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-Hay un momento para la lucha, y hay un momento para escapar -dice Luke. El hocico de Sidney se relaja-. Este es un momento para luchar -termina Luke.
Las orejas de Sidney se aplanan, cambiando su alivio por aprensión. El pada avanza por el pasadizo y apaga su luz.
-Estaré aquí mismo si me necesitáis.
Luke decide no seguir protestando. Este no es momento para discutir sobre ética. En lugar de eso, desactiva la lámpara de su propia cabeza apartándosela de la frente. Tras apagar los motores del buggy, Gideon hace lo mismo. Se afianzan en el pasadizo para esperar a los soldados de asalto.
En la completa oscuridad, el sonido se convierte en la vista. Detrás de Luke, la respiración de Sidney se siente profunda, fuerte y rasposa. De no ser por el estable susurro de los cohetes propulsores de los soldados de asalto, Luke estaría preocupado de que la respiración de Sidney alertase al enemigo.
Gideon permanece en silencio, y por tanto invisible. La última vez que Luke lo vio estaba cruzando el pasadizo, pero no sabe si el minero sigue allí. No ser consciente de la posición de su socio preocupa a Luke, pero si él no puede encontrar a Gideon, tampoco puede el enemigo.
Un minuto más tarde, los soldados de asalto premian su paciencia. Un rayo de luz pasar por el suelo del túnel principal. Lo barre de lado a lado, en busca de posibles problemas. Pero los soldados de asalto no están más acostumbrados que Luke a alumbrar bajo tierra. El barrido del rayo cae muy lejos del túnel lateral en el que él y Gideon se ocultan.
El soldado de cabeza rebasa el pasadizo, completamente ignorante de su presencia. Para cuando el resto de su escuadrón alcanza la intersección, él ya está cincuenta metros más allá. Cuando los dos siguientes soldados aparecen a la vista, Luke tienta su gatillo. No puede ver el arma ante su cara, de modo que no puede centrar su objetivo. En su lugar, simplemente apunta la pistola en dirección al soldado más alejado y aprieta el gatillo.
El disparo de Gideon brilla en el mismo instante. El soldado cae como una barcaza de carga en un profundo pozo de gravedad, con el torso humeando en dos lugares. ¡Gideon había apuntado al mismo objetivo!
El otro soldado se giró hacia el pasadizo y pasó disparado junto a Luke y Gideon, ignorante aún de su presencia. Su lámpara iluminó a Sidney, agazapado contra el muro y la pistola presionada contra el pecho. Luke alza su pistola para disparar, pero la luz poderosa de un soldado de asalto le enfoca desde la izquierda y aturde sus ojos. Apunta su bláster hacia la luz y dispara salvajemente.
Un proyectil rojo surge de la luz y explota sobre su cabeza, duchándole con pequeños fragmentos de roca. Se aparta rodando. Otro destello surge de la luz y golpea el muro donde estaba sentado un momento antes. Un disparo verde desde el otro lado del pasadizo responde al disparo. Una explosión retumba por el túnel y una bola de fuego engulle al soldado. ¡Gideon acaba de salvarle la vida!
Detrás de Luke, cerca de Sidney, seis disparos golpean la roca. Antes de que Luke pueda girarse para ayudar, un disparo imperial estalla en una pequeña bola de fuego sobre la cabeza de Gideon. El minero devuelve el disparo, pero sale rebotando inocuamente por el túnel. El imperial que dispara a Gideon ha aprendido de sus emboscadores y ha apagado la lámpara de su cabeza. Luke no se gira; ahora no puede hacer nada para ayudar a Sidney, pero puede que sea capaz de salvar a Gideon.
Luke espera. Por un largo instante, nada ocurre. Entonces el imperial dispara. Su armadura refleja la luz de su disparo de bláster por una fracción de segundo. Eso es todo lo que Luke necesita; dispara dos rápidos tiros. El soldado grita, y entonces el débil resplandor de la armadura ardiendo ilumina la negrura diez metros más allá.
