Epílogo
de Kevin J. Anderson
Luke Skywalker, Maestro Jedi, se encontraba de pie en lo alto del Gran Templo de la cuarta luna de Yavin.
Bajo sus pies se encontraba la vacía sala del trono y la gran cámara de audiencias con claraboyas abiertas al solo. Vestido con una nueva túnica Jedi, con su espada de luz colgando a un lado, Luke sintió que la tibieza lo bañaba. Persistentes aromas especiados subían como vapor de la lujuriosa selva que se encontraba a sus pies.
Las antiguas ruinas dejadas por la desaparecida raza massassi constaban de varios gigantescos edificios geométricos dispersos, ahora cubiertos por la voraz jungla. Luke se encontraba en lo alto del ziggurat que había sido una inmensa estación de seguimiento cuando la base rebelde estuvo ubicada en Yavin 4.
En el cielo, como una amenazante esfera gigante de color naranja pálido, el planeta Yavin llenaba casi todo su campo de visión. El hichado gigante gaseoso había sido un escudo para la base rebelde cuando la primera Estrella de la Muerte avanzaba en su órbita hasta la posición de disparo con su superláser destructor de planetas. La base de Yavin había sido abandonada por los rebeldes años atrás. Pero muchas de las rotas estructuras de piedra aún eran utilizables.
Con el poderío desencadenado de la flota de las Fauces, y los previsibles ataques de la almirante Daala, la Nueva República necesitaba desesperadamente una fuerza poderosa que fuera más allá del mero poderío militar, un grupo de guardianes que mantuviera el orden en la galaxia.
Luke pretendía reunir a todos los que pudiera, inmediatamente... no solo a Gantoris y Streen, sino también a Kyp Durron, Mara Jade, varias de las brujas de Dathomir, Kam Solusar, y otros a los que había encontrado desde la Batalla de Endor. Y la búsqueda de más personas con potencial Jedi tendría que intensificarse. Necesitaba candidatos, tantos como fuera posible.
Los niveles superiores de algunas de las estructuras massassi de techo plano estaban lo bastante claros para que Luke pudiera aterrizar su nave. En el amplio patio que una vez se usó como plataforma de lanzamiento para la Alianza, el viejo caza ala-X de Luke se refrescaba entre las crecientes nieblas de las junglas de Yavin.
Cuando Mon Mothma y Leia ofrecieron a Luke la base rebelde abandonada, aprovechó de inmediato la oportunidad.
Para comenzar el entrenamiento real, Luke trató de recrear todos los ejercicios que Yoda le había enseñado en Dagobah, al igual que las sesiones de prácticas que comenzó Obi-Wan Kenobi. Luke también tenía el antiguo Holocrón Jedi, la base de datos histórica visual que Leia había tomado de la fortaleza del Emperador resucitado. Había estudiado la información del almacén oculto de conocimiento Jedi en Dathomir. Tenía muchas herramientas, y sus estudiantes llevaban dentro de sí mismos las puertas a un gran poder.
Pero Luke se preocupó una vez más. Si uno de sus aprendices —¡o más de uno!— cayera al lado oscuro, ¿tendría el poder para traerle de vuelta? ¿Y quién era ese “hombre oscuro” que acechaba en los sueños de Gantoris con profecías de destrucción?
Cuando Luke recorrió con la mirada el amplio panorama de densa naturaleza salvaje, vio amplias cicatrices quemadas donde los incendios habían asolado la selva. Pero el ritmo ecológico de la luna se había cobreado su venganza, curándose a sí misma. Densas agrupaciones de fragantes arbustos de hojazul, árboles massassi y helechos trepadores cubrían la tierra en una maraña impenetrable que se extendía hasta donde alcanzaba la vista, rota sólo por las dispersas ruinas de los templos que asomaban entre la vegetación.
Las construcciones alienígenas dejadas por los massassi parecían repletas de secretos y conocimiento en sí mismas. Luke parpadeó y sintió el poder del lugar que le rodeaba, la maravilla, el misterio que lo rodeaba todo. No podía esperar a llevar allí a sus estudiantes.
