miércoles, 24 de febrero de 2010

Trilogía de la Academia Jedi I: La búsqueda del Jedi - Capítulo 28, cont. (II)

Un estirado oficial vestido con el brillante uniforme de la oficina administrativa arrinconó finalmente a Lando en una refinada sala de descanso para diplomáticos. El oficial llevaba un maletín blindado similar al que llevaban los investigadores de crédito, y tenía el típico comportamiento tirante de una persona a la que se le había dado una misión cuya importancia sobrestimaba drásticamente.
—¿Es usted Lando Calrissian? —dijo el oficial—. He estado tratando de localizarle desde hace días. Me ha complicado mucho la labor —dijo a toda velocidad.
Lando se dio cuenta de que no podía escaparse por la entrada trasera de la sala. Sentado junto a él en la mesa estaba Han, que alzó las cejas. Ambos habían ido a aquella sala para relajarse y descansar después de sus largos informes al Alto Mando de la Alianza.
Por desgracia, la sala estaba destinada a burócratas y funcionarios políticos, y sólo servía bebidas empalagosamente dulces. Han y Lando estaban tomando las suyas a pequeños sorbos, tratando de no hacer muecas.
Lando había escuchado rumores acerca de un investigador que trataba de localizarle, y había conseguido esquivarlo hasta entonces. Temía que algún acreedor le persiguiera, o que fuera alguna queja acerca de las operaciones mineras de gas tibanna que había abandonado en Bespin, o de las ardientes minas de metal que había perdido recientemente en Nkllon.
—Sí, finalmente me ha atrapado —dijo Lando con un suspiro—. ¿Qué es lo que quiere? Aquí en Ciudad Imperial puedo conseguir la mejor representación legal de la galaxia.
—Eso no será necesario —dijo el investigador, colocando su maletín blindado sobre la mesa y manipulando la cibercerradura—. Me desharé de esto gustosamente.
Alzó la tapa del maletín, y salió de él una luz brillante. El resto de la gente del salón se giraron para curiosear. El maletín estaba repleto con paquetes cuidadosamente seleccionados de gemas de fuego facetadas y brillantes crisopacios.
—Vengo del planeta Dargul, y esta es la recompensa que la duquesa Mistal le debía por el regreso sano y salvo de su querido consorte Dack. Puede hacer que se las tasen, pero me han asegurado que estas joyas están valoradas en aproximadamente un millón de créditos. Aparte del maletín, que vale otros cuarenta.
Lando se le quedó mirando, inclinado sobre el maletín y aturdido por su contenido.
—¿Un millón? —dijo.
—Un millón, más cuarenta de la maleta.
—Pero se suponía que sólo conseguiría la mitad de la recompensa.
El investigador buscó en su bolsillo.
—Se me olvidaba darle esto. Es una galleta-mensaje para usted de Slish Fondine, el propietario de los establos donde ayudó a capturar a nuestro consorte Dack.
Le ofreció un pequeño objeto rectangular.
Lando lo hizo girar en su mano, con el ceño fruncido, y luego pasó su uña por la ranura que tenía en la mitad. Abrió la galleta-mensaje con un crujido, luego desdobló las dos mitades para que se sostuviera de pie sobre la pequeña mesa.
Una imagen del propietario del establo de amorfoides cobró vida.
—Saludos, Lando Calrissian. Si estás escuchando este mensaje, supongo que has recibido tu recompensa. Me alegra decir que tu sugerencia de no ejecutar al criminal Tymmo haya resultado ser provechosa para todos los implicados. La duquesa Mistal resultó tan complacida por recuperar a su consorte que insistió en pagarte la recompensa completa, además de ofrecerse a construir para mí una pista de obstáculos para amorfoides en el estadio principal de Umgul. Ya estamos contratando ingenieros creativos para diseñar obstáculos aún más duros para la nueva pista, que, a petición de la duquesa Mistal, se llamará “Pista Dack”.
”Te envío estas gemas de fuego facetadas y estos crisopacios y espero que te gastes sabiamente la recompensa. ¿Por qué no vienes a Umgul y haces algunas apuestas? Estaré encantado de ser tu anfitrión.
Cuando el mensaje se disolvió en motas de luz, Lando apenas podía hacer otra cosa que mirar boquiabierto su fortuna.
Han rió, y luego hizo un gesto al investigador bajito para que se sentase.
—Tómese una copa con nosotros. De hecho... ¡quédese con la mía! De todas formas, es demasiado dulce para mí.
El investigador negó con la cabeza, manteniendo la dura expresión de su rostro.
—No, gracias. No creo que la disfrutase. Será mejor que vuelva a mi trabajo.
Y tras decir eso, el investigador salió del salón.
Han dio una palmada en el hombro a Lando.
—¿Qué vas a hacer con todo ese dinero? ¿Sigues pensando en invertirlo en la minería de especia?
Lando volvió a la realidad poniéndose a la defensiva.
—Odio decirlo, pero cuando Moruth Doole nos mostró la mina, me quedé bastante impresionado por el potencial que había allí. La especia también tiene muchos buenos usos... alternativas perfectamente legítimas en terapia psicológica, investigación criminal, comunicación con razas alienígenas, incluso inspiración artística y entretenimiento. Tú lo sabes, Han, o tú mismo no habrías transportado especia en los viejos tiempos.
—Algo de razón tienes, Lando.
Pero la imaginación de Lando seguía pensando en el problema.
—No veo por qué las minas de especia tienen que funcionar como una especie de operación de señor esclavista. Buena parte podría ser automatizado. Incluso si hubiera más de esas arañas de energía por allí, bastaría con usar droides super-refrigerados en los túneles más profundos. No sería una gran inversión. No veo cuál es el problema.
Han le miró escéptico, tomó un sorbo de su dulce bebida, y luego frunció los labios.
—¡Puaj!
—Por otra parte —dijo Lando—, tengo que comprarme una nueva nave. Tuve que dejar la Dama Afortunada abandonada en Kessel. Puede que nunca la recupere. ¿Qué se supone que debo hacer ahora?
Viendo las ávidas miradas del resto de personas del salón, Lando cerró de un golpe la tapa del maletín blidado.
—Bueno, en cualquier caso, ¡es maravilloso volver a ser solvente!

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