No hay tiempo para esperar a ver cómo cae el soldado. Luke se vuelve para mirar a Sidney, esperando encontrarse con el último de los soldados de asalto apuntándole a él o a Gideon con su rifle bláster. En lugar de eso, una lámpara inmóvil apunta al techo. El soldado de asalto no se mueve.
Luke activa su lámpara de cabeza. Sidney está sentado, acurrucado junto al puntal del pasadizo, con su pistola aún apuntando al soldado de asalto muerto. Los ojos del pada están abiertos de par en par por el horror, y su hocico está combado en una mueca llena de pesar. Mantiene las orejas inclinadas hacia delante en un ángulo agudo que demuestra su rabia.
-El imperial alzó su rifle para disparar y yo apreté el gatillo .explica Sidney-. No tuve tiempo de pensar...
-No pasa nada -dice Luke-. No tenías elección.
Sidney alzó sus ojos.
-El pada siempre tiene elección.
-Y elegiste vivir -dice Gideon-. No hay nada de malo en ello. Movámonos antes de que aparezca el resto del escuadrón.
Luke coloca suavemente su mano bajo el brazo de Sidney.
-Tenemos que irnos, o habrá más muertes.
Sidney se pone de pie con reticencia.
Cuando vuelven al buggy de supervisión, una voz electrónica los interpela desde la oscuridad ante ellos.
-Debéis de ser los buenos.
-Lo somos -responde Luke-. Muéstrate, droide.
Diez metros más allá, una luz se enciende con un temblor. Un droide de dos metros de alto cumple cuidadosamente la orden del rebelde haciendo brillar su propia luz sobre su cuerpo. Tiene unos poderosos mecanismos hidráulicos y juntas con protección contra el polvo.
-¿Habéis venido a ayudar a Dena? -pregunta.
-Desde luego que sí -responde Gideon.
-Fue a la Estación Médica Uno -informa el droide-. Seguidme.
-No es necesario -dice Gideon, trepando al asiento del conductor y arrancando el buggy de supervisión-. Ya he estado aquí antes.
-Hay un momento para la lucha, y hay un momento para escapar -dice Luke. El hocico de Sidney se relaja-. Este es un momento para luchar -termina Luke.
Las orejas de Sidney se aplanan, cambiando su alivio por aprensión. El pada avanza por el pasadizo y apaga su luz.
-Estaré aquí mismo si me necesitáis.
Luke decide no seguir protestando. Este no es momento para discutir sobre ética. En lugar de eso, desactiva la lámpara de su propia cabeza apartándosela de la frente. Tras apagar los motores del buggy, Gideon hace lo mismo. Se afianzan en el pasadizo para esperar a los soldados de asalto.
En la completa oscuridad, el sonido se convierte en la vista. Detrás de Luke, la respiración de Sidney se siente profunda, fuerte y rasposa. De no ser por el estable susurro de los cohetes propulsores de los soldados de asalto, Luke estaría preocupado de que la respiración de Sidney alertase al enemigo.
Gideon permanece en silencio, y por tanto invisible. La última vez que Luke lo vio estaba cruzando el pasadizo, pero no sabe si el minero sigue allí. No ser consciente de la posición de su socio preocupa a Luke, pero si él no puede encontrar a Gideon, tampoco puede el enemigo.
Un minuto más tarde, los soldados de asalto premian su paciencia. Un rayo de luz pasar por el suelo del túnel principal. Lo barre de lado a lado, en busca de posibles problemas. Pero los soldados de asalto no están más acostumbrados que Luke a alumbrar bajo tierra. El barrido del rayo cae muy lejos del túnel lateral en el que él y Gideon se ocultan.
El soldado de cabeza rebasa el pasadizo, completamente ignorante de su presencia. Para cuando el resto de su escuadrón alcanza la intersección, él ya está cincuenta metros más allá. Cuando los dos siguientes soldados aparecen a la vista, Luke tienta su gatillo. No puede ver el arma ante su cara, de modo que no puede centrar su objetivo. En su lugar, simplemente apunta la pistola en dirección al soldado más alejado y aprieta el gatillo.
