nos encontraste -dijo. Miró profundamente en los ojos de ella-. Y creo que eso es algo sobre lo que ya tienes conocimiento, Adari. Ese mismo mar también se te llevó algo a ti. ¿No es cierto?
Adari se quedó boquiabierta. ¿Cómo? Zhari había muerto allí, pero los Neshtovar nunca se lo habrían dicho a Korsin. Hablar de la caída de un jinete era uno de sus mayores tabúes: caer era ser reclamado por el Otrolado. Nadie había visto como ocurría, salvo Nink... y los omniscientes Celestiales.
O bien Korsin era un lector de mentes, o era lo que decía ser. Apenas pudo articular palabra.
-No... no es lo mismo. empujaste a ese hombre. Yo no tuve nada que ver con lo que le ocurrió a mi...
-Por supuesto que no. Los accidentes ocurren. Pero no te importó que muriera -dijo-. Puedo verlo en ti, Adari. Era un peligro para ti... para la persona en la que te estás convirtiendo. -Korsin alzó sus pobladas cejas-. Te alegras de que ya no esté.
Adari cerró los ojos. Poniendo su brazo sobre los hombros de ella, Korsin la volvió hacia el sol.
-No pasa nada, Adari. Entre los Sith, no hay que avergonzarse de eso. Nunca podrías haber sido lo que eres hoy con él retrasando tu avance. Al igual que nunca serás lo que vas a llegar a ser con Izri Dazh retrasando tu avance.
Al escuchar el nombre, Adari abrió los ojos. La luz del sol le deslumbró, pero Korsin no le permitió girarse.
-Tenías miedo de nosotros -dijo él-, y tuviste miedo cuando viste el cuerpo. Sabías que moriríamos en la montaña si no nos traías ayuda. Y aún así trajiste a los Neshtovar... porque pensaste que podríamos ayudarte contra ellos.
La soltó. Adari miró ciegamente al sol durante un instante antes de apartar la mirada. Tras ella, Korsin hablaba con los tonos tranquilizadores que había usado cuando su voz le llegó por primera vez con el viento.
-Ayudarnos a interactuar con los keshiri no es sólo ayudarnos a nosotros, Adari. Aprenderás cosas acerca de tu mundo que nunca imaginaste. -Dio vueltas a la roca en su mano-. No sé durante cuánto tiempo estaremos aquí, pero te prometo que en los próximos meses aprenderás más que en toda tu vida. Más de lo que haya aprendido cualquier keshiri.
Adari tembló.
-¿Qué... qué es lo que...?
-Una cosa muy sencilla. Que olvides lo que viste ese día.


Korsin cumplió su palabra. En sus primeros meses con los Celestiales, Adari había aprendido mucho sobre su hogar. Pero también había aprendido algunas cosas sobre de dónde habían venido ellos, y sobre quienes eran. Prestaba mucha atención. A través de las cosas sencillas, conocemos el mundo.
Los Sith de Korsin eran los seres de lo alto cuya existencia ella había negado... pero no eran los dioses de la leyenda keshiri. No exactamente. Tenían poderes asombrosos, y tal vez vivían en las estrellas. Pero no sangraban sangre, y no eran perfectos. Discutían. Envidiaban. Mataban.
Los Sith podían leer mentes, hasta cierto punto. Korsin lo había usado para pedirle ayuda tras verla en el aire. Ella lo descubrió tras un sencillo y clandestino experimento que involucraba a Ravilan. Ella le sugirió que visitase un restaurante en el barrio más ajetreado de Tahv. Él fue allí, perdiéndose en el mismo vecindario en el que ella siempre se perdía. Los poderes sensoriales de los Sith eran asombrosos, pero seguían necesitando conocimiento preciso por parte de los demás.
Trató de proporcionárselo, acompañando a Korsin a muchos lugares de trabajo, en la mayoría de los cuales se empleaban joviales trabajadores keshiri. Los Celestiales eran lo bastante perfectos para los keshiri... y lo bastante perfectos para ella. Yaru Korsin estaba tan por encima de Zhari Vaal en intelecto como lo estaba ella por encima de las rocas, y mientras aprendiese a evitar la mirada de Seelah, otra viuda de un hombre caído, podría esperar aprender mucho más aún.
Al mismo tiempo que su conocimiento avanzaba, la fe de Izri se glorificaba cada vez más. Eso le divertía un poco a Adari, aparte de la risita ocasional que ella se permitía por tener un papel más detallado que él en la historia. Ella era la Descubridora, y sería recordada por siempre en la sociedad keshiri. Nadie recordaría a Izri.
Observando como se creaba otra cantera, se preguntó qué aspecto tendría esa sociedad. Ella sabía algo que los Sith desconocían: Llevaban mucho tiempo allí. Se lo había mencionado una vez a un minero, quien rápidamente lo descartó como un consejo de los ignorantes locales.
Pero ella no era una ignorante. Los metales que los Sith buscaban no estaban en el suelo de Kesh. Los estudiosos habían buscado en cada parte del continente. Habían registrado lo que habían encontrado. Si las sustancias que el pueblo de Korsin necesitaba estaban ocultas a más profundidad de la superficie, haría falta tiempo para encontrarlas... mucho más tiempo.
Tiempo, los Sith tenían de sobra.
¿Pero qué, se preguntaba, es lo que tendrían los keshiri?

1 comentario:

  1. oe, esta muy bueno, crees q puedas traducir "Lost Tribe of the Sith:Paragon", es que, no todos tenemo la dicha de saber ingles. nota: paragon, acaba de salir ayer 10 de febrero 2010. voy a postear tu pagina en taringa

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