Era el lugar perfecto para entrenar a una nueva orden de Caballeros Jedi.
Bajo sus pies se encontraba la vacía sala del trono y la gran cámara de audiencias con claraboyas abiertas al solo. Vestido con una nueva túnica Jedi, con su espada de luz colgando a un lado, Luke sintió que la tibieza lo bañaba. Persistentes aromas especiados subían como vapor de la lujuriosa selva que se encontraba a sus pies.
Las antiguas ruinas dejadas por la desaparecida raza massassi constaban de varios gigantescos edificios geométricos dispersos, ahora cubiertos por la voraz jungla. Luke se encontraba en lo alto del ziggurat que había sido una inmensa estación de seguimiento cuando la base rebelde estuvo ubicada en Yavin 4.
En el cielo, como una amenazante esfera gigante de color naranja pálido, el planeta Yavin llenaba casi todo su campo de visión. El hichado gigante gaseoso había sido un escudo para la base rebelde cuando la primera Estrella de la Muerte avanzaba en su órbita hasta la posición de disparo con su superláser destructor de planetas. La base de Yavin había sido abandonada por los rebeldes años atrás. Pero muchas de las rotas estructuras de piedra aún eran utilizables.
Con el poderío desencadenado de la flota de las Fauces, y los previsibles ataques de la almirante Daala, la Nueva República necesitaba desesperadamente una fuerza poderosa que fuera más allá del mero poderío militar, un grupo de guardianes que mantuviera el orden en la galaxia.
Luke pretendía reunir a todos los que pudiera, inmediatamente... no solo a Gantoris y Streen, sino también a Kyp Durron, Mara Jade, varias de las brujas de Dathomir, Kam Solusar, y otros a los que había encontrado desde la Batalla de Endor. Y la búsqueda de más personas con potencial Jedi tendría que intensificarse. Necesitaba candidatos, tantos como fuera posible.
Los niveles superiores de algunas de las estructuras massassi de techo plano estaban lo bastante claros para que Luke pudiera aterrizar su nave. En el amplio patio que una vez se usó como plataforma de lanzamiento para la Alianza, el viejo caza ala-X de Luke se refrescaba entre las crecientes nieblas de las junglas de Yavin.
Cuando Mon Mothma y Leia ofrecieron a Luke la base rebelde abandonada, aprovechó de inmediato la oportunidad.
Para comenzar el entrenamiento real, Luke trató de recrear todos los ejercicios que Yoda le había enseñado en Dagobah, al igual que las sesiones de prácticas que comenzó Obi-Wan Kenobi. Luke también tenía el antiguo Holocrón Jedi, la base de datos histórica visual que Leia había tomado de la fortaleza del Emperador resucitado. Había estudiado la información del almacén oculto de conocimiento Jedi en Dathomir. Tenía muchas herramientas, y sus estudiantes llevaban dentro de sí mismos las puertas a un gran poder.
Pero Luke se preocupó una vez más. Si uno de sus aprendices —¡o más de uno!— cayera al lado oscuro, ¿tendría el poder para traerle de vuelta? ¿Y quién era ese “hombre oscuro” que acechaba en los sueños de Gantoris con profecías de destrucción?
Cuando Luke recorrió con la mirada el amplio panorama de densa naturaleza salvaje, vio amplias cicatrices quemadas donde los incendios habían asolado la selva. Pero el ritmo ecológico de la luna se había cobreado su venganza, curándose a sí misma. Densas agrupaciones de fragantes arbustos de hojazul, árboles massassi y helechos trepadores cubrían la tierra en una maraña impenetrable que se extendía hasta donde alcanzaba la vista, rota sólo por las dispersas ruinas de los templos que asomaban entre la vegetación.
Las construcciones alienígenas dejadas por los massassi parecían repletas de secretos y conocimiento en sí mismas. Luke parpadeó y sintió el poder del lugar que le rodeaba, la maravilla, el misterio que lo rodeaba todo. No podía esperar a llevar allí a sus estudiantes.
Era el lugar perfecto para entrenar a una nueva orden de Caballeros Jedi.
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