viernes, 19 de febrero de 2010

El honor de los Jedi (49)

49
–Quien sea que dejó esa puerta abierta, no debería estar aquí –dice Luke–. Y sin no deberían estar aquí, no quiero tropezarme con ellos. Vayamos a las canteras, sean lo que sean.
El pasadizo asciende en espiral hacia la derecha en un ángulo de quince grados. Aunque la camilla de Dena está firmemente sujeta al banco, Luke le presta mucha atención para asegurarse de que no se desliza. Tras diez minutos de ascenso, se da por vencido y deja de intentar estimar cuántas vueltas han dado. El pasadizo termina frente a una puerta anti-incendios cerrada. Gideon deja el tractor en punto muerto y desciende del asiento del conductor.
–Estas puertas solían ser automáticas –dice–, pero los mineros cabeza de hojalata solían golpearse entre sí con las puertas. Los ingenieros pensaron que sería más seguro hacer que la gente bajase de sus buggies y mirasen que hay al otro lado.
Tras activar la apertura de la puerta, Gideon vuelve a subir al asiento del conductor y hace avanzar el vehículo. Inmediatamente, el pasadizo se nivela y se bifurca. El túnel de la derecha es recto y amplio. Al final, tal vez a un kilómetro o más de distancia, se abre en una amplia caverna iluminada por luces en el techo.
El pasadizo de la izquierda forma una curva avanzando hacia la oscuridad. No parece tan transitado como el pasadizo recto y ancho.

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