domingo, 7 de febrero de 2010

El honor de los Jedi (60)

60
-¿Vuestra programación os permitiría conducir vehículos repulsores hacia el ascensor? -pregunta Luke.
Beunocuatro duda.
-Claro, mientras no choquemos con nadie. Si pensamos que eso pudiera ocurrir, fundiríamos nuestros circuitos.
-Ya veo.
-Pero, probablemente, sin tener tiempo de detenernos -añade el droide-. Y yo lanzaría mis circuitos fundidos contra cualquier montón de chatarra imperial.
Luke admira la valentía del droide.
-Me gustaría poder ayudaros -dice Luke-. Pero no puedo. Hay un pelotón de soldados de asalto en la superficie, y más en camino. Nunca conseguiríamos sacaros a tiempo.
-No importa. -Beunocuatro hace el equivalente droide de encogerse de hombros-. Somos droides.
Luke no puede evitar sonreír ante el altruismo del excavador.
-Entonces, droides, me gustaría pediros a los seis que os sacrifiquéis conduciendo vehículos repulsores hacia el ascensor cuando yo dé la orden. Esto evitará que los imperiales os capturen.
Beunocuatro inclina la cabeza hacia un lado.
-Si eso es lo que quieres. No veo a nadie más dando órdenes.
Los droides eligen los seis vehículos repulsores más pesados y luego se posicionan en el exterior de la puerta del montacargas de mineral. Un instante después, las puertas macizas comienzan a abrirse con un chirrido.
-¡Ahora! -exclama Luke.
Los seis droides encienden sus motores y los vehículos repulsores saltan hacia delante. Para cuando la puerta se abre completamente, los droides están avanzando demasiado rápido para detenerse. Los soldados de asalto recién llegados gritan alarmados y sorprendidos y luego comienzan a disparar a ciegas contra la maquinaria pesada.
La primera voluta de humo surge del centro motivador de un droide.
-¡Bien hecho, Beunocuatro! -exclama Luke.
Todo el túnel tiembla cuando los vehículos chocan contra el montacargas de mineral, uno contra otro, y contra la pared del hueco del ascensor. Luke y Gideon disparan a la confusión. Un soldado cae.
La disciplina de los soldados de asalto es demasiado fuerte para que el choque múltiple retrase a la unidad más de unos pocos segundos. Seis soldados de asalto se abren camino fuera de la maraña de vehículos y devuelven el fuego a sus emboscadores. Luke y Gideon tumban otro soldado cada uno, y entonces los imperiales se sueltan lanzando torpedos de protones en miniatura. Una bola blanca de fuego golpea el borde exteriro del túnel y explota con un destello brillante. Una tremenda onda de choque lanza a Luke contra el suelo.
Un instante después, un soldado de asalto se encuentra de pie sobre él, con el rifle bláster listo para disparar.
-¿Qué ha pasado? -pregunta Luke, tratando de quitar las telarañas de su mente.
El buggy de supervisión arranca de pronto marcha atrás y golpea al imperial. Este cruza volando la caverna y golpea contra la pared del ascensor. El impacto le hace perder fragmentos de su armadura antes de caer al suelo con un golpe seco.
Sidney mira hacia abajo desde el asiento del conductor.
-¡Subid! -ordena.
Luke trepa torpemente al banco trasero, donde ya se encuentra sentado el minero barbudo. Gideon parece estar tan aturdido y confuso como Luke. Tras direccionar las toberas de impulso, Sidney sale a toda velocidad por el túnel.
El zumbido del motor de repulsión resuena en las paredes del túnel, creando un estruendo increíble. El mundo de Luke se reduce al círculo de luz que proporciona la linterna en su cabeza. Con el tremendo clamor del buggy de supervisión, sólo puede sentir aquello que ve. No es mucho... monótona roca gris pasando rápidamente por el círculo amarillo de dos metros de diámetro que proporciona su lámpara de cabeza; tal vez la cola del buggy o la rodilla de Gideon apareciendo ocasionalmente en su campo de visión. Su visión periférica sólo detecta oscuridad, y las cosas oscuras en las profundidades parecen inexistentes.
Si Luke se concentra en mantener la barbilla alta y la cabeza firme, puede ver las paredes del tubo del ascensor disminuir hasta convertirse en nada. Las distancias y las proporciones parecen exageradas bajo tierra. El final del túnel enmarca el tubo en una manga que se contrae cada vez más. Tal vez sea por la oscuridad, o tal vez sea por la perspectiva del túnel, pero sea cual sea la causa, las luces se desvanecen con intranquilizadora rapidez.
Al reflexionar en su aislamiento subterráneo, a Luke se le ocurre que debe haber una atmósfera ahí abajo. De otro modo, el túnel no seria tan ruidoso y polvoriento.
No tiene oportunidad de preguntarle a Gideon acerca de su descubrimiento. El buggy de supervisión cambia súbitamente de dirección y desciende por un pasaje lateral. Sidney detiene el vehículo y queda sentado inmóvil en el asiento del conductor.
-¡He matado! -jadea, volviéndose para mirar a sus pasajeros-. ¡El ser al que he golpeado está muerto!
El rostro del pada muestra su odio a sí mismo. A un lado de su hocico, sus labios se tuercen en una fea mueca de desprecio. En el otro lado, están patéticamente fruncidos. Mantiene sus orejas planas contra su cráneo con forma de calabaza, y sus ojos amarillos alternan el brillo de la rabia con la falta de luz de la desesperación.
-No tenías elección -dice Luke-. Me habría abierto un agujero del tamaño de mi puño.
Sidney niega con la cabeza.
-El pada no mata sin razón. He manchado mi alma.
-Puede ser -dice Gideon-. Pero ha sido un buen negocio.
-Tenemos que ponernos en marcha -dice Luke-. No hemos acabado con todos, y estoy seguro de que los supervivientes querrán igualar el marcador.
Gideon asiente, luego baja del banco de un salto.
-Déjame conducir, Sidney. No tienes muy buen aspecto.
Sidney baja obedientemente, con su rostro todavía mostrando una máscara de auto reproche.
-¿A dónde nos vas a llevar? -pregunta. Casi suena como si esperase que Gideon les prometería un lugar oscuro del que no habría salida.
-Ese droide dijo que ella fue a la Estación Médica Uno. A menos que hayan cambiado muchas cosas aquí abajo desde que gané algunos créditos con los Tredway, estamos asombrosamente cerca de allí.

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