miércoles, 10 de febrero de 2010

La aprendiza (II)

Jaina y Lowbacca zigzaguearon a través del laberinto de mármol verde cubierto de niebla hacia el extenso distrito dedicado a las investigaciones. Una carta de presentación de Ta'a Chume, la abuela de Tenel Ka y antigua Reina Madre de Hapes, les sirvió para obtener plena colaboración y acceso ilimitado a las instalaciones. A los pocos momentos, Lowbacca ya estaba sentado ante un terminal, y sus dedos peludos volaban mientras repasaba los registros informatizados de las investigaciones de Gallinore, buscando cualquier cosa que pudiera servir de vínculo entre una tecnología que Jaina y él pudieran entender, y los secretos de la Mentirosa, su nave yuuzhan vong robada.
Pero aparentemente ni siquiera la influencia de Ta'a Chume era suficiente para permitirles un acceso a la información sin ser supervisados. Una mujer joven de pelo oscuro que llevaba la túnica blanca de los técnicos y una perpetua expresión de preocupación permanecía junto a ellos para “ayudarles”. Jaina esperó a que el comunicador de la técnica sonase, y entonces se inclinó y apoyó su barbilla en los hombros del wookiee.
-¿Puedes darme una lectura de los planos y la seguridad? -dijo en voz baja.
Lowbacca gruñó una pregunta. Como respuesta, Jaina le envió imágenes mentales de su reciente batalla en la mundonave yuuzhan vong, devolviéndole por un instante el terror y la incertidumbre de estar luchando por abrirse camino por lo desconocido. El conocimiento de la estructura de la mundonave podría haber supuesto una diferencia, podría haber salvado algunas de las vidas que se perdieron en ese terrible lugar. Un suave y ronroneante gemido escapó del wookiee cuando éste admitió sus pérdidas comunes, y la prudencia de la precaución de Jaina.
Ella se enderezó y se dirigió a la científica.
-Debo hablar con Sinsor Khal. ¿Puedes enseñarme dónde encontrarlo?
Una expresión peculiar cruzó el rostro de la joven, pero esta volvió a sacar su intercomunicador y transmitió la solicitud de Jaina. Lowbacca encajó diestramente un holocubo en un terminal de salida y transfirió los datos pedidos. Luego se lo pasó disimuladamente a Jaina.
A los pocos momentos llegó una escolta armada que la guió por un laberinto de pasillos blancos impolutos. La dejaron ante una puerta grande, le indicaron un lector de manos que estaba instalado junto a la puerta, y se marcharon a paso mucho más vivo que el que habían seguido al venir con ella.
Jaina se encogió de hombros y apoyó la mano en el aparato. La puerta se abrió como un diafragma. Jaina entró en una sala grande, llena de tantos equipos y tan desordenados que sospechó por un momento que estaba viendo el resultado de una colisión frontal entre dos naves grandes. La puerta se cerró a su espalda con un ruido metálico como el de la puerta de una cárcel.
Recorrió la sala, contemplándola como si se tratara de un campo de batalla. Cuando supo todo lo que le hacía falta, salió por donde había entrado, recorrió a la inversa por los pasillos el camino por donde había venido, y se dirigió a su nave.
Kyp la esperaba en la bodega, con un aire siniestro en su delgado rostro, y sus ojos vacíos de cualquier vestigio del astuto humor que había demostrado contra Tenel Ka. Señaló con la cabeza su secreto compartido... el prisionero hapano oculto en la bodega, mantenido en un trance inducido por la Fuerza tan profundo que los dos otros Jedi no habían podido percibir la presencia de una quinta persona a bordo de la nave.
-Oigámoslo -dijo él sin más preámbulos.
-Ya sabes que este hombre es un colaborador de los yuuzhan vong -comenzó Jaina-, y que atacó a Tenel Ka, un miembro de la familia real hapana. Eso es un crimen capital en Hapes. Si no le hubiéramos ayudado a escapar, habría sido ejecutado.
Kyp dejó caer un hombro de forma desdeñosa.
-Los Jedi juran proteger todas las cosas vivientes, pero sigo sintiéndome extrañamente incapaz de derramar lágrimas en su nombre.
-Los vong le pusieron un implante de coral esclavo -continuó ella-. Es un dispositivo de comunicación y control. Quiero que se lo quiten, que lo estudien y lo modifiquen. En última instancia, lo que quiero es golpear a los yuuzhan vong con sus propias “armas”.
Los ojos del Maestro Jedi brillaron de interés. Jaina activó el holocubo, y un modelo brillante de la disposición del edificio tomó forma, flotando en el aire entre ellos.
-Lowbacca es bueno. Me consiguió esto sin que nadie se diera cuenta de lo que estaba haciendo. Puede borrar cualquier registro del sistema con igual facilidad. Hacemos entrar a este hombre, salimos, borramos nuestros pasos. Lowbacca puede eliminar de los registros de seguridad a cualquiera que no queramos que aparezca, y se rumorea que tienes práctica eliminando recuerdos indeseados de la gente.
Miró con expectación a Kyp. Él hizo un gesto para que continuase.
-Aquí está el laboratorio, abajo en este nivel inferior. Ya he estado allí. Estos planos tienen todos los detalles que necesitamos, pero quería ver la disposición con mis propios ojos y tener una sensación del lugar con la Fuerza. Y esto es lo que creo que debemos hacer.
Kyp escuchó su plan con atención, con gesto inescrutable. Parpadeó una sola vez, cuando ella concluyó su propuesta diciéndole:
-Me pediste que fuera tu aprendiza. Aquí es donde empezamos.
Él se apoyó contra el muro y cruzó los brazos.
-Tienes un gran concepto de tu valía.
-Éste es mi precio.- Jaina extendió las dos manos y le ofreció su mejor imitación de la sonrisa torcida característica de su padre-. ¿Quieres tomarme o no?
Los dos Jedi se miraron fijamente a los ojos durante un largo momento.
-Sabes que no podremos hablar nunca de esto, a nadie -dijo Kyp.
-¿A quién se lo iba a contar? -repuso ella-. ¿Al tío Luke?
Él bajó la cabeza, asintiendo despacio, sin dejar de devolverle la mirada.
-Entonces, de acuerdo. Vamos a terminar este trabajo.

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