El disparo de Gideon brilla en el mismo instante. El soldado cae como una barcaza de carga en un profundo pozo de gravedad, con el torso humeando en dos lugares. ¡Gideon había apuntado al mismo objetivo!
El otro soldado se giró hacia el pasadizo y pasó disparado junto a Luke y Gideon, ignorante aún de su presencia. Su lámpara iluminó a Sidney, agazapado contra el muro y la pistola presionada contra el pecho. Luke alza su pistola para disparar, pero la luz poderosa de un soldado de asalto le enfoca desde la izquierda y aturde sus ojos. Apunta su bláster hacia la luz y dispara salvajemente.
Un proyectil rojo surge de la luz y explota sobre su cabeza, duchándole con pequeños fragmentos de roca. Se aparta rodando. Otro destello surge de la luz y golpea el muro donde estaba sentado un momento antes. Un disparo verde desde el otro lado del pasadizo responde al disparo. Una explosión retumba por el túnel y una bola de fuego engulle al soldado. ¡Gideon acaba de salvarle la vida!
Detrás de Luke, cerca de Sidney, seis disparos golpean la roca. Antes de que Luke pueda girarse para ayudar, un disparo imperial estalla en una pequeña bola de fuego sobre la cabeza de Gideon. El minero devuelve el disparo, pero sale rebotando inocuamente por el túnel. El imperial que dispara a Gideon ha aprendido de sus emboscadores y ha apagado la lámpara de su cabeza. Luke no se gira; ahora no puede hacer nada para ayudar a Sidney, pero puede que sea capaz de salvar a Gideon.
Luke espera. Por un largo instante, nada ocurre. Entonces el imperial dispara. Su armadura refleja la luz de su disparo de bláster por una fracción de segundo. Eso es todo lo que Luke necesita; dispara dos rápidos tiros. El soldado grita, y entonces el débil resplandor de la armadura ardiendo ilumina la negrura diez metros más allá.
No hay tiempo para esperar a ver cómo cae el soldado. Luke se vuelve para mirar a Sidney, esperando encontrarse con el último de los soldados de asalto apuntándole a él o a Gideon con su rifle bláster. En lugar de eso, una lámpara inmóvil apunta al techo. El soldado de asalto no se mueve.
Luke activa su lámpara de cabeza. Sidney está sentado, acurrucado junto al puntal del pasadizo, con su pistola aún apuntando al soldado de asalto muerto. Los ojos del pada están abiertos de par en par por el horror, y su hocico está combado en una mueca llena de pesar. Mantiene las orejas inclinadas hacia delante en un ángulo agudo que demuestra su rabia.
-El imperial alzó su rifle para disparar y yo apreté el gatillo .explica Sidney-. No tuve tiempo de pensar...
-No pasa nada -dice Luke-. No tenías elección.
Sidney alzó sus ojos.
-El pada siempre tiene elección.
-Y elegiste vivir -dice Gideon-. No hay nada de malo en ello. Movámonos antes de que aparezca el resto del escuadrón.
Luke coloca suavemente su mano bajo el brazo de Sidney.
-Tenemos que irnos, o habrá más muertes.
Sidney se pone de pie con reticencia.
Cuando vuelven al buggy de supervisión, una voz electrónica los interpela desde la oscuridad ante ellos.
-Debéis de ser los buenos.
-Lo somos -responde Luke-. Muéstrate, droide.
Diez metros más allá, una luz se enciende con un temblor. Un droide de dos metros de alto cumple cuidadosamente la orden del rebelde haciendo brillar su propia luz sobre su cuerpo. Tiene unos poderosos mecanismos hidráulicos y juntas con protección contra el polvo.
-¿Habéis venido a ayudar a Dena? -pregunta.
-Desde luego que sí -responde Gideon.
-Fue a la Estación Médica Uno -informa el droide-. Seguidme.
-No es necesario -dice Gideon, trepando al asiento del conductor y arrancando el buggy de supervisión-. Ya he estado aquí antes.
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